¿DECRECIMIENTO O BARBARIE? Serge Latouche

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Resumen de la charla pronunciada por Serge Latouche el 10 de febrero de 2011 a las 8 de la tarde, en el Colegio Mayor Larraona, en Pamplona-Irunea, organizada por el COLECTIVO DALE VUELTA – BIRA BESTE ALDERA (MOVIMIENTO POR EL DECRECIMIENTO)

Comienza la charla con la anécdota de su comida en Bilbao, en el transcurso de las Jornadas sobre Decrecimiento, “Decrecimiento y Buen Vivie”, en las que acaba de participar. En el restaurante había grabados de Marx, Groucho, no Karl, lo que le trajo a la memoria las palabras pronunciadas por ese humorista:
“¿Por qué nos tenemos que preocupar por el futuro? ¿Acaso el futuro se preocupa por nosotros? Para quienes compartan esa frase, poco les importa el “decrecimiento o la barbarie”.

¿Qué es la barbarie?

La barbarie la estamos experimentando ya, incluso en nuestros países, en los países más desarrollados y ricos del planeta. Especialmente en los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia, España). La política de corte neoliberal y reaccionario aplicada, por ejemplo, en España y Grecia, por gobernantes socialistas, en cuyos programas electorales y en sus políticas de partido, estaban contempladas medidas absolutamente contradictorias con las que se están aplicando, van en la dirección de sumir a grandes masas de la población de esos países en la más absoluta miseria.

Estamos ya caminando hacia la barbarie.

Pero, ¿cómo evitarla?

Para ello, lo primero es identificar la naturaleza de la actual crisis.

La crisis actual no es sólo una crisis económica, sino una crisis de civilización.

La actual civilización, la civilización occidental capitalista, que prácticamente se ha extendido por todo el mundo, se basa fundamentalmente en el crecimiento.

Justamente, el decrecimiento es la vía para evitar esa crisis global, el colapso de la sociedad a la que nos dirigimos inexorablemente, a causa de ese crecimiento exponencial que está agotando los recursos limitados de nuestro planeta.

¿Qué es el decrecimiento?

“Decrecimiento” es una palabra de uso habitual relativamente reciente. Antes de 2002 dicha palabra no se utilizaba con la cotidianeidad con la que se utiliza actualmente.

Es una palabra provocadora, que pretende lanzar un misil a la línea de flotación del actual sistema capitalista cuya “religión” neoliberal tiene un Dios: el crecimiento por el crecimiento para maximizar los beneficios del capital.

La palabra “decrecimiento” es, y eso se pretendió al utilizarla, una bomba semántica.

Surge como una respuesta al slogan del “crecimiento sostenible” lanzado por las minorías dirigentes mundiales.

Este concepto fue acuñado por El Club Mundial del Desarrollo Sostenible, que está apoyado por los mayores criminales ecológicos del planeta (Monsanto, Nestlé,…)

Y la sociedad ha caído en esa trampa semántica, la del desarrollo sostenible, la del crecimiento sostenible (términos contradictorios en sí mismos, habida cuenta del carácter limitado de los recursos de los que podemos disponer la humanidad en un planeta finito como es la Tierra).

Fruto de la colaboración (de Latouche), con un grupo de pensadores-activistas sudamericanos, constataron, que el desarrollo del hemisferio Norte era posible gracias a la destrucción del hemisferio Sur.

Después de la caída del muro de Berlín, el primer mundo, el bloque occidental, y el segundo mundo, el bloque socialista, se unificaron, y de hecho se convirtió en un solo mundo dirigido por el pensamiento y las políticas neoliberales.

Pero ese necesario decrecimiento no hay que extenderlo a todas las categorías de la realidad.

Hay que crecer en la calidad del agua en el mundo.

Hay que crecer en la calidad del aire que respiramos. (Alusión a lo que está pasando ahora mismo en Madrid, Barcelona, y otras ciudades españolas)

Hay que crecer en calidad de vida, en la alegría, en la felicidad.

Hay que crecer en la producción de trigo en el mundo, no para alimentar a los cerdos, a los animales, sino para alimentar a los humanos.

Hay que decir NO, al crecimiento por el crecimiento.

La sociedad occidental del crecimiento ha sido fagocitada por la economía, por el sistema capitalista.

El crecimiento es absolutamente imprescindible para aumentar los beneficios de los capitalistas. El proceso de acumulación del capital, descrito hace casi más de 150 años por Karl Marx, no Groucho, para el cual es imprescindible el crecimiento, sin importar si ese crecimiento es beneficioso o no para los seres humanos individuales o para la humanidad en su conjunto, es el motor del sistema capitalista.

Desde la II GUERRA MUNDIAL, un poco más tarde en el caso español debido al franquismo, se implantó en el mundo occidental la sociedad de consumo de masas.

Tres son los pilares de la sociedad de consumo en la que vivimos:

• LA PUBLICIDAD, que crea necesidades, en la mayoría de las veces falsas necesidades, que al no poder ser cubiertas por la inmensa mayoría de la población, se convierten en frustraciones. La gente feliz no necesita consumir. La gente frustrada, necesita consumir para conseguir una falsa felicidad. “No es más feliz quien más tiene, quien más consume, sino quien menos necesita”, o como dice un amigo suyo, “es preferible conseguir un nuevo amigo, que un nuevo coche”.

• LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA, esto es producir productos que van a durar un tiempo determinado, para que necesitemos renovarlos, y seguir consumiendo. (Ejemplo de las impresoras, que están programadas para averiarse aparentemente, y que cuando pretendes arreglarlas, resulta que es más barato comprar una nueva, con el consiguiente despilfarro energético y de materias primas, que reparar la que tienes.)

• EL CRÉDITO, proporcionado por esas instituciones filantrópicas, llamadas bancos, que “generosamente” nos facilitan el dinero que no tenemos (y que quizás nunca seamos capaces de tener) para poder comprar una multitud de bienes o cachivaches que no nos hacen ninguna falta. Como se ha podido comprobar los bancos prestan dinero hasta a los NINJAS (NO INCOMES, NO JOBS, NO ASSETS = NO INGRESOS, NO TRABAJO, NO BIENES (PROPIEDADES/GARANTÍAS)
Esos créditos a los NINJAS, o más conocidos como SUBPRIMES, créditos tóxicos, incobrables, son los que han sido el detonante de la crisis financiera, al ser mezclados indiscriminadamente con otros activos contaminando a toda la banca mundial, provocando la caída de Lehman Brothers, y poniendo al borde de la bancarrota a toda la banca mundial que ha debido ser saneada mediante la inyección de ingentes cantidades de dinero. Según estimaciones, la suma necesaria para el saneamiento completo del sistema financiero mundial se requerirán unos fondos equivalentes a entre 10 y 15 veces el PIB mundial.

A partir de la caída del muro de Berlín este modelo de sociedad se mundializa, se globaliza: TODO SE CONVIERTE EN MERCANCÍA.

El decrecimiento es un movimiento que pretende que la sociedad salga de esa “religión”, de la religión del crecimiento por el crecimiento, del crecimiento sostenido, que no sostenible.

Aunque tal vez sería mejor hablar de a-crecimiento, deberíamos convertirnos en agnósticos, o ateos, de la “religión” del crecimiento.

Debemos ser capaces de poner en marcha un proyecto alternativo, de construir otro paradigma.

Esto se hará de forma diferente en cada lugar, en cada país. Cada uno debe encontrar y construir su propia vía, su propia alternativa.

En realidad ese movimiento hacia una sociedad alternativa se inicia ya en la década de los 70: la SOCIEDAD AUTÓNOMA.

En dicha sociedad son los hombres los que forjan su propio futuro, y no dejan, que como ha sucedido en el actual sistema, el proyecto de la modernidad sea traicionado por la economía.

Eso es lo que ha pasado en Grecia, y está pasando en España: son los mercados los que dictan las decisiones neoliberales que deben asumir, o sí o sí, por los gobiernos socialistas, en contra de su propio programa, y lo que es más grave, en contra de la voluntad y los intereses mayoritarios de sus pueblos.

En el pasado, cuando los Reyes o los gobernantes ponían en marcha políticas que sumían en la miseria y la hambruna a sus pueblos, la solución era, relativamente, fácil: el pueblo se
rebelaba y enviaba a la guillotina a los sátrapas.

Pero ahora, ¿cómo guillotinamos a los mercados? ¿Cómo aplicamos la antigua ley de cortar la mano a los ladrones, y cortamos la “mano invisible” del mercado?

Frente a la actual situación, y para hacer frente al colapso que se avecina, no tenemos otra alternativa, para no sumir a la humanidad en la barbarie, que crear una sociedad de “abundancia frugal”, para que el mundo, que es limitado, lo pueda soportar.

Es importante que seamos capaces de crear una abundancia relativa de los bienes indispensables para la subsistencia y felicidad de todos los humanos dentro de un paradigma de frugalidad, de mesura y contención voluntaria y responsable.

¿Por qué es necesario ese cambio?

Porque el actual modelo de sociedad no es sostenible.

Y porque en esa sociedad, a pesar, o mejor, gracias a la frugalidad, viviríamos mejor.

Para entender porque no es posible el actual modelo de sociedad debemos explicar en qué consiste la “huella ecológica” y cuál es su actual dimensión a nivel mundial y a nivel de las distintas regiones y países.

¿Qué es la huella ecológica?

El hombre, las sociedades humanas, los países, la humanidad en su conjunto para vivir, para desarrollar sus actividades vitales, necesita espacio, tierra.

Necesita espacio para cultivar sus alimentos, para construir sus habitáculos, sus ciudades, sus vías de comunicación, necesita bosques y masas verdes para regenerar el anhídrido carbónico y transformarlo en oxígeno,...

Y la tierra, esa gran bola que flota en el espacio, aunque su superficie nos pueda parecer inmensa, es limitada.

En la actualidad cada persona está ocupando un promedio de 2,2 Has, lo que viene a suponer un 40% más de la superficie total disponible (descontando los océanos, las altas cumbres, los desiertos,…). Es decir que estamos ocupando y utilizando más superficie de la que disponemos, y eso es posible porque se la estamos robando (por la sobreexplotación de los recursos – combustibles fósiles y minerales – y el aumento de la contaminación de nuestros deshechos) a las generaciones futuras, a nuestros hijos y nietos.

Pero si vemos cual es la distribución entre los distintos países, vemos que los españoles estamos ocupando 3 tierras, que los estadounidenses ocupan 10 planetas, mientras que todos los países africanos ocupan mucho menos espacio de la Tierra del que les correspondería por su volumen de población; pero a pesar de su “generoso regalo”, en su conjunto los países desarrollados ocupan tanta superficie por encima de sus posibilidades, que en el conjunto, la humanidad necesitaría, en estos momentos, de tener disponible casi otra media Tierra adicional.

Pero veamos con más detalle lo que ocurre con los recursos energéticos.

El principal recurso energético que ha posibilitado el desarrollo de la sociedad actual, ha sido el petróleo. Y el petróleo está alcanzando su pico, su cénit, su máximo de producción, de acuerdo con la curva de Hubbert, geólogo norteamericano experto en extracción de petróleo, que predijo con increíble exactitud la fecha en la que se iba a producir el máximo de producción y posterior declive de los pozos norteamericanos.

Y es una realidad, que ya hemos alcanzado (2005), según unos, o estamos muy próximos, según otros (2012-2015) el pico del petróleo, el “peak-oil”.

La actual producción que se sitúa ligeramente por debajo de los 88 millones de barriles día, va a ser poco probable que se supere, y a partir de ahí es más que probable que empiece a disminuir, a pesar de la demanda creciente de petróleo.

La consecuencia inmediata de ese crecimiento exponencial es que estamos destruyendo, erosionando el suelo, los bosques tropicales en los que se concentra la mayor biodiversidad del planeta.

Según algunos científicos, estamos asistiendo a la SEXTA EXTINCIÓN. La QUINTA fue la de los brontosaurios…

El principal problema es que la velocidad de extinción de especies es en el actual proceso de extinción muchísimo más rápida: se están extinguiendo entre 50 y 100 especies al día.

Y además, este proceso está siendo provocado por el hombre.

Desde otro punto de vista, esta sociedad no es deseable: la desigualdad en el mundo avanza a pasos cada vez más acelerados. Las tres mayores fortunas del mundo equivalen al PIB total de África.

Y lo que es peor, incluso en las sociedades más ricas, más privilegiadas las personas no son felices, hay cada vez más infelicidad, más suicidios, hasta de niños…

Según la nef (new economics foundation, http://www.neweconomics.org), que ha creado y elabora el Índice de Felicidad (http://www.happyplanetindex.org), en el que se tienen en cuenta la esperanza de vida, la huella ecológica y el bienestar de la gente (satisfacción subjetiva en la vida), los países con mayor PIB per cápita, no son los que tienen mayor Índice de Felicidad: por ejemplo, EEUU ocupa el lugar 150, por debajo de China (31), Italia (66), Irán (67), Luxemburgo (74), Bélgica (78), Alemania (81), España (87), India (90), Japón (95), Reino Unido (108), Suecia (119), Francia (129), Grecia (133), Portugal (136).

Mientras que el pequeño archipiélago de Vanuatu, en el sur del Océano Pacífico, 1000 millas al este del norte de Australia, ocupa la primera posición, seguido por un sorprendente segundo puesto de Colombia, y una retahíla de países de Centro América y el Caribe (Costa Rica, Dominica, Panamá, Cuba, Honduras, Guatemala, El Salvador, Saint Vincent y Las Granadinas, Santa Lucía).

No es de extrañar que el puesto 13 lo ocupe un pequeño y no especialmente rico ni desarrollado país, Buthan, cuyo rey Jigme Singye Wangchuk, en 1972, introdujo ese concepto como eje director de la política que debía regir a su país, introduciendo importantes reformas que democratizaron el país que pasó a ser gobernado por un Consejo de Ministros y en el que recientemente se han realizado las primera elecciones para elegir democráticamente a la Asamblea Nacional.

Y el final de la lista lo componen países como Rusia (172), Estonia (173), Ucrania (174), República Democrática del Congo (175), Burundi (176), Suazilandia (177), y Zimbawe (178).

Podemos constatar que la sociedad del crecimiento, incluso en aquellos países que han tenido crecimiento, no es una sociedad feliz.

Pero lo pero, es que a partir de la reciente crisis, la sociedad occidental se ha convertido en una, de manera patente.

Aunque es cierto que este fenómeno, sociedad-del-crecimiento sin crecimiento, ya venía ocurriendo esto, pero de forma oculta, no tan evidente. Uno de los principales artífices de esta falsa sensación de crecimiento ilusorio de las últimas décadas, ha sido Alan Greespan, aunque el tema venga de los años 70, en las que se introdujeron las políticas neoliberales por parte de Reagan y la Tatcher. La fórmula empleada ha sido una reducción impositiva a las rentas más altas y a las rentas del capital, acompañada con una política monetaria expansiva, con unos tipos de interés muy bajos, que han favorecido un alto nivel de especulación.

Pero si hacemos un análisis más detallado de la evolución del PIB mundial de los últimos años, y deducimos del PIB TOTAL, los gastos de reparación, para compensar la destrucción provocada por la actividad económica (incremento de los gastos de sanidad como consecuencia del incremento de enfermedades provocadas por el deterioro del medio ambiente, gastos para la mejora del medio ambiente, o mejor para el menor deterioro del mismo, gastos en armamento para tratar de conservar las fuentes de energía, como el gas y el petróleo,…, actividades todas éstas que se incluyen como sumatorios en el cálculo del PIB tradicional), observamos que a partir de 1970 el PIB REAL, ha ido decreciendo.

Es decir que el decrecimiento real de la economía ya es un hecho que se viene produciendo desde la década de los años 70, aunque se haya mantenido la ficción, la ilusión, de que seguíamos creciendo. De hecho los beneficios de las clases dominantes seguían creciendo vertiginosamente y la concentración de la riqueza en menos manos se ha acelerado.

Aunque la sociedad en conjunto no experimentase en realidad ninguna mejora, hasta la reciente crisis teníamos la falsa “ilusión” de que seguíamos creciendo.

A partir de la presente crisis ya no tenemos ni esa falsa “ilusión” de crecimiento. (Aunque el proceso de progresivo enriquecimiento y concentración de la riqueza en cada vez menos manos se siga produciendo, pero ahora por el trasvase de riqueza de los más débiles de esos poderosos a los más fuertes – véase como Botín sigue haciéndose con el “botín” de muchos bancos extranjeros, y como pronto, y eso es de mi cosecha, le serviremos en bandeja, después de haberlas “acicalado” adecuadamente para la ocasión con el escaso dinero de todos los contribuyentes españoles, la parte más golosa de nuestras Cajas de Ahorro, último reducto de la banca social en nuestro país, aunque en estos últimos tiempos hayan sido objeto del pillaje y bandería de nuestra impresentable clase política).

Y ahora nos encontramos con la peor, la mayor, la más cruel, la más atroz, y la más maquiavélica de las paradojas (que ni Unamuno, genio de las paradojas, hubiese sido capaz de imaginar):

UNA SOCIEDAD DE CRECIMIENTO SIN CRECIMIENTO,

UNA SOCIEDAD DE CONSUMO SIN CONSUMO.

Y este decrecimiento forzoso e imprevisto, no es lo mismo que el decrecimiento voluntario y planificado.

LA AUSTERIDAD IMPUESTA NO ES LO MISMO QUE LA FRUGALIDAD ELEGIDA.

No hay nada peor que una sociedad del crecimiento sin crecimiento, ya que significa un incremento significativo del paro, y de que existan menos recursos disponibles para la sanidad, para la enseñanza, para la mejora del medio ambiente, para la lucha contra la contaminación,…

Estamos en una sociedad controlada por la oligarquía, por “los mercados”. Sege Latouche cuenta que en su reciente visita por Bilbao, le chocó la cantidad de cámaras de vigilancia que había por las calles, vigilándonos a todos, controlándonos a todos.

Eso no es más que una muestra de un fenómeno que se está extendiendo por toda Europa, el INCREMENTO DE LA REPRESIÓN.

Por todas esas razones hay que optar por una sociedad en decrecimiento.

Hay que activar el CIRCULO VIRTUOSO:

RE-EVALUAR
RE-VALUAR
RE-CONCEPTUALIZAR
RE-DISTRIBUIR
RE-UTILIZAR
RE-LOCALIZAR
RE-ESTRUCTURAR
RE-CICLAR

¿Cómo?

Cada país, cada región, cada localidad es diferente, y las vías tienen que ser y serán diferentes: no es lo mismo Texas que Chiapas.

Es necesaria una Revolución Cultural: lo primero que tenemos que cambiar es el propio paradigma de cada uno de nosotros.

Tenemos que cambiar nuestros conceptos tanto en lo relativo al consumo como a la producción de lo que necesitamos para vivir.

Y hay que actuar colectivamente, políticamente.

Este es un esquema del PROGRAMA REFORMISTA que se presentó en las últimas elecciones francesas:

• Conseguir que nuestra Huella Ecológica sea soportable: consumir mejor, relocalizar, evitando consumos energéticos innecesarios en el transporte

• Reducir el transporte internacional incrementando los costes del mismo con ecotasas apropiadas (anécdota del choque en Francia de un camión que transporta tomates españoles al Norte de Europa y de un camión que transporta tomates holandeses a España: resultado del choque, una inmensa salsa de tomate europea)

• Relocalizar las actividades

• Restaurar la agricultura tradicional campesina

• Reasignar los incrementos de productividad, reduciendo el tiempo de trabajo e incrementando el empleo

• Relanzar la producción de bienes “relacionales” que no consumen recursos

• Reducir el consumo energético por 4 (¿Por qué por 4? Simplemente tomaron la cifra de una organización de técnicos francesa NEGA WATT que calculó esa cifra, y que según ellos con esa reducción se podrían mantener prácticamente iguales los actuales estándares de vida)

• Restringir fuertemente la publicidad

• Reorientar el I+D: democratizar sus objetivos

• Reapropiarse el dinero:
- creación de monedas paralelas (locales, regionales)
- que el ahorro local se invierta en proyectos locales

En síntesis se preconiza una vuelta al estoicismo, del que Séneca fue un gran exponente español.

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