DEBATE NUCLEAR, PERO SIN CARTAS MARCADAS

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Isaac Rosa, en 'Público'

Visto el desastre de Fukushima, y ya que el chapuzón tipo Palomares frente a la central accidentada tendrá que esperar, los pronucleares se resignan a abrir un debate. Eso sí, no un debate a tontas y a locas, sino uno responsable, científico, sin prejuicios ideológicos ni demagogia, como repiten estos días.

Traduzcamos: “responsable” quiere decir que no cuestione el modelo energético y de desarrollo actual; “científico” significa que opinen los expertos pronucleares habituales –también hay expertos antinucleares, pero se ve que no son tan científicos-; “sin prejuicios ideológicos” es una forma de cerrar el debate antes de empezarlo, es decir, discutamos de seguridad pero sólo de seguridad, partiendo de que la nuclear es irrenunciable; y “sin demagogia” nos está pidiendo que debatamos sin tener en cuenta lo sucedido.

En definitiva: nos dicen “vale, jugamos, pero yo pongo las reglas, y traigo mi baraja”. Pues no, oigan: así no jugamos. De entrada, sus reglas son tramposas: limitan el debate a la mejora de la seguridad en las centrales, y además reducen todo a un problema técnico, científico, como si la energía nuclear no fuese una decisión política sino sólo técnica.

Pero además, la baraja ya la conocemos, y tiene cartas marcadas. No tragamos con los mismos argumentos de siempre sobre que la atómica es muy segura (ya se ve en Japón), barata (nunca incluyen en el cálculo la eventualidad de una catástrofe ni los problemáticos residuos) y de riesgo mínimo (vista la dimensión del accidente, cualquier riesgo es máximo por mínimo que parezca).

Pero sobre todo, no queremos ver sobre la mesa la carta más tramposa, el comodín con que suelen ganar la partida: el que dice que la energía nuclear es insustituible, dando por hecho que tenemos unas necesidades energéticas naturales, intrínsecas al género humano, que sólo pueden crecer y nunca menguar.

Pues no, oigan: no queremos debatir sobre energía nuclear, no sólo. Queremos debatir sobre energía, sobre el modelo de desarrollo y sus insostenibles exigencias. La partida que queremos jugar es otra.

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