ISLANDIA TRAS LA QUIEBRA BANCARIA

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Helgi Gunnlaugsson, profesor de Sociología de la Universidad de Islandia, el 19/04/2010

En tan solo unos días, los bancos islandeses se vinieron abajo en octubre de 2008. El día 8, el mismo día que quebró nuestro mayor y último banco (Kaupthing), conocí a una profesora danesa de Criminología que daba una conferencia en Reykjavik, en la Universidad de Islandia. Se mostraba emocionada porque creía que ésta era una oportunidad fantástica para que los profesionales de las Ciencia Sociales en Islandia experimentásemos lo que es una sociedad en pleno colapso: una oportunidad para estudiar el impacto que tendría esta crisis en el bienestar de la población durante los próximos años. Para ser sincero, no estaba preparado para asimilar aquello en ese preciso momento, ya que me encontraba en estado de shock, como todo el mundo en Islandia. Aún así, en el fondo, supe que ella estaba en lo cierto.

El caos que se produjo a principios de octubre de 2008 nos pilló por sorpresa. Pensábamos que los bancos contaban con una buena financiación pues, durante el verano anterior a la crisis, tenían un alto nivel de rendimiento. De pronto, Islandia, una pequeña nación de tan solo 320.000 habitantes en el Atlántico Norte, aparecía en los medios de comunicación de todo el mundo… pero por ser la nación más afectada por la crisis mundial. La divisa nacional se devaluó drásticamente, pero los bancos aún lograron seguir funcionando al mismo ritmo. Desde el colapso, la población islandesa ha discutido vehementemente sobre las causas de la quiebra, sobre si la Administración y la comunidad empresarial se equivocaron y en qué, sobre el impacto que han tenido los factores externos en la crisis, etc.

Las principales figuras del gobierno y las elites empresariales nacionales culparon a factores externos, como la crisis global y la quiebra de Lehman Brothers; mientras que sus detractores se centraron en la responsabilidad nacional, como el poco acertado proceso de privatización de los bancos en 2002 y la laxa normativa de supervisión que se les aplicó a partir de entonces (además de la avaricia y el imprudente comportamiento de banqueros y empresarios nacionales). Las respuestas no están totalmente claras pero, con suerte, acabarán de perfilarse en un informe que publicará en breve una comisión parlamentaria islandesa. Puedo afirmar sin temor a equivocarme que la causa de la quiebra tiene que ver con factores tanto internos como externos.

Impacto de la crisis

Para nosotros, desde la Universidad de Islandia, era una cuestion importante saber exactamente cómo repercutiría la crisis en la poblacion. ¿Cuáles serán las consecuencias para nuestras instituciones sociales y para nuestra vida diaria? Es el caso, por ejemplo, del impacto de la crisis en el paro, que saltó del tradicional uno o dos por ciento a un histórico ocho por ciento en tan sólo unas semanas.

Gracias a la Historia y a la Literatura Sociológica Clásica (por ejemplo, las obras de Emile Durkheim, 1893-1964) se sabe que los cambios sociales repentinos, ya sea bajo la forma de crisis o de boom, tienen un impacto real en la sociedad. Los acontecimientos turbulentos tienden a afectar, de un modo u otro, tanto a las instituciones sociales como a nuestras vidas personales. No es sólo el cambio económico el que afecta, sino que un cambio repentino puede también minar los cimientos morales de una sociedad. Lo que solemos calificar como bueno o malo, correcto o incorrecto, lo que se espera de los otros, y lo que los otros esperan de ti. Todo esto puede verse en peligro en tiempos de crisis. En conclusión: se experimenta una creencia reducida en las normas y valores de la sociedad, lo que Durkheim califica de condicion anómica.

Aun así, es importante recordar que los cambios sociales bajo la forma de crisis económica o expansión no tienen un efecto inmediato: una sociedad no cambia su moral de un día para otro, de la misma manera que los individuos no cambian su comportamiento inmediatamente por el hecho de que cambie su situación social. La Gran Depresión del 29 en USA, por ejemplo, no tuvo un impacto inmediato en los índices de criminalidad del país.

Crisis y solidaridad social

En cuanto a los aspectos positivos, Islandia experimentó un incremento de la solidaridad social inmediatamente después del colapso. Todas las personas compartieron la crisis con otras personas y la sintieron, de un modo u otro, sobre su propia piel. Fue una experiencia que nos ayudó a relacionarnos más unos con otros, descubrimos un vínculo común (fortaleciendo nuestra conciencia colectiva, como Durkheim habría dicho). Mejoró la cohesión social e incluso ayudó al mantenimiento del orden social. Durante la protesta pública seguida a la crisis (ejemplificada por la llamada “kitchen revolution”, en la que la gente se reunió frente al Parlamento haciendo ruido con cacerolas y sartenes) se señaló a pocos (comparativamente) individuos como causantes de la crisis: el gobierno, la dirección del Banco Central y las agencias supervisoras, además de a un puñado de individuos de la comunidad financiera local que, supuestamente, fueron enloqueciendo en su avaricia y excesivas inversiones en el extranjero, hasta el estallido. Esta gente fue culpada de inmediato del destino de nuestra pequeña sociedad. Encontramos una voz común en nuestra condena a estas personas y a ciertas instituciones públicas, percibidas como culpables por sus acciones y sus no-acciones.

De alguna manera sentíamos también que formábamos parte de la historia, que vivíamos tiempos históricos. Normalmente la historia es algo que sucede en el pasado, pero en ese momento parecía que ocurría ante nosotros y que éramos parte de ella. Una sensación compartida entre muchas personas y que puede resumirse en frases como: “Yo estuve allí, en el centro de la ciudad, protestando en enero de 2009, cuando el gobierno fue derribado”. Esta experiencia da un sentimiento inmediato de pertenencia histórica y social. Islandia ocupa las primeras páginas en los medios internacionales y, curiosamente, parece que esto nos enorgullece.

Movimientos Sociales

Los movimientos sociales de base que se formaron en aquellos fríos días entre el otoño de 2008 y enero de 2009 supusieron un nuevo fenómeno para Islandia. Miles de personas se juntaban cada sábado ante el Parlamento, y cada día ya durante la última semana de enero, hasta que el gobierno conservador decidió renunciar. Se formó un nuevo gobierno interino y las elecciones celebradas en abril dieron el mandato a los socialdemócratas y al partido de izquierda verde. Fue una protesta pacífica en su mayoría que demostró que la gente puede influir en los procesos políticos y no sólo durante las elecciones generales.

Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que Islandia es un país próspero a pesar del colapso bancario y que la crisis no se detecta con facilidad en las calles. A quienes visitan Islandia les resulta difícil creer que el país esté en crisis: negocios numerosos, vehículos de motor de lujo y hermosas residencias privadas casi por todas partes. En 2007, Islandia era el país con mejor nivel de vida del mundo según la Organización de Naciones Unidas (ONU). Hoy el país se encuentra todavía en los puestos superiores de este listado, a pesar de estar gravemente endeudado.

Impacto de la delincuencia

Puesto que mi especialidad es la Criminología, las cuestiones sobre la delincuencia y la desviación social llamaron mi atención de manera especial. Cuando se conoce un acto delictivo atípico en Islandia, o incluso uno típico, desde los medios de comunicación se nos hace la misma pregunta: “¿Es este incidente, o el aumento de denuncias de diferentes tipos de delitos, resultado de la crisis?” Un incidente violento en el centro de la ciudad, explosiones domésticas, series de asaltos y robos, cultivo doméstico de marihuana, etc. ¿Son consecuencia de la crisis? ¡Cómo si no hubiese ocurrido nunca antes! De pronto, la crisis aparece para darnos un significado más profundo de nuestra existencia social con la que, quizás, podamos vivir más fácilmente. Al mismo tiempo, la crisis puede convertirse en la cabeza de turco, echándole la culpa de todo descuidamos otras explicaciones plausibles.

A menos de dos años del colapso, resulta en gran medida prematuro extraer conclusiones firmes sobre el impacto de la crisis en Islandia en cuanto a la delincuencia, de igual modo que en cuanto a otros aspectos de la vida social. Podemos vislumbrar algunos signos de cambio y nuevas tendencias para ciertos tipos de delincuencia, pero es demasiado pronto para saber con certeza si esto se debe a la crisis o si, por el contrario, son simplemente estadísticas coincidentes (porque siempre hay fluctuaciones estadísticas, especialmente en un pequeño país como Islandia, donde un pequeño cambio en los números afecta notablemente a los porcentajes. Por ejemplo: si durante un año se produce un homicidio y, durante el siguiente, dos, el incremento porcentual es del cien por cien. El índice de homicidios es bajo en Islandia (comparativamente), con menos de un homicidio por año sobre 100.000 habitantes.

Para detectar un cambio social necesitamos tener en cuenta una franja de tiempo más elevada que uno o dos años (una década, por ejemplo, parece más apropiado). Pese a esto, se puede asegurar que no hemos experimentado desde el crash un aumento de crímenes conocidos por la policía, u otras desviaciones del comportamiento social. No obstante, el Ministro de Justicia ha designado recientemente a un fiscal para investigar posibles casos delictivos relacionados con la crisis bancaria. En diciembre de 2009, su despacho había investigado cincuenta casos, lo que podría sugerir una generalización de actividades ilegales en la comunidad empresarial local.

¿Qué depara el futuro a Islandia?

Es necesario tener en cuenta que los islandeses e islandesas siempre han vivido soportando duras condiciones naturales, siempre se han ajustado a lo que tenían. Si las condiciones meteorológicas eran buenas, la pesca y la cosecha era fácil, pero algunos años ni siquiera existía el verano. Nos encanta el sol, pero nuestra mente está diseñada para saber que puede haber una tormenta en cualquier momento. Mientras duró el impresionante crecimiento económico... nos divertimos. Pero ahora más que nunca, cuando hacemos frente a la crisis financiera, Islandia tendrá que mantenerse firme en sus virtudes, ocupándose de lo que nos depare el futuro. Pero necesitamos mantener la crisis en perspectiva: no se perdió ninguna vida, los edificios se mantienen intactos y el país cuenta con ricos recursos naturales, en especial la pesca y las energías renovables.

La reciente solicitud de Islandia para incorporarse a la Unión Europea ha sido percibida por muchos como un oportunista intento de asegurarse ayuda externa para solucionar problemas domésticos. Curiosamente, la oposición a la UE no ha estado tan extendida en Islandia como lo está ahora en las encuestas locales. Sólo aproximadamente un tercio de la población en edad de votar parece estar a favor de unirse a la UE. Islandia, una pequeña y relativamente homogénea sociedad, geográficamente aislada, parece decidida a ocuparse de la crisis por sí misma. A pesar de todo, es evidente que si Islandia quiere continuar disfrutando de un moderno y elevado nivel de vida, la cooperación y la asistencia de la comunidad internacional es necesaria.

Publicado en Revista Pueblos nº 41. Traducción: Andrea García Falces, Jara Campelo y Ana Rivas

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