PARA COMPRENDER CÓMO AVANZA EL SISTEMA FEUDOCAPITALISTA

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Pascual Serrano

Nadie discute la responsabilidad del sistema financiero en la crisis económica que sacude nuestros países, en especial Estados Unidos y Europa. Pero, ¿qué ha pasado en el sistema informativo para que nada de esto se advirtiera? ¿dónde estaban los expertos, los analistas, los medios de comunicación cuando se estaba gestando el mayor fraude financiero global de la historia? En 2009, cuándo prologué primero el libro escrito por Juan Torres en colaboración con Alberto Garzón La crisis financiera. Guía para entenderla y explicarla y después, en 2010, ¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada?, planteé algunos elementos sobre la responsabilidad de los medios de comunicación en el fiasco financiero. Una minucia comparado con el trabajo del alemán Max Otte en su libro El crash de la información (Ariel).

Max Otte, experto en Economía y profesor en el Instituto de Ciencias Aplicadas de Worms, nos explica cómo nos toman el pelo cuando nos hablan de inflación, de PIB, de productividad, de datos de desempleo. Detrás de esas cifras aparentemente neutras hay toda una ingeniería que permite que parezca lo que los autores quieren que parezca. Pero El crash de la información va más allá del trabajo de descifrar el mundo de la información económica, nos ayuda a entender nuestro mundo desde la perspectiva del caos informativo que sufrimos: Internet, la comunicación de la política, la información empresarial. Porque Otte nos explica que, mientras aumenta la desinformación de los ciudadanos sobre las empresas, no deja de aumentar la información de las empresas sobre los ciudadanos a través del control de nuestros hábitos de consumo, mediante las tarjetas de crédito por ejemplo.

A diferencia de otros análisis, la obra no se centra en los medios de comunicación (lo que no quiere decir que el autor no considere que forman parte del sistema de desinformación), para Otte la desinformación va más allá del sistema informativo de los medios:

El hipercapitalismo y la consiguiente economización de todos los ámbitos de la vida tienen efectos fatales. (…) La sobrecarga informativa de los ciudadanos, la debilidad del Estado y el poder de los grandes consorcios y grupos de presión, que pretenden imponer sus normas a todos, propician que la diferencia de poder se vaya consolidando y extendiendo, de informa que impera cada vez más el capricho de los actuales señores de la economía mientras que las ciudadanas y los ciudadanos quedan a su merced en una sociedad regida de un modo neofeudal.

La sensación que tiene el ciudadano de sufrir la soberbia y el poder absoluto de las grandes empresas es constante: cuando nos llaman proponiéndonos compromisos contractuales que después no están dispuestos a enviarnos por escrito, cuando los bancos establecen unilateralmente sus comisiones, cuando se hace imposible contactar con la empresa y nos someten a ridículas conversaciones telefónicas con ordenadores u operadores malinformados y sin competencia para resolver nada...Como alternativa el autor propone una tercera vía, es decir, esa tímida y recurrente propuesta socialdemócrata de un Estado social con cierta capacidad de poner orden en el capitalismo, mientras la producción, la banca, y en general la gran economía, sigue controlada por la empresa privada. En su ingenuidad olvida que si el dinero y la economía fueran de propiedad colectiva no habría Estado que pudiera enfrentarse a ellos. ¿Qué otra cosa, si no, ha sucedido?

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