¿POR QUÉ NO SE ORGANIZA UN DEBATE SOBRE LAS CAJAS DE AHORRO?

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Miguel A. Quinteiro Núñez

Creo que es un tema que está de actualidad, tanto por el “affaire” de la Caja de Madrid, como ante el debate gallego sobre la fusión de las dos que quedan, y en el que, al parecer, nadie tiene en cuenta la importancia de su localización, en función de los objetivos originales de su creación, ya totalmente olvidados.

Las Cajas no son bancos, son entidades creadas con carácter social, para combatir la usura, y facilitar el desarrollo de la actividad económica de las familias y las PYMES de su ámbito de actuación. En Galicia, de seis o siete que había en el siglo pasado, ahora se pretende fusionarlas en una sola. Así se quiere ahondar aun más en el abandono de una de sus principales características: mantener sus actividades de servicios financieros centrados en su entorno natural, basándolas en la proximidad y participación popular, manteniendo una competitividad basada en la cooperación, al tener diferenciadas sus áreas de influencia.

Pero en general, posiblemente siguiendo una estrategia de “política neoliberal”, la evolución de las Cajas en todo el estado español desembocó en un comportamiento y actitud que se aproxima al “modus operandi” de la banca privada, eliminando así un elemento de competencia en los servicios bancarios para las economías familiares y PYMES, y lo que es peor, desviar el patrimonio del ahorro popular hacia actividades y estrategias ajenas al entorno donde han tenido su origen.
Esa orientación dejó sin contenido una entidad fundamental para la planificación del desarrollo financiero de las Cajas de Ahorro: la Federación Gallega de Cajas de Ahorro, que teóricamente tenía una misión de unificación de criterios y control, se ha quedado en una inaccesible “oficina del defensor del cliente”. Algo parecido pasó con la CECA (Confederación Española de las Cajas de Ahorro) ya que, al convertirse en competidoras por concurrir en las mismas áreas geográficas, estas entidades suprimieron una mínima actividad de planificación y colaboración conjunta.

Ahora resulta que no solo se habla de competencia en el mercado mutuo, sino que se proponen y planifican nuevas formas de gestión, que estarían en total desacuerdo con sus origines y objetivos, cuando en realidad su vigencia y nicho de participación debería considerarse imprescindible, y no es exagerado pensar que, de haber persistido en sus practicas originales, habrían evitado entrar en la problemática de la actual crisis, tanto las propias Cajas como sus clientes.

Así pues es necesario evaluar si con las Cajas se está siguiendo el camino correcto, así como, en el caso de que se reconozca la necesidad de una reforma, aun estamos a tiempo de aplicarla y como debería de ser. Romper con la inercia de aplicar una visión sesgada, condicionada por unos principios mínimos impuestos por una estrategia de una planificación financiera especulativa, nos lleva a cuestionar las propuestas al uso y a formular otras nuevas.

Como demostración de la demanda de entidades que mantengan ese “estilo”, es el éxito relativo de iniciativas como COOP57 y FIARE, dos proyectos puestos en marcha en la línea de un ideal de entidades financieras orientadas a facilitar el desarrollo sostenible de la economía en su conjunto, gestionadas democráticamente por sus propios clientes y beneficiarios. También una mini encuesta telefónica, donde de 360 personas, el 81% pusieron de manifiesto su descontento con los bancos y cajas de ahorro, un 3% no supo o no quiso pronunciarse, y el resto (menos de un 16%) lo consideraban como una servidumbre inevitable dadas las características del mercado. Solo un 18% supo mencionar alguna diferencia significativa entre unas y otras.

Decir que las Cajas de Ahorro tienen que ser regidas por profesionales, equivale a suponer que tienen que comportarse como empresarios banqueros, cuyo objetivo único es acrecentar al máximo sus beneficios, precisamente cuando fueron creadas para contrarrestar esa actitud, que ha sido, aunque no quiera reconocerse, la causa principal de la crisis que estamos viviendo.

Decir que su actividad no puede ser orientada desde la política, significa que o no se tiene ni idea de lo que “significa” “política”, o que en realidad lo que se quiere es evitar que los verdaderos dueños del capital financiero participen en su control.

Es de desear que las Cajas actúen de acuerdo con el beneficio de toda la sociedad, contribuyendo a favorecer a las personas que participan en un desarrollo acorde con las necesidades reales y posibilidades de conservación patrimonial, con un beneficio equilibrado para sostener su actividad.

Hipócritamente, los reglamentos en vigor parecen querer contemplar esa circunstancia, pero no se aplica democráticamente (los representantes de los imponentes, son elegidos por sorteo) y las normas son totalmente antidemocráticas y proclives al chanchullo. (Prueba de ello está en que la batalla que se está librando en el caso de Caja Madrid)

Como imponente, quiero que mi representante sea accesible, conocerlo, y participar en su elección. Que pueda presentarse libremente, y hacer su campaña electoral, ya que actualmente no tiene acceso a sus posibles votantes, ni medios para explicar sus alternativas y actitudes.

Como ciudadano, prefiero que sean los políticos que se eligen democráticamente, a los que pueda pedir responsabilidades, los que se integren en una Asamblea en la que también deberán estar los sindicatos y asociaciones empresariales, entidades de carácter social y representantes democráticos de los clientes (ahorradores y usuarios), para que su “gobierno” y la orientación de su política económica esté en manos de los que han de beneficiarse en su conjunto de sus servicios, en amplio debate abierto ante las personas que constituyen nuestra sociedad.

Como persona, espero que se marquen claramente las diferencias entre una Caja de Ahorros y un banco privado, para que cada uno pueda elegir que hace con sus ahorros y disponibilidades económicas: o contribuye al desarrollo de una economía al servicio de la sociedad, o lo entrega a los especuladores y depredadores financieros, cuyo interés único es un máximo beneficio a costa de lo que sea y sin preocuparse de las repercusiones, como ha ocurrido en los últimos años, y por lo que se vé va a continuar ocurriendo.

He tenido la suerte (o desgracia) de ocupar el cargo de Consejero durante varios años en el Consejo de Administración de una Caja de Ahorros, por lo que conozco "algo" sobre el tema.

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