LA CRECIENTE IMPOPULARIDAD DE LA UNIÓN EUROPEA

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Vicenç Navarro

La Unión Europea tiene un problema grave. Están surgiendo movimientos populares anti Unión Europea (UE) en casi todos los países miembros de tal entidad político-administrativa. Es cierto que la UE nunca fue un concepto popular. En realidad, surgió de unas élites que querían establecer un mercado común para el cual se necesitaba una moneda, el euro, que pasó a sustituir a las monedas nacionales de la mayoría de países de la UE. Sólo en el Sur de Europa aquellos países que habían sufrido (España, Grecia y Portugal) dictaduras fascistas o fascistoides, la UE generó cierta ilusión, pues Europa representaba para la población de estos países la esperanza de salir de las odiadas dictaduras y alcanzar el sueño democrático que asumían era común en el resto de Europa. Incluso hoy, la UE es el sueño de ciertos movimientos secesionistas, como el movimiento independentista catalán, que ve en Europa la manera de independizarse del estado español. Pero, por lo demás, la UE nunca fue muy popular y ahora está siendo considerablemente cuestionada por amplios sectores de las clases populares. ¿Por qué?


LA EXPLICACIÓN CULTURAL IDENTITARIA

Una de las explicaciones que se dan con más frecuencia a este hecho es la explicación cultural identitaria que explica este distanciamiento (asumiendo erróneamente que hubo anteriormente un acercamiento) de Europa, como consecuencia de la desagregación de una identidad común –la europea- que ha ido diluyéndose con los movimientos migratorios que han sido una característica del establecimiento de tal entidad. Ni que decir tiene que las migraciones que han tenido lugar entre países de la UE y entre la UE y los países subdesarrollados (y, muy en particular, del mundo islámico) han acentuado unas tensiones sociales que han reavivado el sentido de pertenencia e identidad, al ser considerada esta inmigración una amenaza a la identidad nacional, atribuyendo la inmigración al establecimiento de la UE, con su compromiso con la movilidad de personal dentro de la UE.

Esta explicación cultural-identitaria, sin embargo, es claramente insuficiente, pues evita la pregunta de por qué este rechazo ocurre ahora y no antes. Tal explicación tampoco contesta por qué se identifica inmigración con el establecimiento de la UE. En realidad, y tal como ha señalado Goran Therborn –uno de los analistas más agudos de la realidad europea-. Europa ha sido un continente basado en la inmigración, con mayor variedad étnica incluso que EE.UU., el país considerado por excelencia como el basado en inmigración. La inmigración, per se, pues, no es la mayor causa del rechazo a la UE por amplios sectores de las clases populares. Para entender tal rechazo tenemos que recuperar categorías analíticas que han caído en desuso, tales como clases sociales, poder de clase y lucha de clases, categorías utilizadas por las dos tradiciones existentes en las ciencias sociales occidentales, tanto la marxista, como la weberiana, categorías prácticamente desaparecidas en los análisis actuales. Cuando analizamos la UE desde este prisma analítico (de las ciencias sociales tradicionales) podemos ver que la construcción de la UE se ha hecho en beneficio primordialmente del capital (y, muy en especial, del capital financiero) y a costa del mundo del trabajo. Los datos son claros y contundentes. Veámoslos.

¿QUÉ HA ESTADO OCURRIENDO EN LA UNIÓN EUROPEA?

Desde que la Unión Europea y su Eurozona se establecieron hemos visto los siguientes hechos:

1. En cada país de la UE (y todavía más en cada país de la Eurozona), las rentas del trabajo, como porcentaje de la renta total del país, ha ido descendiendo (pasando de representar como promedio de la UE-15 un 68% de las rentas nacionales, a un 56%) mientras que las rentas del capital (y muy en especial las rentas del capital financiero) han aumentado.

2. El desempleo ha aumentado en la mayoría de países de la UE, cuyo promedio ha pasado a ser más alto en la UE que en EEUU, revirtiendo una situación anterior (1950-1980) en la que el desempleo había sido menor en Europa que en EEUU.

3. Las condiciones de trabajo han empeorado, con aumento del porcentaje de trabajadores que indican estar estresados en el trabajo, habiendo alcanzado en 2009 la cifra del 52% del total de la población laboral en el promedio de la UE-15. También y relacionado con ello, la incidencia y prevalencia de enfermedades laborales relacionadas con el estrés ha aumentado notablemente.

4. La tasa de crecimiento del gasto público en transferencias y servicios públicos del estado del bienestar ha ido disminuyendo mientras que las tasas de crecimiento de las necesidades ha ido aumentando.

5. Los derechos laborales y sociales han ido reduciéndose.

Es lógico, por lo tanto, que la UE esté creando mayor rechazo entre amplios sectores de las clases populares. La inmigración sólo acentúa lo que existe ya en aquellos países: el deterioro del bienestar social y calidad de vida de la clase trabajadora y otros sectores de las clases populares. En realidad, la inmigración se ha utilizado por el mundo empresarial para abaratar el precio del trabajo y permitir el deterioro de las condiciones de trabajo. La negación de este hecho –verificable por la información empírica existente- por parte de sectores de las izquierdas ha contribuido a su pérdida de popularidad entre tales clases populares. En realidad, el enorme declive de la socialdemocracia en la UE se debe a ser percibida por estas clases populares como protagonista en la construcción de tal UE. No sólo los partidos socialdemócratas gobernantes en la UE, sino también la gobernanza de la UE (en la cual personajes de la socialdemocracia, como los Comisarios de Economía Asuntos Económicos y Monetarios, Pedro Solbes y Joaquín Almunia) han jugado un papel clave en el desarrollo de la UE y de sus políticas.

LA CRISIS ACTUAL Y CÓMO LA UE INTENTA SALIR DE ELLA

Esta realidad discriminatoria en contra del mundo del trabajo y a favor del capital se ha acentuado todavía más en la manera como se desea salir de la crisis. Las mismas fuerzas financieras, económicas y políticas (e incluso los mismos personajes) que nos llevaron a la crisis están ahora intentando salir de ella en términos muy favorables al capital y desfavorables al mundo del trabajo. Veamos los datos.

El país que ha sufrido mayor colapso de su economía en Europa ha sido Letonia, el cual ha sido forzado a hacer cambios sumamente favorables a las rentas del capital y muy perjudiciales al mundo del trabajo como condición de su entrada a la UE y a la Eurozona. Tales cambios impuestos por la UE y por el Comisario de Economía y Asuntos Monetarios de la UE, entonces Joaquín Almunia (personaje importante en el socialismo español), incluyó un recorte del 30% del salario de los empleados públicos, un descenso del 20% del gasto público, una bajada de salarios en todos los sectores de la economía (con el argumento de hacer la economía más competitiva), y otros cambios que crearon una disminución (en 2008-2009) de nada menos de un 25% de su PIB como consecuencia. Se calcula que las clases populares no alcanzarán el nivel de vida que tenían en 2007 hasta 2016, imponiendo así diez años de enormes sacrificios. Los recortes en sanidad, educación, seguridad social y empleo público han sido enormes, desmantelando el estado del bienestar.

Grecia ha sido también un país en que las políticas de austeridad están creando una gran movilización popular (que apenas sale en los medios) que han alarmado a la burguesía griega (cómplice con la UE en el desarrollo de tales políticas), pues cuentan con la simpatía de los agentes del orden, tales como la policía que se ha opuesto a reprimir tal agitación social. El futuro de Grecia es un interrogante.

En Irlanda, la política de austeridad ha forzado una movilización popular contra la clase política. Nunca antes había tenido Irlanda un rechazo tan marcado (y merecido) hacia su clase política. En Portugal, el capital financiero (incluyendo la banca portuguesa) forzaron un “rescate” de una enorme austeridad, que está dañando el estado del bienestar y estándar de vida de la mayoría de la población.

Y en España, como ocurrió antes en Alemania con el gobierno socialdemócrata presidido por el canciller Schroeder, el gobierno Zapatero es uno de los gobiernos más impopulares que hayan existido en España durante la democracia, resultado de las políticas de austeridad de su gobierno.

UN FANTASMA SE EXTIENDE EN LA UE

Aunque estos países son los casos más extremos, la realidad es que un fantasma recorre Europa y es el enfado hacia esta Europa que no es la Europa de los pueblos, sino la Europa del capital. Frente a esta Europa del capital, hay que establecer la Europa de los pueblos, con la alianza de las clases populares. Es importante para toda la UE, por ejemplo, que la clase trabajadora alemana recupere los salarios que le permiten su elevada productividad, a fin de que el consumo (y no sólo las exportaciones) contribuyan a reavivar la demanda doméstica a nivel europeo. Y es importante para el trabajador finlandés que se alíe con el trabajador español para que la burguesía, pequeña burguesía y clases medias de rentas altas en España paguen impuestos que hoy no pagan. Escribía un ciudadano finlandés en una carta al Financial Times que “mientras los finlandeses pagamos diligentemente los impuestos, ya que la honestidad es considerada un pilar de la sociedad, me resulta difícil ver como los euros de mis impuestos se gastan en apoyar a países que han mentido sobre su economías (Grecia) y en los que la evasión fiscal es un hobby nacional (España)”. Y el ciudadano finlandés llevaba parte de razón, aunque hay que añadir dos matices importantes.

Uno es que el trabajador español paga impuestos a niveles semejantes al trabajador finlandés. Ligeramente inferiores, pero no muy diferentes. El trabajador mejor pagado, el trabajador de la manufacturera en España ya paga alrededor del 72% de los impuestos que paga su homólogo en Finlandia. Es el mundo empresarial y financiero y las rentas superiores en España, las que pagan mucho menos que sus homólogos en Finlandia. Un rico en España paga en impuestos sólo un 23% de lo que paga un rico en Finlandia.

La segunda clarificación es que la supuesta ayuda finlandesa a España, en caso de “rescate”, no iría al trabajador español, sino a la banca española y extranjera, predominantemente alemana y francesa, que es la que recibiría el dinero que el Estado español obtendría para pagar la deuda. Y esto es importante. El trabajador finlandés y trabajador el español (y el trabajador griego, entre otros) tienen muchos intereses en común. Todos ellos desean que las rentas superiores, la banca y las grandes empresas, tanto en Finlandia como en España, paguen sus impuestos. Y que su dinero vaya a ayudar a las personas que lo necesitan y no a los bancos. Seguro que si se les pidiera su opinión a las clases populares de Finlandia y de España (y de la mayoría de países en la UE) sobre este tema, respondería afirmativamente y estarían de acuerdo. De ahí que el reto de las fuerzas progresistas en la UE sea mostrar los elementos e intereses que tienen en común los distintos pueblos y naciones existentes en este continente. Y construir sobre estos intereses una Europa del mundo del trabajo distinta a la que se está construyendo a beneficio del capital. Muchas propuestas se han hecho en esta dirección. (Ver mi artículo “El fracaso del neoliberalismo en el mundo y en la UE” en www.vnavarro.org).

Sé que una respuesta inmediata a esta proposición es desmerecerla como utópica, mostrando y defendiendo la situación actual como la única posible. Y ahí está precisamente el poder del establishment europeo tanto el financiero como el mediático y el político: han eliminado cualquier posibilidad de crear una alternativa. Pero que sea o no una alternativa dependerá de la movilización social. Y lo que hoy estamos viendo es una agitación social no vista desde los años sesenta, agitación que está ocurriendo a lo largo de este continente. La historia no ha terminado. El futuro de las izquierdas europeas es facilitar tales movilizaciones de protesta en contra de esta Europa, con el fin de crear una alternativa.

Vicenç Navarro, Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

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