ENEKO LO VE ASÍ

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GRAFFITIS EN MEDIO DE LA CRISIS

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Los ricos y poderosos se mean sobre nosotros y los Medios dicen que llueve


LEOPOLDO ABADÍA SE EXPLICA

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Leopoldo Abadía explica la crisis económica en la que estamos inmersos de una forma tan clara en el programa de Buenafuente que hasta yo mismo lo he entendido:



ESPERANDO AL "SEÑORITO"

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En la España del hambre, cada mañana docenas de jornaleros esperaban en la plaza del pueblo a que el 'señorito' se dignase señalarlos para darles trabajo, una escena que se ha repetido en otros países con trabajadores industriales a las puertas de las fábricas.

Este corto, de poco más de 2 minutos, invierte aquellas escenas y son ahora los altos ejecutivos los que suplican un trabajo al 'señorito'. 
Un trabajo original sobre la crisis actual, titulado 'The Job' (el puesto de trabajo), que ha logrado el premio de la X edición del Festival Internacional des Trés Courts
Un deseo que desgraciadamente tiene pocas posibilidades de que se haga realidad.



SALARIO MÁXIMO

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Al hilo de la actual crisis del capitalismo 

Jairo del Agua

Dicen que soy un poco brujo. No sólo porque suelo intuir el fondo positivo de las personas sino porque presiento el futuro. ¡Se equivocan! Lo mío no es brujería, es sentido común. Hay cosas que se ven venir.

Ahora resulta que la actual crisis global nace de la "codicia". Y hasta un eminente banquero diagnostica que la causa son los "excesos". ¡Es urgente, dicen, refundar el capitalismo! ¡Hay que limitar prebendas y pernadas de los magníficos! ¡Hay que volver a la realidad y salir de los fuegos fatuos!

Vuelvo a ofrecer esta reflexión -escrita también hace años- por si cae en manos de algún político inteligente y se la apropia. No me importaría.

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EL FIN DE UNA ERA DEL CAPITALISMO

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Los terremotos que sacudieron las Bolsas durante el pasado «septiembre negro» han precipitado el fin de una era del capitalismo. La arquitectura financiera internacional se ha tambaleado. Y el riesgo sistémico permanece. Nada volverá a ser como antes. Regresa el Estado.

El desplome de Wall Street es comparable, en la esfera financiera, a lo que representó, en el ámbito geopolítico, la caída del muro de Berlín. Un cambio de mundo y un giro copernicano. Lo afirma Paul Samuelson, premio Nobel de economía: «Esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo.»



OBAMA VS McCAIN A TODO RITMO

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LÍDERES LUCHANDO CONTRA LA CRISIS

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Fantástica esta instantánea de líderes mundiales meditando en la VII Cumbre Asia - Europa (ASEM), en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín. Si dependemos de estos personajes,estamos...






LA CRISIS Y EL PODER GLOBAL

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¿En que medida la crisis actual afecta las relaciones de poder en el mundo actual? La nueva relación de fuerzas va a depender de las disputas sobre quien pagará los platos rotos y que tipo de discurso triunfará, como interpretación de la crisis. Apelar al Estado, después de 1929, fue siempre un instrumento inclusive del liberalismo, para recomponer las condiciones de funcionamiento del mercado.

Vamos a lo que realmente interesa: ¿en que medida la crisis actual afecta las relaciones de poder en el mundo actual?

Para eso es preciso resumir en que momento de la trayectoria reciente del capitalismo ésta se sitúa y cual es la configuración de poder que ésta encuentra y altera. Vivimos un período


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EL OTRO RESCATE FINANCIERO

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Mientras que todos los ojos están pendientes del rescate a los bancos, una gran cantidad de dinero ha sido transferida a los bolsillos de otra causa que no se lo merece. La semana pasada, George Bush aceptó el préstamo de 25 mil millones de dólares al sector automovilístico. Es un préstamo a bajo interés, que le costará al gobierno 7 mil quinientos millones de dólares (1). Poca gente se dio cuenta, menos aún lo combatieron. La Cámara de Representantes aprobó la medida por 370 votos a favor y 58 en contra. El gran rescate corporativo se esta extendiendo como una plaga.

Ya ha cruzado el Atlántico. Ayer las compañías


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LOS BANCOS PARA THOMAS JEFFERSON (1802)

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CRIMEN (FINANCIERO) CONTRA LA HUMANIDAD

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José Saramago

La historia es conocida, y, en aquellos tiempos antiguos en que la escuela se proclamaba educadora perfecta, se le enseñaba a los niños como ejemplo de la modestia y la discreción que siempre deberían acompañarnos cuando el demonio nos tentara para opinar sobre lo que no conocemos o conocemos poco y mal. Apeles podía consentir que el zapatero le apuntase un error en el calzado de la figura que había pintado, por aquello de que los zapatos eran su oficio, pero que nunca se atreviera a dar su parecer sobre, por ejemplo, la anatomía de la rodilla.

En suma, un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. A primera vista, Apeles tenía razón, el maestre era él, el pintor era él, la autoridad era él, mientras que el zapatero sería llamado cuando de ponerle medias suelas a un par de botas se tratase. Realmente, ¿hasta dónde vamos a llegar si cualquier persona, incluso la más ignorante de todas, se permite opinar sobre lo que no sabe? Si no tiene los estudios necesarios es preferible que se calle y deje a los sabedores la responsabilidad de tomar las decisiones más convenientes (¿para quién?).

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LOS BANCOS ESPAÑOLES SEGÚN WYOMING

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Me gusta la ironía con la que el Gran Wyoming trata los beneficios de los bancos españoles, algunos de los cuales, no lo olvidemos, siguen manteniendo sus expectativas de beneficios para 2008 aún a pesar de la crisis.



LA ECONOMÍA DESDE EL SENTIDO SOCIAL

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Sentido social es  aquella aptitud para percibir y ejecutar prontamente, como por instinto, en las situaciones concretas en que nos encontramos, aquello que sirve mejor al bien común.

 

En las últimas semanas estamos asistiendo a un panorama dantesco en el que la caída de un banco tras otro se suceden a ritmo vertiginoso a ambos lados del Atlántico. Los ciudadanos ya no somos capaces de retener la cantidad de ceros que hay que poner a las cifras que se mueven tanto en el ámbito de las pérdidas de las entidades financieras como en el de las ayudas de los gobiernos


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NO ES PROBLEMA DE LIQUIDEZ

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Estamos ante un problema de límites, no de liquidez, como explica  Herman Daly,  profesor de la Universidad de Maryland (EE.UU.), uno de los padres de la economía ecológica moderna, y autor de lo que se propone como “economía en estado estacionario”, en contraposición a la economía de crecimiento exponencial.

  Citando a Daly, “ la actual debacle financiera no es una crisis de “liquidez”, como se la suele llamar eufemísticamente. Es una crisis de “supercrecimiento” de los activos financieros en relación con el crecimiento real de la riqueza – algo justamente lo contrario a la existencia de poca liquidez. Los activos financieros se han multiplicado mucho más que la economía real – el intercambio entre “papeles” financieros es hoy 20 veces mayor que los intercambios de papel moneda por productos reales. No es una sorpresa, entonces, que el valor relativo de la enorme cantidad de activos financieros esté cayendo en término de valoración de activos reales”. 

La corrección, pues, según el economista, es inevitable. Nos trae el norteamericano al Nobel de Química y uno de los padres de la economía más apegada a los recursos naturales (en contraposición con la economía convencional), Frederic Soddy, que recordaba que  “no se puede mantener de forma permanente una convención humana absurda, como el incremento espontáneo de la deuda (interés compuesto), encontra de la Ley natural del decrecimiento espontáneo de la riqueza (entropía)”.

  Ese ajuste, por otra parte, es de una dimensión creciente en el tiempo, si se pretende seguir valorando los activos financieros no por la riqueza constatable, sino por un futurible de crecimiento económico (acelerado, como son todos los crecimientos de un tanto por ciento anual).

  El perverso sistema de reserva fraccional de los bancos, por el que crean dinero de la nada, con la fe puesta en su devolución posterior con intereses, unido a la completa desrregulación de los movimientos de capital a nivel mundial – unida a la globalización comercial, de forma casi inevitable, se encuentra aquélla – ha generado un crecimiento espectacular del  cuasi  dinero, que amenaza con evaporarse, con mayor rapidez aún que aquélla con la que se creó, al no ser capaz la riqueza real de servir permanentemente de imagen de cada vez más anotaciones contables.

  Como el dinero es hoy básicamente deuda, las inyecciones y rescates son más deuda que los Gobiernos esperan sea devuelta con más crecimiento, para pagar sus intereses. Esa máquina fiduciaria y su enorme desconexión de la realidad se ha topado con límites claros en los últimos años. La incorporación reciente de cientos de millones de nuevos consumidores ha acelerado el colapso inmobiliario, último refugio de la burbuja ficticia de dinero. El estancamiento evidente de la producción de petróleo y la falta de alternativas reales e inmdiatas ante el anunciado ajuste entre demanda y oferta, están advirtiéndonos que es muy probable que la deuda no sea devuelta.

  Este entuerto no se resuelve reforzando la maquinaria para que mantenga el  crecimiento de la producción, porque este futil intento agudizaría las tensiones entre economía real y financiera, en última instancia. Pero es que, además, las inercias son de tamaña factura (hemos pasado por algunos de los años de mayor aceleración del crecimiento económico), que aliviar siquiera algunos de los peores efectos de este ajuste a la realidad, será una ímproba tarea, tanto más imposible cuanto se quiera mantener la dinámica que nos trajo a esta profunda crisis. En todo caso, tarea que debería estar presidida por valores de decrecimiento, austeridad, reparto de la riqueza y solidaridad intergeneracional e interterritorial, alejando la economía del consumismo que está agotando rápidamente nuestros recursos naturales básicos.

Juan Jesús Bermúdez Ferrer



¿CRISIS GLOBAL? El efecto Jazz

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Usando las mismas categorías de análisis que se han utilizado en el pasado para ver la propagación de la crisis cambiaria mexicana, o argentina o la de la bolsa y cambiaria tailandesa de 1997, ahora se puede bautizar al efecto de contagio que emerge de la crisis de bolsa estadounidense como el efecto jazz. Este fue el nombre que le puso la jefa de Estado argentina, Cristina de Kirchner, en Nueva York la semana antepasada. A diferencia de las crisis anteriormente nombradas, la estadounidense es, según la prensa de ese país, una crisis global. No lo es. Es una crisis estadounidense que tiene un contagio a instituciones que compraron derivados créditos que aseguran contra el impago de hipotecas. Eso ha generado un problema de quiebras de bancos de inversión que llevará eventualmente a la eliminación de dichos instrumentos del mercado, como ya han sido eliminados del mercado los bancos de inversión como categoría.

El lunes negro del 2008, 7 de octubre, comenzó el viernes en la tarde en Nueva York tras el anuncio de un rescate bancario de 700,000 millones de dólares que todos identificaron con la necesidad de rescatar a Goldman Sachs y Morgan Stanley, bancos de inversión grandes donde el secretario del Tesoro Paulson tiene intereses. Lo que ocurrió, aparentemente es que dada la sequía del mercado de papeles comerciales, instrumentos de crédito de corto plazo emitidos por empresas y vendidos en bolsa, los agentes que están en el mercado consideraron que era muy poco y muy tarde. El esquema no fue diseñado para comprar papeles comerciales de empresas sino para rescatara los bancos de inversión de sus posiciones en derivados crediticios vinculados a hipotecas.

Ese desencanto generó una estampida de la bolsa de Nueva York que fue contagiado a la bolsa asiática, europea y regresó el lunes a ser un contagio generalizado a todas las bolsas del mundo. Junto con el contagio del pánico estuvo el efecto sobre el tipo de cambio. Al salir de las bolsas, los agentes pasan de moneda nacional a dólares y eso produjo una devaluación de todas las monedas del mundo ante el dólar estadounidense que trae la imagen distorsionada de una moneda fuerte cuando es evidente que no lo es.

El mercado de Nueva York medido en el índice Dow Jones, cayó 800 puntos, casi 8% en la sesión del día y tuvo una recuperación al final del día cuando el mercado fue claramente intervenido. El equipo de prevención de crisis formado por el Tesoro, el FED, algunos bancos y la casa Blanca hacen intervenciones para evitar caídas catastróficas. Era evidente que de no intervenir cerrarían con 10% de pérdidas y el mercado tendría que suspender operaciones, cosa que ocurrió en Buenos Aires, San Pablo, Moscú y México, por nombrar algunas.

Las bolsas de valores dieron la vuelta y cambiaron su tendencia en octubre del año 2007 cuando fue evidente que la burbuja de bienes raíces de los Estados Unidos era insostenible y algunos bancos hipotecarios o fondos de inversión que habían comprado hipotecas reconocieron que tenían entre manos una cartera de créditos de mala calidad. Con cuotas iniciales muy bajas y calificación de riesgo crediticio muy laxo, se vendieron bienes raíces entre los años 2004 y 2007 mientras el PBI de construcción en los Estados Unidos se contraía a tasas de hasta 20% anuales. Es decir que en un estancamiento de la actividad de construcción, los agentes financieros vendían viviendas a cualquiera sin cuota inicial y sin calificar su riesgo crediticio. Eso alimentó la burbuja de precios de bienes raíces pero era irreal. Cuando creció en exceso reventó la burbuja en octubre del 2007 y todas las bolsas del mundo se vieron contagiadas del cambio de animo. Esto no significa que las actividades del sector real de Argentina, Brasil o Rusia sean hoy menos rentables ni que los inversionistas de Estados Unidos se retiraron de los mercados primero lentamente y luego más rápidamente hasta que les dio pánico y salieron fugados el lunes 7.

En los propios mercados llamados emergentes los agentes nacionales siguieron la tendencia a los internacionales y vendieron llevando a una acentuación de la tendencia neoyorkina. El efecto jazz ha sido entonces sobre los mercados de valores y sobre los tipos de cambio al salir de las monedas nacionales y pasarse a dólares sobre todo los agentes extranjeros. Esto pudo haber sido una catástrofe generada por las posturas de los inversionistas institucionales estadounidenses en los mercados emergentes. No lo fue, es decir cayeron las bolsas pero no se produjo una corrida cambiaria, por la intervención de todos los bancos centrales para evitarlo inyectando liquidez al sistema.

Esto llama la atención a varios asuntos. Primero, donde no hubo compras de derivados crediticios como en España, Irlanda, Gran Bretaña y Alemania, no hay crisis bancaria propiamente. Los bancos hipotecarios fueron los que compraron los derivados crediticios relacionados a las hipotecas. También los bancos de inversión. Segundo, las bolsas abiertas al mercado internacional siguen exactamente la misma tendencia del mercado de Nueva York aunque de forma más acentuada. Tercero, el riesgo cambiario se amplia al tener los mercados perfectamente abiertos. Es momento de tener salvaguardas como encajes a los depósitos de corto plazo para evitar el impacto cambiario del efecto jazz. La caída del tipo de cambio brasileño de 1.60 a 2.18 reales por dólar es efecto esto. Es donde más ha caído en América Latina. Finalmente, aunque el pánico ya pasó, en los escombros del lunes 7 yacen fondos de pensiones, AFPs, AFORES, y todos los sistemas de pensiones privados basados en inversiones en bolsa. Donde más efecto tuvo fue en Estados Unidos donde la bolsa se ha caído en total 30% desde octubre de 2007 pero también en América Latina, Europa del este, Asia y África. Esto tiene que obligar a repensar los sistemas de pensiones antes que los problemas sociales generados por ancianos de clase media empobrecidos sean los nuevos que nos acompañen.


Oscar Ugarteche


¿QUÉ SE PEDÍA, LA MANO O EL PIE?

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Si todo ha seguido como empezó, este matrimonio se tiene que aburrir poco...



¿DÓNDE ESTÁ LA IZQUIERDA?

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José Saramago

Hace alrededor de tres o cuatro años, en una entrevista a un diario  sudamericano, creo que argentino, entre la retahíla de preguntas y respuestas solté una declaración que inmediatamente supuse que iba a causar agitación, debate, escándalo (hasta este punto llegaba mi ingenuidad), comenzando por las huestes locales de la izquierda y a continuación, quien sabe, como una onda que se expandiera en círculos, en los medios internacionales, tanto políticos, sindicales o culturales que de la dicha izquierda son tributarios. En toda su crudeza, sin escamotear su propia obscenidad, la frase, puntualmente reproducida por el periódico, era la siguiente: “La izquierda no tiene ni puta idea del mundo en que vive”. A mi intención, deliberadamente provocadora, la izquierda así interpelada, respondió con el más gélido de los silencios. Ningún partido comunista, por ejemplo, empezando por aquel del que soy miembro, salió a la palestra para rebatir o simplemente argumentar acerca de la propiedad o la falta de propiedad de las palabras que pronuncié. Con mayor  razón, tampoco ninguno de los partidos socialistas que se encuentran en los gobiernos de sus respectivos países, pienso, sobre todo, en los de Portugal y España, consideró necesario exigir una aclaración al atrevido escritor que había osado lanzar una piedra al putrefacto charco de la indiferencia. Nada de nada, silencio total, como si en los túmulos ideológicos donde se refugian no hubiese nada más que polvo y telarañas, como mucho un hueso arcaico que ya ni para reliquia serviría. Durante algunos días me sentí excluido de la sociedad humana como si fuese un apestado, víctima de una especie de cirrosis mental que provocaba que no diera pie con bola. Llegué a pensar que la frase compasiva que andaría circulando entre los que así callaban sería más o menos ésta: “Pobrecillo, ¿qué se podría esperar de él con esa edad?” Estaba claro que no me encontraban opinante con la estatura adecuada.


El tiempo fue pasando, pasando, la situación del mundo complicándose cada vez más, y la izquierda, impávida, seguía desempeñando los papeles que, en el poder o en la oposición, les habían sido asignados. Yo, que mientras tanto había hecho otro descubrimiento, el de que Marx nunca había tenido tanta razón como hoy, supuse, cuando hace un año reventó la burla cancerígena de las hipotecas en los Estados Unidos, que la izquierda, allá donde estuviera, si todavía le quedaba vida, abriría por fin la boca para decir lo que pensaba del asunto. Ya tengo la explicación: la izquierda no piensa, no actúa, no arriesga ni una pizca. Pasó lo que pasó después, hasta lo que está ocurriendo hoy, y la izquierda, cobardemente, sigue no pensando, no actuando, no arriesgando ni una pizca. Por eso no es de extrañar la insolente pregunta del título: “¿Dónde está la izquierda?” No doy albricias, he pagado demasiado caras mis ilusiones.



EL NOBEL DE ECONOMÍA

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Paul Krugman recibía el premio Nobel de Economía de este año por sus trabajos sobre comercio internacional y localización productiva. Esos trabajos son una referencia obligada a la hora de estudiar esos campos de la economía, entre otras cosas porque permitieron superar los planteamientos de Ricardo y la lógica de las ventajas comparativas a la hora de explicar el comercio internacional contemporáneo.

Pero, en cualquier caso, si algo caracteriza el trabajo reciente de Krugman no es su actividad académica sino su intensa labor de crítica a la política de Bush a través de su columna en el New York Times.

Tanto es así que, sin ser un economista de izquierdas -tal y como entenderíamos esa categoría en otros entornos-, su columna en el NYT y su blog, “La conciencia de un liberal”, se han convertido en referentes obligados para la intelectualidad progresista estadounidense.

Buen ejemplo del enorme esfuerzo didáctico desplegado por Krugman en sus columnas y de su esfuerzo por hacer inteligible los oscuros entresijos de la economía podéis encontrarla en esta columna sobre la crisis financiera que ya anticipaba, a fines de 2007, la gravedad de la crisis financiera actual.

Así que aunque la Academia Sueca siga ignorando a los economistas que no sólo son críticos con el sistema capitalista sino que además proponen su sustitución por un sistema alternativo, mucho más centrado en el hombre y sus necesidades que en el beneficio, al menos no se lo ha dado este año a alguno de los miles que siguen glosando las virtudes del libre juego del mercado. Ni corren buenos tiempos para ellos ni creo que merezcan muchos premios.

Alberto Montero


PARA ENTENDER CÓMO FUNCIONA (Parábola)

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En estos tiempos de turbulencias que estamos viviendo son las explicaciones más simples, las parábolas cuya comprensión está al alcance de cualquiera, las que permiten sacar a la luz los mecanismos que dominan un mundo que, más allá de su aparente complejidad, se rige por reglas extremadamente simples.

A develar la lógica que subyace al funcionamiento de los sistemas financieros contemporáneos viene a contribuir esta parábola que circula por la red.

“Una vez llegó al pueblo un señor muy bien vestido, quién luego de instalarse en el único hotel, publicitó en el minúsculo diario local que pagaría 10 dólares por cada mono que quisieran venderle.

Los campesinos, que sabían que el bosque aledaño estaba lleno de monos, salieron corriendo a cazar monos.

El hombre, como había prometido, compró todos los monos –cientos- a 10 dólares cada uno y sin chistar.

Llegó un momento en que los campesinos perdieron el interés porque la cacería se tornaba más difícil merced a la disminución de monos.

Entonces el hombre ofreció 20 dólares por cada mono, y los campesinos corrieron otra vez al bosque.

Nuevamente fueron mermando los monos, y el hombre elevó la oferta a 25 dólares, y los campesinos volvieron al bosque, cazando los pocos monos que quedaban, hasta que ya era casi imposible encontrar uno.

Llegado a este punto, el hombre ofreció 50 dólares por cada mono, pero, como tenia negocios que atender en la ciudad, dejó a cargo de su ayudante el negocio de la compra de monos.

Una vez que el hombre se hubo ido del pueblo, su ayudante se dirigió a los campesinos diciéndoles:

“Fíjense en esta jaula llena con miles de monos que mi jefe les compró para su colección. Yo les ofrezco venderles a ustedes los monos por 35 dólares, y cuando el jefe regrese de la ciudad, ustedes se los venden por 50 dólares cada uno.”

Los campesinos juntaron todos sus ahorros y compraron los miles de monos que había en la gran jaula, y esperaron el regreso del “jefe”.

Desde ese día, no volvieron a ver ni al ayudante ni al jefe. Lo único que vieron fue la jaula llena de monos que compraron con sus ahorros de toda la vida”.


DIEZ PREGUNTAS SOBRE LA CRISIS

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1. ¿«Subprimes»? El punto de partida es una auténtica estafa, ya que los bancos occidentales han ganado una enorme cantidad de dinero a costa de los hogares estadounidenses con dificultades a los que extorsionaban con enormes reembolsos. Y diciéndoles que si no eran capaces de pagar, les quitarían sus casas por cuatro duros.

2. ¿Es sólo una crisis bancaria? No, en absoluto. Se trata de una verdadera crisis económica que ha comenzado en el sector bancario, pero cuyas causas son mucho más profundas. En realidad, toda la economía de Estados Unidos vive a crédito desde hace 30 años. Las empresas se endeudan por encima de sus posibilidades, el Estado también se endeuda por encima de sus posibilidades (para hacer la guerra) y sistemáticamente se ha estimulado a los ciudadanos a endeudarse, la única manera de mantener, artificialmente, el crecimiento económico.

3. ¿La causa real? Por supuesto, los medios de comunicación tradicionales no nos dicen nada. Y sin embargo, las subprimes no son más que la punta del iceberg, la manifestación más espectacular de una crisis general de superproducción que golpea a Estados Unidos, pero también a los países occidentales. Si el objetivo final de una multinacional consiste en despedir trabajadores masivamente para hacer el mismo trabajo con menos personas, si además se bajan los salarios por todos los medios y con la ayuda de los gobiernos cómplices, ¿A quién van a vender sus mercancías los capitalistas? ¡No han parado de empobrecer a sus clientes!

4. ¿Sólo es una crisis que hay que superar? La historia demuestra que el capitalismo ha ido siempre de una crisis a otra. Y de vez en cuando, con una «buena guerra» para salir de ella (eliminando a sus rivales, empresas e infraestructuras, lo que permite posteriormente un bonito «relanzamiento»). En realidad, las crisis también son un período que aprovechan los «gordos» para eliminar o absorber a los más débiles. Es lo que ocurre actualmente en el sector bancario estadounidense, o en el caso de BNP que se traga a Fortis (y todo esto no ha hecho más que empezar). Pero, si la crisis refuerza la concentración del capital en manos de un número aún más pequeño de multinacionales, ¿cuál será la consecuencia? Estos súper grupos tendrán todavía más medios para eliminar o empobrecer la mano de obra y así convertirse en una competencia aún más fuerte. Por lo tanto, volvemos a la casilla de salida.

5. ¿Un capitalismo sobre bases éticas? Hace ciento cincuenta años que nos lo prometen. Hasta Bush y Sarkozy lo han hecho. Pero en realidad, es tan imposible como un tigre vegetariano o una nube sin lluvia. Y es que el capitalismo se basa en tres principios: 1) La propiedad privada de los grandes medios de producción y financiación. No es la gente la que decide, sino las multinacionales. 2) La competitividad: ganar la guerra económica, es decir, eliminar a los rivales. 3) El máximo beneficio: para ganar esta batalla no basta con tener unos «beneficios normales o razonables», sino que hay que conseguir un grado de beneficios que permita a las empresas distanciarse de sus competidores. El capitalismo no es más que la ley de la selva, como ya escribía Karl Marx: «Al capital le horroriza la ausencia de beneficio. Cuando presiente un beneficio razonable, se envalentona. Al 20%, se entusiasma. Al 50% es temerario. Al 100% arrasa todas las leyes humanas y al 300% no se detiene ante ningún crimen».

6. ¿Salvar a los bancos? Por supuesto, hay que proteger a los clientes de los bancos. Pero en realidad, lo que está haciendo el Estado es proteger a los ricos y nacionalizar las pérdidas. Por ejemplo, el Estado belga no tenía 100 millones de euros para ayudar a la gente a mantener su poder adquisitivo, pero para salvar a los bancos ha encontrado 5.000 millones en dos horas. Miles de millones que nosotros tendremos que rembolsar. Lo irónico es que Dexia era un banco público y Fortis se ha tragado un banco público que funcionaba muy bien. Gracias a ello, sus dirigentes y accionistas han hecho negocios mágicos durante veinte años. Y ahora que la cosa no funciona, ¿se les pide a estos dirigentes que paguen los platos rotos con el dinero que han estado ganando y que se han guardado? No, ¡se nos pide que paguemos nosotros!

7. ¿Los medios de comunicación? Lejos de explicarnos todo esto, los medios fijan su atención en los aspectos secundarios. Nos dicen que habrá que buscar los errores, a los responsables, combatir los excesos y bla, bla, bla. Sin embargo, no se trata de tal o cual error, sino del sistema. Esta crisis era inevitable. Las empresas que se están derrumbando son las más débiles o las que han tenido menos suerte. Las que sobrevivan, tendrán aún más poder sobre la economía y sobre nuestras vidas.

8. ¿El neoliberalismo? La crisis no ha sido provocada, pero sí acelerada, por la moda neoliberal de los últimos veinte años. Los países ricos han intentado imponer este neoliberalismo en todo el tercer mundo. Así, en América Latina, como acabo de estudiar durante la preparación de mi libro «Los 7 pecados de Hugo Chávez», el neoliberalismo ha hundido en la miseria a millones de personas. Pero el hombre que ha lanzado la señal de la resistencia, el hombre que ha demostrado que se podía resistir al Banco Mundial, al FMI y a las multinacionales, el hombre que ha enseñado que había que darle la espalda al neoliberalismo para reducir la pobreza, este hombre, Hugo Chávez, no deja de ser satanizado a golpe de mentiras mediáticas y difamaciones. ¿Por qué?

9. ¿El tercer mundo? Sólo se nos habla de las consecuencias de la crisis en el Norte. En realidad, todo el tercer mundo sufrirá gravemente a causa de la recesión económica y de la bajada de precios de las materias primas que provocará la crisis.

10. ¿La alternativa? En 1989, un famoso autor estadounidense, Francis Fukuyama, nos anunciaba «El Fin de la Historia»: el capitalismo había triunfado para siempre, aseguraba. No ha hecho falta mucho tiempo para que los vencedores se estrellen. La humanidad necesita realmente otro tipo de sociedad. Porque el sistema actual fabrica miles de millones de pobres, hunde en la angustia a quienes tienen (provisionalmente) la «suerte» de trabajar, multiplica las guerras y arruina los recursos del planeta. Pretender que la humanidad está condenada a vivir bajo la ley de la selva es tomar a las personas por imbéciles. ¿Cómo debería ser una sociedad más humana, que ofrezca un porvenir digno para todos? Este es el debate que todos tenemos la obligación de emprender. Sin tabúes.

Michel Collon



DOLAR NUEVO

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LA CAÍDA DE WALL STREET

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En el 2009 se cumplirán veinte años de la caída del muro de Berlín, símbolo de la bipolaridad del mundo dividido en dos sistemas: capitalista y socialista. Ahora asistimos al declive de Wall Street (Calle del Muro), en la cual se concentran las sedes de los mayores bancos e instituciones financieras.
 
El muro que da el nombre a la calle de Nueva York fue levantado por los holandeses en 1652 y tirado por los ingleses en 1699. Nueva Amsterdam cedió su lugar a Nueva York.

 
El apocalipsis ideológico en el Este europeo, nunca previsto por ningún analista, fortaleció la idea de que fuera del capitalismo no hay salvación. Ahora bien, la crisis del sistema financiero derriba el dogma de la inmaculada concepción del libre mercado como única panacea para el buen desempeño de la economía.

 

Todavía no es el fin del capitalismo, pero quizás sea la agonía del carácter neoliberal que hipertrofió el sistema financiero. Acumular fortunas se convirtió en más importante que producir bienes y servicios. La burbuja especulativa se infló y de repente explotó.

 
Se repite, sin embargo, la vieja receta: después de privatizar las ganancias, el sistema socializa las pérdidas. Con lo cual se desmorona la cantilena de "menos Estado y más iniciativa privada". A la hora de la crisis se acude al Estado como tabla de salvación en forma de US$ 700 mil millones (el 5% del PIB de los EE.UU. o el costo de todo el petróleo consumido durante un año en dicho país), que serán inyectados para darle respiración al sistema financiero.
 
El programa Bolsa Hartura de Bush reúne garantía suficiente para erradicar el hambre del mundo. ¿Pero quién se preocupa de los pobres? Debido al aumento del precio de los alimentos, en los últimos doce meses el número de hambrientos crónicos subió de 854 millones a 950 millones, según Jacques Diouf, director general de la FAO.

 
¿Quién pagará la factura del Proer usamericano? La respuesta es obvia:  el contribuyente. Se prevé el desempleo inmediato de 11 millones de personas vinculadas al mercado de capitales y a la construcción civil. Los fondos de pensión, descapitalizados, no podrán cubrir los derechos de millones de jubilados, sobre todo de quien invirtió en seguridad privada.
 
La restricción del crédito tiende a inhibir la producción y el consumo. Los bancos de inversión ponen sus barbas en remojo. Aumentarán los impuestos. El mercado quedará en régimen de libertad vigilada: sirve ahora el modelo chino de control político de la economía, y ya no el control de la política por la economía, como sucede en el neoliberalismo.

 
En 1967 J.K. Galbraith llamaba la atención sobre la crisis del carácter industrial  del capitalismo. Nombres como Ford, Rockefeller, Carnegie o Guggenheim, ejemplos de personas emprendedoras, desaparecían del escenario económico para dar lugar a una amplia red de accionistas anónimos. El valor de la empresa se desplazaba del parque industrial a la Bolsa de Valores.
 
En la década siguiente Daniel Bell alertaba sobre la asociación íntima entre información y especulación, y advertía sobre las contradicciones culturales del capitalismo: el ascetismo (= acumulación) en choque con el estímulo consumista; los valores de la modernidad destronados por el carácter iconoclasta de las innovaciones científicas y tecnológicas; ley y ética en antagonismo cuanto más el mercado se constituye en árbitro de las relaciones económicas y sociales.

 
Si la caída del muro de Berlín trajo al Este europeo más libertad y menos justicia, introduciendo desigualdades lacerantes, la conmoción de Wall Street obliga al capitalismo a repensarse. ¿El casino global vuelve al mundo más feliz?  Es obvio que no. El fracaso del socialismo real ¿significa la victoria del capitalismo virtual (real sólo para 1/3 de la humanidad)? Tampoco.
 
El fracaso del capitalismo no se mide por sus crisis financieras sino por la exclusión -de acceso a los bienes esenciales de consumo y a los derechos de ciudadanía, como alimentación, salud y educación- de 2/3 de la humanidad. Son cuatro mil millones de personas las que, según la ONU, viven entre la miseria y la pobreza, con un ingreso diario inferior a US$ 3.

Lo que hay que buscar con urgencia es otro mundo posible, económicamente justo, políticamente democrático y ecológicamente sustentable.

Frei Betto 


CAPITALISMO BUENO... Y MALO

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Para la clase dominante no sólo hay que salvar materialmente el capitalismo sino también ideológicamente. La receta es sencilla: no estamos ante una crisis del capitalismo sino del capitalismo malo.

Una muestra elocuente y descarada de cómo reinventar los términos lo tenemos en un artículo de Mario Soares, expresidente de Portugal, que publica hoy El País (8/10/08). En dicho artículo, titulado “El fin del 'capitalismo de casino'”, Soares culpa de la crisis a esa variedad de capitalismo. Así que si las cosas van mal no hay más que seguir la siguiente receta:

1. Sacarse de la manga que no existe un sólo tipo de capitalismo sino varios

2. Inventar alguna expresión llamativa para calificar a la variedad perversa del capitalismo

3. Echar todas las culpas de la crisis a esa variedad en concreto

4. Salvar al capitalismo a secas, que ahora nadie sabe lo que es pero que potencialmente debe ser algo estupendo a lo que hay que regresar lo más pronto posible

¿Pero qué es ese “capitalismo de casino”? Según Soares, es “esa clase de capitalismo que creía en una especie de mano invisible y en la autorregulación del mercado”. Disculpe, ¿no es ése el principio fundamental del “capitalismo a secas”, el de toda la vida? ¿es usted un ignorante o un sinvergüenza?

Más adelante encontramos la siguiente vuelta de tuerca, cuando el socialismo se convierte en capitalismo. Según Soares, tras la Segunda Guerra Mundial surge, a raíz del New Deal y el modelo escandinavo, “un capitalismo de marcada dimensión social” que contrastaría con el actual, “sin reglas éticas ni la menor preocupación social ni ambiental”. Claro que hasta hace poco no se hablaba del “capitalismo sueco” sino de un “socialismo sueco” (1) que supuestamente se estaba derrumbando, como en su momento se acabó el “socialismo” en Estados Unidos (Milton Friedman llamó a Nixon “el presidente más socialista” que tuvo el país (2)). Y por cierto, ¿por qué nadie habló de un “socialismo malo” cuando cayó la Unión Soviética?

Dejando al margen las etiquetas, el tema central radica en cuál debe ser el papel del estado en la economía. Y aquí es donde los capitalistas/neoliberales no querrán entrar a fondo, porque tendrían que reconocer que lo de la autorregulación del mercado, que es su principio fundamental, es un mito. Si existiera tal “mano invisible”, tal eficiencia del mercado, tales ajustes rápidos de oferta y demanda, etc., no tendríamos recesiones cada dos o tres lustros ni crisis financieras como las que vivimos. Y hablar aquí de “excesos” de ambición o de codicia es un mal chiste, ¿o es que no se basa el capitalismo en la obtención del máximo beneficio por parte de las empresas? ¿dónde está el componente ético en las ecuaciones de la teoría económica liberal? No existe tal cosa, tan sólo variables como el gasto, los impuestos, los tipos de interés, la productividad, etc.

Ahora vemos en las noticias otros absurdos del tipo “el estado salva el mercado”. No, el estado no puede salvar el mercado porque es justamente su negación: más estado, menos mercado. Lo que hace el estado es gastar el dinero de los ciudadanos, los mismos que están sufriendo el sistema, para arreglar el desastre que dicho sistema ha causado y que, finalmente, el sistema pueda empezar un nuevo ciclo de depredación y latrocinio masivo. Es eso o la revolución.

Javier Adler


I JORNADAS DE ECONOMIA SOCIAL

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La economía Social Aragonesa presenta múltiples facetas y está presente en los diferentes campos económicos y sociales de nuestra Comunidad. En todo el territorio aragonés hay presencia de organizaciones que buscan construir un modelo de relaciones económicas basado en la satisfacción de las necesidades humanas, tanto individuales como colectivas, de forma conjunta a través de la cooperación y la colaboración entre las personas y los distintos agentes sociales y económicos.

Las diferentes plataformas y entidades que hemos colaborado en la organización de estas I Jornadas de la Economía Social en Aragón hemos querido facilitar un espacio de reflexión sobre y para la Economía Social Aragonesa, a partir de los diferentes partícipes que den a conocer los logros y los retos del sector, para así promoverlo y fortalecerlo. Este objetivo global lo hemos concretado en cuatro áreas de trabajo, divididas en: 1) análisis y diagnóstico de la evolución del sector; 2) presentación de buenas prácticas de gestión y desarrollo organizativo; 3) examen de riesgos y oportunidades de la Economía Social en el contexto actual; y 4) propuestas y recomendaciones de desarrollo del sector en el futuro.

Con todo esto, consideramos que estas jornadas debe servir como vehículo de debate para intercambiar experiencias, promover la reflexión, plantear recomendaciones y líneas de actuación tanto para los responsables de las organizaciones de la Economía Social aragonesa como para los responsables políticos, así como para sensibilizar a futuros investigadores y
profesionales de la economía y la empresa.

En el programa que se ha diseñado se ha buscado un equilibrio entre aportaciones desde realidad local de la Economía Social en Aragón y reflexiones de personas relevantes en el sector a nivel estatal y de la Unión Europea. De esta forma creemos que en las jornadas vamos a disponer de
miradas que nos hablan de los logros y dificultades de la realidad diaria y de las sugerencias y propuestas de futuro de personas desde un enfoque más global.

Información e inscripciones: http://geses.unizar.es/jornadaseconomiasocial
Contacta en: jesa@unizar.es
Finalización del plazo de inscripción: 22 de octubre, 2008
Solicitado 1 crédito de libre elección a la Universidad de Zaragoza

Programa

JUEVES, 30 de OCTUBRE. MAÑANA

9:00‐9:30 RECEPCIÓN Y ENTREGA DE DOCUMENTACIÓN
9:30‐10:00 PRESENTACIÓN DE LAS JORNADAS
Manuel López, (Rector de la Universidad de Zaragoza), Ana Bermúdez (Directora‐
Gerente INAEM) e Ignacio Celaya (Director General de Participación Ciudadana
Gobierno de Aragón)
10:00‐11:30 MESA 1: LA ECONOMÍA SOCIAL HOY. UN MOTOR DE DESARROLLO
Intervienen: Juan Antonio Pedreño (CEPES), José Manuel Fresno (Fundación Luis
Vives), Rafael Chaves (CIRIEC‐España‐Universidad de Valencia) y José Luis Monzón
(CIRIEC‐España‐ Universidad de Valencia)
11:30‐12:00 DESCANSO‐CAFÉ
12:00‐13:30 MESA 2 : ANÁLISIS Y DIAGNÓSTICO DE LA ECONOMÍA SOCIAL ARAGONESA
Intervienen: Luis Mena (Fundación CAI‐ASC), y Felipe Gómez de Valenzuela (FACA)

JUEVES 30 de OCTUBRE. TARDE

16:00‐17:30 Grupo de Trabajo: EXPERIENCIAS DE BUENAS PRÁCTICAS EN LA ECONOMÍA SOCIAL
ARAGONESA
17:30‐18:00 DESCANSO‐CAFÉ
18:00‐19:30 Grupos de trabajo: RETOS Y OPORTUNIDADES DE LA ECONOMÍA SOCIAL ARAGONESA

VIERNES 31 DE OCTUBRE. MAÑANA

9:30‐11:00 MESA 3: RECOMENDACIONES Y PROPUESTAS DESDE LOS GRUPOS DE TRABAJO
11:00‐11:30 DESCANSO‐CAFÉ
11:30‐12:45 MESA 4: RETOS Y FUTURO DE LA ECONOMÍA SOCIAL
Intervienen: Miguel Ángel Cabra de Luna (Fundación ONCE y Consejero del Comité
Económico y Social Europeo en representación de CEPES) y Jan Olsson (Consejero del
Comité Económico y Social Europeo en representación KOOPI)
12:45‐13:30 PRESENTACIÓN ENTIDADES ORGANIZADORAS
Intervienen: Presidentes de las federaciones y plataformas
13:30‐14:00 CLAUSURA
Alberto Larraz (Consejero de Economía, Hacienda y Empleo, Gobierno de Aragón),
Juan José Barrera (Director General de la Economía Social del Trabajo Autónomo y de
la Responsabilidad Social de las Empresas, Ministerio de Trabajo e Inmigración),
Alberto Molina (Decano Facultad Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad
de Zaragoza)


...QUIERE SABER Y TEME NO ENTENDER

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Todo lo que usted quiere saber sobre el origen de esta crisis pero teme no entenderlo

Todos nos hacemos estas preguntas sobre la actual crisis financiera: ¿ya pasó lo peor? ¿Qué causó el colapso del centro neurálgico del capitalismo global? ¿Fue la codicia? ¿Fue el de Wall Street un caso de alguacil alguacilado? ¿Fue falta de regulación? Pero ¿no hay nada más? ¿No hay nada sistémico? ¿Qué tiene que ver la crisis de sobreproducción de mediados de los años 70 con los acontecimientos recientes? ¿Qué pasó, pues? ¿Cómo trató de resolver el capitalismo la crisis de sobreproducción? ¿En qué consistió la reestructuración neoliberal? ¿En qué medida la globalización de los 80 y los 90 fue una respuesta a la crisis de los 70? ¿Por qué la globalización no pudo superar la crisis? ¿Cuáles fueron los problemas de la financiarización como vía de salida a la crisis de sobreproducción de los 70? ¿Por qué la financiarización es tan volátil? ¿Cómo se forman, crecen y estallan las burbujas? ¿Cómo se formó la presente burbuja inmobiliaria? ¿Y cómo creció? ¿Cómo pudieron las hipotecas subprime degenerar en un problema de tales dimensiones? ¿Y cómo es posible que los titanes de Wall Street se desplomaran como un castillo de naipes? ¿Qué pasará ahora? Todos, en efecto, nos hacemos esas preguntas. Pero pocos pueden tratar de contestarlas con la insólita combinación de elegancia, profundidad, claridad y extremada sencillez del economista y politólogo Walden Bello. Y mucho menos en apenas 4000 palabras.

El derrumbe de Wall Street no se debe solo a la codicia y a la falta de regulación estatal de un sector hiperactivo. Procede también, y sobre todo, de la crisis de sobreproducción que ha venido minando al capitalismo remundializado desde mediados de los 70. Así ve esta crisis de fin de época Walden Bello. 

Muchos en Wall Street todavía están digiriendo los acontecimientos epocales de las últimas semanas:

* Entre 1 y 3 billones de dólares de activos financieros evaporados.

* Wall Street, nacionalizado, con la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro tomando todas las decisiones estratégicas importantes en el sector financiero, y a todo eso, con un gobierno que, tras el rescate de AIG, pasa a dirigir la mayor compañía aseguradora del mundo.

* El mayor rescate desde la gran depresión, con 700 mil millones de dólares reunidos a la desesperada para salvar al sistema financiero global.

Las explicaciones habituales ya no bastan. Los acontecimientos extraordinarios precisan de explicaciones extraordinarias. Pero antes…

¿Ya pasó lo peor?

No, si algo ha quedado claro con los movimientos contradictorios de estas semanas en que, al tiempo que se permitía la quiebra de Lehman Brothers, se nacionalizaba AIG y se fraguaba la toma de control de Merril Lynch por el Bank of America, es que no hay una estrategia para afrontar la crisis; a lo sumo, respuestas tácticas, como bomberos que se pisan la manguera, abrumados por la magnitud del incendio.

El rescate de 700 mil millones de dólares de las obligaciones hipotecariamente respaldadas en poder de los bancos no es una estrategia, sino, básicamente, un esfuerzo a la desesperada para restaurar la confianza en el sistema, para prevenir la erosión de la fe en los bancos y en otras instituciones financieras y para evitar una afluencia masiva de retirada de fondos de los bancos como la que desencadenó la Gran Depresión de 1929.

¿Qué causó el colapso del centro neurálgico del capitalismo global? ¿Fue la codicia?

La vieja y venerada codicia jugó su parte. A eso se refería Klaus Schwab, el organizador del Foro Económico Mundial, el jamboree de la elite global celebrado anualmente en los Alpes suizos, cuando dijo a su clientela en Davos este año: "Tenemos que pagar por los pecados del pasado".

¿Fue el de Wall Street un caso de alguacil alguacilado?

Desde luego. Los especuladores financieros rizaron el rizo hasta confundirse ellos mismos con la creación de contratos financieros más y más complejos, como los derivados, tratando de ganar dinero a partir de todo tipo de riesgos (incluidos exóticos instrumentos de futuros, como los credits default swaps o contratos de protección de derivados crediticios, que permitían a los inversores apostar, por ejemplo, a que los prestatarios de la propia corporación bancaria ¡no serían capaces de devolver su deuda! Tal es el comercio multibillonario no-regulado que acabó tumbando a AIG.

El 17 de diciembre de 2005, cuando la International Financing Review (IFR) anunció sus premios anuales del año –uno de los programas de premios más prestigioso del sector—, dejó esto dicho:

"Lehman Brothers no sólo mantuvo su presencia global en el mercado, sino que dirigió la penetración en el espacio de preferencia… desarrollando nuevos productos y diseñando transacciones capaces de subvenir a las necesidades de los prestatarios… Lehman Brothers es el más innovador en el espacio de preferencia precisamente por hacer cosas que no pueden verse en ningún otro sitio."

Huelgan comentarios.

¿Fue falta de regulación?

Sí. Todo el mundo reconoce ahora que la capacidad de Wall Street para innovar y excogitar instrumentos financieros más y más sofisticados ha ido mucho más allá de la capacidad regulatoria del Estado, y no porque el Estado no fuera capaz de regular, sino porque la actitud neoliberal, de laissez-faire, imperante impidió al Estado diseñar mecanismos efectivos de regulación.

Pero ¿no hay nada más? ¿No hay nada sistémico?

Bien, Georges Soros, que lo vio venir, dice que lo que estamos pasando es la crisis del sistema financiero, la crisis del "gigantesco sistema circulatorio" de un "sistema capitalista global… que está reventando por las costuras".

Para seguir con la idea del archiespeculador, a lo que estamos asistiendo es a la intensificación de una de las crisis o contradicciones centrales del capitalismo global, cual es la crisis de sobreproducción, también conocida como sobreacumulación o sobrecapacidad.

Se trata de la tendencia del capitalismo a construir una ingente capacidad productiva que termina por rebasar la capacidad de consumo de la población debido a las desigualdades que limitan el poder de compra popular, lo cual termina por erosionar las tasas de beneficio.

Pero, ¿qué tiene que ver la crisis de sobreproducción con los acontecimientos recientes?

Muchísimo. Pero, para entender la conexión, tenemos que retrotraernos a la llamada Época Dorada del capitalism contemporáneo, al período comprendido entre 1945 y 1975.

Fue un período de rápido crecimiento, tanto en las economías del centro como en las subdesarrolladas, un crecimiento propulsado, en parte, por la masiva reconstrucción de Europa y del Este asiático tras la devastación de la II Guerra Mundial, y en parte, por la nueva configuración socio-económica institucionalizada bajo el nuevo estado keynesiano. Un aspecto clave de esta última fueron los severos controles estatales de la actividad de mercado, el uso agresivo de políticas fiscales y monetarias para minimizar la inflación y la recesión, así como un régimen de salarios relativamente altos para estimular y mantener la demanda.

¿Qué pasó, pues?

Bien, este período de elevado crecimiento terminó a mediados de los 70, cuando las economías del centro se vieron inmersas en la estanflación, es decir, en la coexistencia de un bajo crecimiento con una inflación alta, lo que la teoría económica neoclásica suponía imposible.

Sin embargo, la estanflación no era sino el síntoma de una causa más profunda, a saber: la reconstrucción de Alemania y del Japón, así como el rápido crecimiento de economías en vías de industrialización, como Brasil, Taiwán y Corea del Sur, añadió una enorme capacidad productiva e incrementó la competición global, mientras que la desigualdad social, dentro de cada país, y entre países, limitó globalmente el incremento del poder adquisitivo y de la demanda, resultando así erosionada la tasa de beneficio. La drástica subida del precio del petróleo en los setenta no hizo sino agravar la cosa.

¿Cómo trató de resolver el capitalismo la crisis de sobreproducción?

El capital ensayó tres vías de salida del atolladero de la sobreproducción: la reestructuración neoliberal, la globalización y la financiarización.

¿En qué consistió la reestructuración neoliberal?

La reestructuración neoliberal tomó la forma del reaganismo y del thatcherismo en el Norte y del ajuste estructural en el Sur. El objetivo era la revigorización de la acumulación de capital, lo que se consiguió: 1) removiendo las restricciones estatales al crecimiento, al uso y a los flujos de capital y de riqueza; y 2) redistribuyendo el ingreso de las clases pobres y medias a los ricos, de acuerdo con la teoría de que se motivaría así a los ricos para invertir y alimentar el crecimiento económico.

El problema de esa fórmula era que, al redistribuir el ingreso en favor de los ricos, estrangulaba el ingreso de los pobres y de las clases medias, lo que provocaba la restricción de la demanda, sin necesariamente inducir a los ricos a invertir más en producción.

De hecho, la reestructuración neoliberal, que se generalizó en el Norte y en el Sur a lo largo de los años ochenta y noventa, tuvo unos pobres registros en términos de crecimiento: el crecimiento global promedio fue de un 1,1% en los 90 y de un 1,4 en los 80, mientras que el promedio en los 60 y en los 70, cuando las políticas intervencionistas eran dominantes, fue, respectivamente, de un 3,5% y de un 2,54%. La reestructuración neoliberal no pudo terminar con la estanflación.

¿En qué medida la globalización fue una respuesta a la crisis?

La segunda vía de escape global ensayada por el capital para enfrentarse a la estanflación fue la "acumulación extensiva" o globalización, es decir, la rápida integración de las zonas semicapitalistas, no-capitalistas y precapitalistas a la economía global de mercado. Rosa Luxemburgo, la celebrada economista y revolucionaria alemana, se percató de este mecanismo hace mucho tiempo, viéndolo como un mecanismo necesario para restaurar la tasa de beneficio en las economías metropolitanas. ¿Cómo? Ganando acceso al trabajo barato; ganando mercados, aun si limitados, nuevos; ganando nuevas fuentes de productos agrícolas y de materia primas baratos; y creando nuevas áreas para inversión en infraestructura. La integración se produce a través de la liberalización del comercio, removiendo los obstáculos a la movilidad del capital y aboliendo las fronteras para la inversión exterior.

China, ni que decir tiene, es el caso más destacado de un área no-capitalista integrada en la economía capitalista global en los últimos 25 años.

Para contrarrestar sus declinantes beneficios, un considerable número de corporaciones empresariales situadas entre las primeras 500 del ranquin de la revista Fortune han trasladado una parte significativa de sus operaciones a China, a fin de aprovechar las ventajas del llamado "precio chino" (las ventajas de costes derivadas de un trabajo barato chino aparentemente inagotable). A mediados de la primera década del siglo XXI, entre el 40 y el 50 por ciento de los beneficios de las corporaciones estadounidenses dimanaban de sus operaciones y ventas en el exterior, y señaladamente, en China.

¿Por qué la globalización no pudo superar la crisis?

El problema con esta vía de salida del estancamiento es que exacerba el problema de la sobreproducción, porque añade capacidad productiva. La China de los últimos 25 años ha venido a añadir un volumen tremendo de capacidad manufacturera, lo que ha tenido por efecto deprimir los precios y los beneficios. No por casualidad, los beneficios de las corporaciones estadounidenses dejaron de crecer hacia 1997- De acuerdo con un índice estadístico, las tasas de beneficios de las 500 de Fortune pasó de 7,15 en 1960-69 a 5,30 en 1980-90, a 2,29 en 1990-99 y a 1,32 n 2000-2002.

Dadas las limitadas ganancias obtenidas en punto a contener el impacto depresivo de la sobreproducción, ya a través de la reestructuración neoliberal, ya con la globalización, la tecera vía de salida resultó vital para mantener y elevar la rentabilidad. La tecera vía es la financiarización.

En el mundo ideal de la teoría económica neoclásica, el sistema financiero es el mecanismo, merced al cual los ahorradores, o quienes se hallan en posesión de fondos excedentes, se juntan con los empresarios que tienen necesidad de sus fondos para invertir en producción. En el mundo real del capitalismo tardío, con la inversión en industria y en agricultura arrojando magros beneficios por causa de la sobreproducción, grandes cantidades de fondos excedentes circulan y son invertidas y reinvertidas en el sector financiero. Es decir, el sistema financiero gira sobre sí mismo.

El resultado es que se ensancha el hiato abierto entre una economía financiera hiperactiva y una economía real en estancamiento. Como bien observa  un ejecutivo financiero: "ha habido una creciente desconexión entre la economía real y la economía financiera en estos últimos años. La economía real ha crecido, pero nada comparable a la economía financiera… hasta que estalló".

Lo que no nos dice este observador es que la desconexión entre la economía real y la economía financiera no es accidental: que la economía financiera se disparó precisamente para hacer frente al estancamiento dimanante de la sobreproducción de la economía real.

¿Cuáles fueron los problemas de la financiarización como vía de salida?

El problema de invertir en operaciones del sector financiero es que equivale a exprimir valor de valor ya creado. Puede crear beneficios, de acuerdo, pero no crea nuevo valor –sólo la industria, la agricultura, el comercio y los servicios crean valor nuevo—. Puesto que los beneficios no se basan en la creación de valor nuevo o añadido, las operaciones de inversión resultan extremadamente volátiles, y los pecios de las acciones, las obligaciones y otras formas de inversión pueden llegar a divergir radicalmente de su valor real: por ejemplo, las acciones en empresas incipientes de Internet, que se mantuvieron por un tiempo al alza, sostenidas principalmente por valoraciones financieras en espiral, para luego desplomarse. Los beneficios dependen, entonces, del aprovechamiento de las ventajas ofrecidas por movimientos de precios que divergen al alza del valor de las mercancías, para vender oportunamente antes de que la realidad fuerce la "corrección" a la baja para ajustarse a los valores reales. El alza radical de los precios de un activo, mucho más allá de los valores reales, es lo que se llama la formación de una burbuja.

¿Por qué la financiarización es tan volátil?

Con la rentabilidad dependiendo de golpes especulativos, no resulta sorprendente que el sector financiero vaya de burbuja en burbuja, o de una manía especulativa a otra.

Puesto que está sostenido por una manía especulativa, el capitalismo inducido financieramente no ha dejado de batir registros en materia de crisis financieras desde que los mercados de capitales fueron desregulados y liberalizados en los 80.

Antes de la actual debacle de Wall Street, las más explosivas fueron la crisis financiera mexicana de 1994-95, la crisis financiera asiática de 1997-1998, la crisis financiera rusa de 1996, el colapso del mercado de valores de Wall Street de 2001 y el colapso financiero argentino de 2002.

El antiguo secretario del Tesoro con Bill Clinton, un hombre de Wall Street –Rober Rubin—, predijo hace cinco años que "las crisis financieras futuras serán con casi toda seguridad inevitables, y podrían llegar a ser hasta peores."

¿Cómo se forman, crecen y estallan las burbujas?

Sirvámonos, a modo de ejemplo, de la crisis financiera asiática de 1997-98.

* Primero: balanza de pagos y liberalización financiera impuestas por el FMI y el Departamento noteamericano del Tesoro.

* Luego, entrada de fondos extranjeros en busca de rápida y elevada rentabilidad, lo que significa que entraron en el Mercado inmobiliario y en el Mercado de valores.

* Sobreinversión, lo que llevó al desplome de los precios en el Mercado de valores y en el Mercado inmobiliario, lo que, a su vez, condujo al pánico y a la coinsiguiente retiada de fondos: en 1997, en unas pocas semanas 100 mil millones de dólares abandonaron las economías del este asiático.

* Rescate de los especuladores extranjeros por parte del FMI.

* Colapso de la economía real: la recesión se extiende por todo el Este asiático en 1998.

* A pesar de la desestabilización a gran escala, todos los intentos realizados para imponer  regulaciones nacionales o globales del sistema financiero fueron rechazadas con razones puramente ideológicas.

Volvamos a la presente burbuja. ¿Cómo se formó?

El actual colapso de Wall Street arraiga en la burbuja tecnológica de fines de los 90, cuando el precio de las acciones de las empresas incipientes en el mundo de Internet se disparó, para luego desplomarse, resultando todo ello en la pérdida de activos por valor de 7 billones de dólares y en la recesión de 2001-2002.

Las laxas políticas monetarias de la Rerserva Federal bajo Alan Greenspan estimularon la burbuja tecnológica, y cuando está colapsó dando paso a la recesión, Greenspan, tratando de prevenir una recesión duradera, rebajó en junio de 2003 los tipos de interés a un nivel sin precedentes en 45 años (al 1%), manteniéndolo en ese nivel durante más de un año. Con eso lo que consiguió fue estimular la formación de otra burbuja: la burbuja inmobiliaria.

En fecha tan temprana como 2002, economistas como Dean Baker, del Center for Economic Policy Research, alertaron sobre la formación de una burbuja inmobiliaria. Sin embargo, en fecha tan tardía como 2005 el entonces presidente del Consejo Económico de asesores de la Presidencia de la nación y actual presidente de la Reserva Federal, Bern Bernanke, atribuía el incremento de los precios de la vivienda en EEUU a "unos fundamentos económicos robustos", y no a la actividad especulativa. ¿A quién puede sorprender que el estallido de la crisis subprime en verano de 2007 pillara a este hombrecito con la guardia totalmente baja?

¿Y cómo creció?

Oigámoslo de boca de uno de los propios jugadores clave en los mercados, de George Soros: "Las instituciones hipotecarias animaron a los hipotecados a refinanciar sus hipotecas aprovechando la revalorización experimentada entretanto por sus casas. Rebajaron sus criterios de préstamo e introdujeron nuevos productos, como hipotecas a interés variable, hipotecas que 'sólo servían intereses' y 'ofertas promocionales' con tipos de interés para partirse de risa. Todo eso animó a especular con la vivienda. Los precios de las casas comenzaron a subir a un ritmo de dos dígitos. Eso sirvió para retroalimentar la especulación, y el alza de los precios inmobiliarios consiguió que los propietarios de casas se sintieran ricos; el resultado fue el boom consumista que ha sostenido a la economía estos últimos años."

Observando las cosas más de cerca, se ve que la crisis hipotecaria no resultó de una oferta superior a la demanda real. La "demanda" estaba, por mucho, fabricada por la manía especulativa de promotores y financieros empeñados en conseguir grandes beneficios a partir de su acceso al dinero foráneo que inundó a los EEUU de la última década. Ingentes volúmenes hipotecarios fueron agresivamente ofrecidos y vendidos a millones de personas que, normalmente, no habrían podido permitírselo ofreciéndoles unos tipos de interés ridículamente bajos, ulteriormente ajustables para sacar más dinero de los propietarios de casas.

¿Pero cómo pudieron las hipotecas subprime degenerar en un problema de tales dimensiones?

Porque los activos pasaron entonces a ser "segurizados": quienes habían generado las hipotecas, procedieron a amalgamarlas con otros activos en complejos productos derivados llamados "obligaciones de deuda colateralizada" (CDO, por sus siglas en inglés), lo cual resultó relativamente fácil dado que trabajaban con diversos tipos de intermediarios que, sabedores del riesgo, se deshacían de esos títulos de valores lo más rápidamente posible, pasándolos a otros bancos e inversores institucionales. Esas instituciones, a su vez, se deshacían del producto, pasándolo a otros bancos y a instituciones financieras foráneas.

Cuando aumentaron los tipos de interés de los préstamos subprime, de las hipotecas variables y de otros préstamos inmobiliarios, el juego tocó a su fin. Hay cerca de 6 millones de hipotecas subprime, el  40% de las cuales entrarán en impago en los próximos dos años, según estimaciones de Soros.

A los que hay que añadir otros 5 millones de impagos en los próximos 7 años, derivados de los tipos hipotecarios variables y de otros "préstamos flexibles". Pero los títulos, cuyo valor se cuenta por billones de dólares, ya se han infiltrado como un virus en el sistema financiero global. El gigantesco sistema circulatorio del capitalismo global ha sido fatalmente infectado.

¿Pero cómo pudieron los titanes de Wall Street desplomarse como un castillo de naipes?

Lo que ocurrió con Lehman Brothers, Merrill Lynch, Fannie Mae, Freddie Mac y Bear Stearns fue, simplemente, que las pérdidas representadas por esos títulos tóxicos rebasaban por mucho sus reservas, lo que condujo a su caída. Y más caerán, probablemente, cuando sus libros de contabilidad, que en los que ahora esos títulos figuran en el Haber, se corrijan para reflejar el actual valor de esos activos.

Y muchos otros les seguirán, a medida que vayan quedando expuestas otras operaciones especulativas, como las centradas en las tarjetas de crédito y en las diferentes variedades de seguros contra riesgos. AIG cayó por causa de su gigantesca exposición en el área no-regulada de los contratos de protección crediticia derivada (credit default swaps), unos derivados financieros que permitían a los inversores apostar dinero a la posibilidad de que las empresas no pudieran devolver los préstamos.  

Tales apuestas sobre impagos crediticios representan ahora un mercado de 45 billones de dólares, un mercado, como dicho, que carece de toda regulación. La ciclópea dimensión de los activos que podrían quedar dañados en caso de que AIG colapsara fue lo que movió a Washington a cambiar de idea e intervenir para rescatarlo, luego de haber dejado caer a Lehman Brothers.

¿Qué pasará ahora?

Puede decirse sin avilantez que habrá más bancarrotas y más nacionalizaciones e intervenciones públicas, desempeñando las instituciones y los bancos extranjeros un papel auxiliar del gobierno de los EEUU. Que el colapso de Wall Street irá a más y prolongará la recesión norteamericana. Y que la recesión en EEUU se comunicará a Asia y al resto del mundo, que sufrirá también una recesión, si no algo peor. La razón de esto último es que el principal mercado exterior de China son los EEUU y que China, a su vez, importa materias primas y bienes intermedios –de los que se sirve para sus exportaciones a los EEUU— de Japón, Corea y el Sudeste asiático. La globalización ha hecho imposible el "desacoplamiento". Los EEUU, China y el Este asiático andan ahora como tres prisioneros atados a una misma cadena.

¿Y en suma?

El desplome de Wall Street no sólo se debe a la codicia y a la falta de regulación estatal de un sector hiperactivo. El colapso de Wall Street hunde sus raíces en la crisis de sobreproducción que ha sido la plaga del capitalismo global desde mediados de los 70.

La financiarización de la inversión ha sido una de las vías de escape para salir del estancamiento, siendo las otras dos la reestructuración neoliberal y la globalización. Habiendo resultado de poco alivio la reestructuración neoliberal y la globalización, la financiarización pareció atractiva como mecanismo de restauración de la rentabilidad. Pero lo que ahora ha quedado demostrado es que la financiarización es una senda peligrosa que lleva a la formación de burbujas especulativas, capaces de ofrecer una efímera prosperidad a unos cuantos, pero que terminan en el colapso empresarial y en la recesión de la economía real.

Las cuestiones clave son éstas: ¿Cuán profunda y duradera será esta recesión? ¿Necesitará la economía de los EEUU generar otra burbuja especulativa para salir de esta recesión? Y si tal es el caso, ¿dónde se formará la siguiente burbuja? Algunos dicen que la próxima surgirá en el complejo militar-industrial o en el "capitalismo del desastre" sobre el que escribe Naomi Klein. Pero eso es harina de otro costal.

Walden Bello, profesor de ciencias políticas y sociales en la Universidad de Filipinas (Manila), es miembro del Transnational Institute de Amsterdam y presidente de Freedom from Debt Coalition, así como analista senior en Focus on the Global South. 

 

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