¿Y SI LOS GRIEGOS, COMO LOS ISLANDESES, DICEN QUE NO?

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Antonio González Vieitez

Lo que nos están advirtiendo y gritando a los cuatro vientos los mandamases mundiales y europeos es que, si eso ocurriera, los ciudadanos griegos iban a despeñarse hasta los más profundos abismos del Hades y tirarían de nosotros para que los acompañásemos. El Presidente de la Comisión de la UE, Durao Barroso, truena como Zeus en el Olimpo. “No tienen alternativa. No hay Plan B”. “O sí, o sí” como dice el flamante nuevo presidente de la CEOE cuando le preguntan si los salarios tienen que anclarse con la productividad, en vez de con el coste de la vida como hasta ahora. (Anotemos cómo cualquier ContraReforma que se precie, tilda de antigualla inservible a todo contra lo que lucha, confundiendo groseramente lo último con lo nuevo).

A poco que recapacitemos, con estas simplezas nos quieren arrebatar toda posibilidad de pensar, indignarnos y reaccionar. Porque, si es verdad que no hay alternativa, la rebeldía y la insumisión, aparte de estar llamadas irremisiblemente al fracaso por inútiles, constituyen una manifiesta estupidez.

“O sí, o sí”

Y nos quieren empujar hacia los obscuros sumideros por donde se escurre la civilización y, sobre todo, quieren que nos sintamos como el Dante al tener que pasar por el consabido “Lasciate ogni speranza”.

Pero claro que hay alternativas. Y en acertar o en errar, en el definitorio campo del elegir, está convocada la condición humana. Porque otro mundo siempre es posible. Eso sí, para alcanzarlo, hace falta mucho coraje y mucha cabeza. Y que seamos muchos.

Pues bien, supongamos que los ciudadanos griegos dicen que no. Que no están dispuestos a 
1).- Admitir un segundo rescate europeo (con las mismas características que el primero, en cuanto a los contundentes recortes sociales, privatizaciones y nuevas vueltas de tuerca sobre la inmensa mayoría inocente de la sociedad). Porque el primero, que ya fue a cuchillo, no ha conseguido sacarlos del atolladero sino enterrarlos todavía más.

2).- Que su memoria histórica, como pueblo culto que sigue siendo, enseña que cuando se pretende imponer al “perdedor” unas condiciones tan brutales y unilaterales, los resultados pueden ser terribles. Ya Keynes (en su faceta más apasionada. Ver “Las Consecuencias Económicas de la Paz”, 1919) denunció que lo que se exigió a Alemania por el Tratado de París al final de la Gran Guerra, las endiabladas “Reparaciones”, estaban “fuera del reino de lo posible”. Los acontecimientos posteriores, inundados de odio y rencor, estallaron apenas veinte años más tarde en la barbarie del nazismo y la Segunda Guerra Mundial.

3).- El Banco Central Europeo (BCE), a diferencia de la Reserva Federal USA, que también tiene como objetivo estimular el crecimiento económico, solo está concebido para luchar contra la inflación. Y eso está originando un desastre. Es cierto que es el Banco Central más independiente de los Gobiernos que existe. Tanto, que tiene prohibido mantener relaciones con ellos y, por tanto, no puede ser su prestamista de última instancia. Solo puede prestar (en unas condiciones muy fáciles de cumplir) a los bancos privados. Hoy, el tipo de interés básico es el 1,25% y hay disponible en la práctica todo el dinero que se quiera. En esas circunstancias la banca privada, especialmente la alemana y la francesa, están cogiendo ese dinero a espuertas y colocándolo, por ejemplo en bonos griegos, al ¡¡¡¡17%!!! De forma que es el propio BCE, el mismo que tiene prohibido actuar con los gobiernos, uno de los principales culpables que los ciudadanos griegos no puedan levantar cabeza. Eso tiene un nombre, más bien dos, se llaman Especulación y Usura. Cuanto más tenga que pagar el Gobierno griego por sus bonos, más ganarán los bancos privados y más perderán los ciudadanos helenos. Se trata de una operación de suma cero. Y por eso son los bancos privados alemanes y franceses los más que empujan para que se siga “rescatando a Grecia”.

4).- Junto a todo esto se encuentra la labor “impagable” de las tres empresas más semioficialmente bucaneras de la historia de la economía mundial. Son las encargadas de valorar y justipreciar la solidez de todos los activos financieros importantes (Moody´s, Standard & Poor´s y Fitch). Que son las mismas que, con sus prácticas nefastas y presuntamente delictivas, tuvieron un papel determinante en la eclosión de la terrible crisis económica que todavía padecemos. Y son también las mismas que siguen poniendo notas, aprobando y suspendiendo. No solo eso, es que los Gobiernos de todos los países aceptan esa situación y, disciplinadamente, obran en consecuencia. Son las que, por ejemplo, al focalizar en un momento dado todo su potencial sobre Grecia, fuerzan, entre otras cosas, a que los procesos de privatización tengan que ser más presurosos y desconcertados. Y consiguen forzar a la baja el precio de esas empresas públicas, facilitando que los tiburones financieros puedan comprarlas a precios de saldo. No tienen reparos en nada. Hace ya un año, hicieron saber que estaban interesados en comprar las mismas “ISLAS GRIEGAS DEL MAR EGEO”. Incluso ahora, la UE tiene que pactar con las tres Hidras para que hagan la vista gorda, y no consideren como suspensión de pagos griega lo que ya casi sí lo es. Con el objetivo evidente de seguir apurando la situación y aprovechándose de ella hasta donde aguante.

Y a este esperpento es lo que, los actuales dirigentes, llaman la única alternativa posible. Porque es lo que dictan los mercados y a lo que hay que adaptarse. “O sí, o sí”.

Pero ¿y si los griegos, como antes hicieron los islandeses, (aunque a estos, como son poquitos y están perdidos allá en los boreales, los han podido esconder y ocultar a la opinión pública mundial) dicen que no?

Pues que entonces, el “único modelo posible” comenzaría a dejar de funcionar. Y que los dominadores financieros globales no podrían seguir explotando ese círculo infernal de dominio-opresión-descivilización-barbarie. La ruleta, el carrusel continuo, el tiovivo empezaría a frenarse. Y los gobiernos, ante la nueva alternativa, tendrían que comenzar a pensar en los ciudadanos más que en los mercados.

Y si hubiera suspensión de pagos en Grecia, ésta se tendría que afrontar de una manera del todo distinta. En vez de sacarle la piel a tiras a los ciudadanos, tendríamos por ejemplo que transformar al BCE. Y ni siquiera tengo que plantear que se nacionalice. Para empezar que, simplemente, los Gobiernos recuperen los instrumentos necesarios para plantear las políticas monetarias que se considere adecuadas. Porque la tan cacareada plena autonomía de los Bancos Centrales, no tiene por objetivo otra cosa que prohibir realizar esas políticas a los Gobiernos. Y lo mismo tendríamos que decir acerca de las propuestas de limitar las posibilidades fiscales y de endeudamiento público. Que están concebidas para disminuir hasta límites inimaginables la prestación, en condiciones, de los servicios públicos fundamentales y para cercenar las mejores expectativas a los ciudadanos, especialmente de las clases de menor nivel de renta.

En otro orden de cosas, las empresas privadas evaluadoras de activos financieros deberían de transformarse en instituciones públicas para dejar de contaminar las valoraciones.

Del mismo modo, debería de impedirse la especulación sobre activos financieros. Porque la función del sector bancario debería de alejarse de la implicación en la actividad productiva no financiera. Su verdadera función debería estar, como siempre debería de haber estado, en proveer financiación a la economía que ahora tenemos que llamar REAL, para distinguirla de esa “economía de casino” que ellos han construido y que tantas desgracias nos acarrea.

Por supuesto, la prueba del algodón de que estamos haciendo las cosas en serio es la desaparición absoluta de esos Estados-Corsarios a los que, con ánimo de legalizarlos y hacerlos compatibles, se conoce como Paraísos Fiscales.

En resumen apresurado, si los griegos dicen que no, se comienza a parar ese mecanismo inhumano que es la actual Economía de Casino, que nos está amargando la vida. Y si, después de los griegos, otras sociedades imitamos su ejemplo, estaremos en condiciones de abatir el instrumento de dominación más depredador en lo social, personal, político, ético, medioambiental, cultural, estético… que haya conocido el género humano. Y al tiempo que desechamos esa barbarie inculta, seremos capaces de ir construyendo, entre todos los habitantes del Planeta, ese Otro Mundo Posible que nos quieren negar porque dicen que “no hay alternativa”.

Y claro que es muy complejo. Y claro que es muy difícil. Y claro que es rompedor, lo que es necesario para poder construir. Y claro que es apasionante, necesario y factible. A todo esto estamos convocados.

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