LA INMIGRACIÓN ES UN DERECHO FUNDAMENTAL. ASÍ DE SIMPLE

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Gonzalo Fanjul

- Lampedusa y la crisis de los refugiados norteafricanos es exactamente eso: una crisis de refugiados (y, por tanto, una obligación moral y legal que admite muy pocos matices). El hecho de que Italia, Francia y el silencio cómplice del resto de la UE la hayan convertido en un debate sobre políticas migratorias demuestra únicamente hasta qué punto se han distorsionado los ideales de Europa y su sentido de la realidad: África y Oriente Próximo acogen a 5 refugiados por cada 2 que acoge Europa.

- Existe un debate migratorio, mucho más peligroso, que la crisis está mostrando de forma cruda. Es el debate del nosotros primero. Nuestros empleos, nuestro Estado del bienestar, nuestros "auténticos" finlandeses, españoles, franceses, italianos o húngaros. Nuestras sociedades blancas y nuestras raíces cristianas. Nuestro idioma catalán, vasco, español.Nosotros y nuestras costumbres van primero; por delante de todos los demás, incluso por delante de otros europeos.

- Pero sería idiota ignorar que los inmigrantes tienen su propio orden de prioridades, su nosotros primero: Nuestro derecho a ofrecer a nuestros hijos una vida mejor de la que nosotros hemos tenido. Nuestro derecho a la educación, al agua corriente o a no morir en un parto. Nuestro derecho a prosperar y a vivir sin miedo, aunque eso suponga hacerlo fuera de nuestros países de origen y arriesgarse al coste y al peligro de la emigración irregular. Somos más de 200 millones, los números se multiplican cada año y nuestros países nos necesitan más que nunca.

- Los conflictos migratorios son conflictos de derechos. Su derecho al desarrollo frente a nuestro derecho a conservar los privilegios y las sociedades que hemos construido con tanto esfuerzo. Del modo en el que ordenemos estos derechos de acuerdo a su importancia dependerá el futuro modelo de nuestras sociedades. Nada podrá impedir la llegada masiva de trabajadores extranjeros y de sus familias, pero el contrato social que alcancemos determinará las condiciones y los resultados de este proceso. Lo único que sabemos hasta ahora es que la obsesiva restricción migratoria vulnera normas éticas fundamentales y equipara el origen geográfico a un derecho feudal.

- Los Auténticos Finlandeses, la Liga Norte italiana o el Frente Nacional francés son la caricatura de un fenómeno mucho más amplio en el que participan partidos conservadores, socialdemócratas y nacionalistas de muchos otros países, empezando por el PP y el PSOE en estas mismas elecciones municipales y regionales. El empuje del nacionalismo (de alcance corto o largo; regional, nacional o europeo) no solo complicará aún más los ajustes sociales, económicos y culturales de un fenómeno que ya es complejo, sino que retrasará el reconocimiento universal de una nueva generación de derechos fundamentales.

- Aceptemos que existe un derecho a emigrar, a circular libremente y a buscar la prosperidad fuera de nuestras regiones de origen. Para vulnerar ese derecho debe haber muy buenas razones y la homogeneidad cultural no es una de ellas. Debemos aspirar a 'ordenar' el proceso migratorio para garantizar los derechos de los nuevos ciudadanos y de sus sociedades de acogida (incluyendo la sostenibilidad de los sistemas de bienestar), pero nunca a impedir la movilidad de las personas. Las plazas de guardería no son una cuestión de nacionalidad o de orden de llegada, sino de recursos públicos suficientes para atender a sociedades que cambian.

- Muchas ONG y organismos humanitarios contribuyen a esta visión cuando consideran que la emigración es el resultado del fracaso de los planes de desarrollo y no una estrategia para promoverlos. Cuatro de cada cinco haitianos que han escapado de la pobreza en los últimos veinte años lo han hecho en los EEUU. ¿Por qué esta es una mala noticia?

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