ECONOMÍA Y ECONOMISTAS

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La crisis actual ha generado un debate acerca de la formación y utilidad de los economistas, porque no han sido capaces de preverla. En particular, los macroeconomistas han sido caricaturizados como una generación perdida, formada con modelos matemáticos sin valor, incluso dañinos, que les impide formular una política económica con sentido práctico.

Los economistas del sector privado realizan previsiones sobre las ventas o cuentas de resultados de las empresas. Éstas se cumplen razonablemente, si no suceden hechos extraordinarios. Los economistas del sector público, realizan el mismo tipo de ejercicio acerca de la evolución del presupuesto. Los economistas académicos llevan a cabo el mismo tipo de previsiones acerca de toda una economía. Lo que nunca vamos a tener, es un modelo que sea capaz de prever una súbita caída del valor de los activos financieros y que, como consecuencia de ello, arrastre a todo el sector financiero y al sector real de la economía a una situación de profunda depresión.
Esto no es nuevo. Una de las implicaciones de la hipótesis del mercado eficiente es que si un modelo es capaz de prever una crisis dentro de, digamos, un mes, será conocido por el público, que actuará en consecuencia, y la crisis se producirá. En la actual crisis, el mercado no contaba con información completa acerca de las distorsiones que afectaban a todo el sistema, por lo que no pudo ser prevista.

Pero, incluso si contáramos con tal modelo, esto no evitaría la aparición de una crisis. En el mejor de los casos la suavizaría. Si en plena burbuja inmobiliaria, una teoría hubiese previsto una crisis financiera, hubiese ocurrido: la bolsa se hubiese desplomado e iniciado una espiral de reducción del endeudamiento -como la actual- provocando la contracción del consumo y la inversión, y de toda la actividad económica.

La economía es un sistema extraordinariamente complejo. Diariamente, se adoptan millones de decisiones de inversión, ahorro y consumo por parte de agentes privados y públicos que resulta literalmente imposible conocer en su totalidad. El mundo físico es determinista, excepto al nivel del núcleo atómico. Si conocemos las condiciones iniciales, es posible determinar la trayectoria completa de lo que estudiamos. El mundo económico -nuestras sociedades- no tienen determinadas sus evoluciones: nuestras propias creencias, opiniones y expectativas condicionan su evolución.

Moverse en ese entorno y prever su futuro no es tarea fácil. La profesión no cree que sólo con sofisticadas herramientas matemáticas -cointegración, análisis espectral- que utilizan la estadística y la econometría, sea posible entender completamente la realidad. Se incorpora la historia económica y también otros elementos institucionales que la sociología, el derecho o la ciencia política aportan. Esta visión más amplia se transmite en los periódicos y en las revistas dirigidas a un público informado, aunque no especialista. El problema, con esa visión más amplia, es que en la mayoría de los casos descansa sobre mecanismos y afirmaciones no probadas -o incluso imposibles de probar-. Con frecuencia, son meras especulaciones acerca de lo que puede o podría ocurrir, sin ofrecer un detalle de la secuencia de hechos que llevarían a ese escenario y convencer a los oyentes o lectores. Es imposible ser tomado en serio, desde un punto científico, si los argumentos que se ofrecen son elásticos, moldeables, porque reflejan sólo opiniones sin poder de demostración alguno.

El poder de la economía y la medida de su evolución y avance reside mucho más en los razonamientos subyacentes cuando se defiende una propuesta, que en la capacidad predictiva o en la habilidad para incluir todo lo que sucede en el mundo real.

La ausencia de esos elementos no descalifica a un campo de conocimiento o la convierte -como algunos han afirmado- en una ciencia "blanda". Los astrónomos y físicos se enfrentan a un gran problema para formular un modelo satisfactorio del Universo. Llaman "materia oscura" a la mayor parte del Universo que no es observable, para que sean compatibles las observaciones reales con sus modelos. Y esto a pesar de que la gravitación es la única ley que opera.

La incapacidad de muchos economistas para prever la crisis ha generado un debate sobre su utilidad, pero llenar su formación de conjeturas sin posibilidad de refutación y eliminar la teoría sería una catástrofe

Una economía sin matemática, estadística y econometría (pero también sin historia económica) sería un campo vulgar de conocimiento, que no hubiese apenas avanzado nada desde finales del siglo XIX y en donde no existirían hipótesis contrastables, sino meras opiniones incapaces de demostrar nada. Llenar la formación de los economistas de conjeturas sin posibilidad de refutaciones, hacer desaparecer la teoría y las técnicas cuantitativas, sería una catástrofe.

La economía y los economistas han cometido y seguirán cometiendo errores, porque no existe ni una bola de cristal ni un farsante como Nostradamus capaz de adivinar el futuro exacto de sistemas tan complejos como nuestras modernas sociedades. Aun así, los avances irreversibles conseguidos en el último siglo, han permitido mejorar el funcionamiento de las economías y el bienestar de los ciudadanos. Aunque muchos lo desconozcan.

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