LA IZQUIERDA QUE NECESITA EL MUNDO

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Antonio Aramayona, en 'El Periódico e Aragón'

No es noticia que la derecha se coaligue cara a las próximas elecciones o para formar gobiernos. Sus dirigentes lo acuerdan, sus militantes y votantes aplauden con fervor, y sanseacabó. Más aún, cuando en Aragón tenemos a un partido, el PAR, capaz de batir cualquier récord camaleónico con tal de seguir calentando sillones y poltronas (el fenómeno del partido deBiel daría para varias tesis doctorales). Y es que la fidelidad y el fervor del electorado de derechas son cada vez más parecidos al proceder de los seguidores de una religión.

SIN EMBARGO, parece que también hay atisbos de una posible unidad electoral de la izquierda para el 20-N en Aragón, lo cual, visto lo visto hasta ahora, rayaría en lo portentoso. Lo probable es que, de no obtenerse ese acuerdo, los grupos implicados culparían a la otra parte del negativo resultado o descargarían responsabilidades sobre las respectivas militancias. Y de haberlo, seguramente brotarían ipso facto de allí grupos políticos disidentes con la pretensión de salvaguardar la quintaesencia de los partidos originarios.

En cualquier caso, de poco serviría una unidad electoral sin una verdadera propuesta política y económica de izquierda. El PSOE, por ejemplo, está inundando algunos medios de comunicación con el eslogan "con Rubalcaba, sí", sin apenas decir una palabra sobre qué quieren hacer o deshacer Rubalcaba y el socialismo español. En otras palabras, están incurriendo en el mismo error de casi siempre: presentar candidatos, en vez de contenidos, obviando así que en nuestro país cada vez hay más gatos escaldados que quieren dejarse ya de buenas razones y fiarse solo de las obras contantes y sonantes, que son los auténticos amores.



GENERALMENTE, asumimos como principios intocables y cuasi sagrados que cualquier revisión o transformación de la sociedad o del mundo conduciría a alguna suerte de Armagedón planetario o al fin de la civilización occidental (considerada como la única y verdadera civilización). Pues bien, el verdadero objetivo de la izquierda debería ser ante todo la crítica radical del sistema actual y la lucha por un mundo más justo, solidario, igualitario y libre.

En efecto, el sistema que perpetúa en la pobreza a dos tercios de la población mundial parece mostrarse como intocable, pero apenas se pone, de hecho (olvidémonos ahora de retóricas y programas), en cuestión. Solo en el primer semestre de este año hay, según el Banco Mundial, 47 millones de pobres más en el mundo debido al "encarecimiento de los alimentos", pero el sistema no se pone en cuestión. Llevamos varios años oyendo hablar de crisis y posible recesión económica, estamos en manos del dictamen diario de unas agencias de calificación de riesgos que deberían estar con la boca cerrada dados los éxitos predictivos en el pasado, las empresas financieras y multinacionales aumentan sus beneficios año tras año en un mundo donde el desempleado del mundo desarrollado puede comer lo que otros miles de millones de seres humanos ni sueñan tener. Pero apenas se producen llamadas reales y veraces, de hecho (olvidémonos ahora de retóricas y de programas), a la lucha activa para cambiar la situación.

Toda la izquierda occidental procede de historias revolucionarias y del enfrentamiento directo con el sistema, por lo que debería saber que la derecha solo cede algo si se le arrebata por las buenas o por las malas. Una reforma agraria del y para el pueblo no será jamás producto de la iniciativa de la derecha terrateniente e improductiva. ¿Tanto cuesta revindicar real y verdaderamente una banca pública, un sistema impositivo y fiscal donde los que más tienen paguen lo que deben, una inspección fiscal que convierta en flagrante delito con penas graves de cárcel el fraude fiscal?

NO DEBE HABER red de enseñanza privada concertada mientras no estén completamente cubiertas las necesidades de la pública. No debe haber sanidad privada mientras no quede garantizada un sistema sanitario de calidad y global para toda la población. No debe haber un solo piso vacío mientras haya una sola persona sin vivienda. Debe desaparecer la confesionalidad de las instituciones del Estado.

Difícilmente se sostiene la legitimidad de un gobierno o de un sistema político europeo o mundial si no se regula exhaustivamente los flujos y transacciones financieras a través de los mercados de capitales, si no desaparecen los paraísos fiscales, si no se pone fin a la locura de la descomunal compraventa de armamento, si no se condona la deuda externa de los países del Tercer Mundo.

SI EN LOS PROGRAMAS electorales no hay nada de eso, si además resultan poco creíbles dichos programas, la ciudadanía susceptible a mensajes de cambio, transformación o revolución se va a pensar acudir a las urnas. Así, mientras la derecha no tiene el menor empacho en coaligarse para obtener y consolidarse en el poder, la izquierda, quizá presa del virus electoralista (consigamos, al menos, un escaño), vacila en su mensaje y en su actuación.

Profesor de Filosofía

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