REFLEXIONES EN TORNO A LA LEY DEL MERCADO ELECTORAL

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El mascador de papel

Carlos Ballesteros, en 'La revolución... de 7 a 9'

Las juntas electorales han tumbado 178 candidaturas para el 20-N y tan solo cuatro partidos se podrán presentar en todas las circunscripciones. Adivine usted cuales. ¡Exacto, PSOE, PP, IU, UPD! (http://politica.elpais.com/politica/2011/10/25/actualidad/1319533759_195487.html).

La modificación de la ley electoral que se realizó en marzo del año pasado (ya podían haber aprovechado para modificar muchas mas cosas en esa ley, dicho sea de paso) y que exigía el requisito de conseguir el 0,1% de firmas del censo electoral en cada circunscripción en el caso de partidos extraparlamentarios ha supuesto que, tras analizar las candidaturas y los avales hayan sido rechazadas 178 candidaturas y otras 1.145 listas hayan cumplido con la exigencia y puedan ahora competir por el voto ciudadano con las candidaturas pata negra (aquellas que no necesitan aval). En total, mil opciones menos que hace cuatro años se presentaran al escrutinio del 20-N. Equo ha conseguido sus objetivos y se podrá presentar en todas las circunscripciones que pretendía, de lo cual me alegro y le doy mi más sincera enhorabuena a todas las personas que han trabajado porque esto sea así.

Pero el tema es grave y merece a mí entender, aunque sea de manera breve y llevado de la inmediatez de la noticia, una reflexión en clave mercantil, en el sentido que se cuenta en el librito “El mascador de papel” de Liz Jensen, en el que se nos cuenta la historia de cómo una isla artificial –Atlántica-, todo un prodigio de ingeniería en medio del océano, ha prosperado sirviendo de vertedero de todo el planeta. Gobernada por “la Corporación La Libertad” la isla se administra como si fuera un hipermercado con cinco millones de clientes. El marketing sustituye así a la política, y los ciudadanos son considerados clientes. De la misma manera, el marketing electoral que se ha venido desarrollando de un tiempo a esta parte prima las formas (foto e imagen del candidato, relaciones con los medios, puesta en escena, mítines planificados para decir lo adecuado justo cuando el telediario conecta con él, uso de la web 2.0. etc.) frente al fondo, al debate, a las propuestas y las ideas. Para muestra un botón: un partido de los pata negra lleva negándose a compartir y abrir al público su programa electoral hasta el último momento.

La situación de las candidaturas me recuerda mucho a lo que una gran cadena de supermercados líder en España –Mercadona- hizo hace un par de años. Tras estudiar en sus lineales que productos y marcas tenían más rotación (lo que equivale a ser mas rentables) decidió suprimir aquellos que no cumplían un cierto criterio. Así se deshizo del 9% de ellos en un primer momento; mas tarde aplicaría una segunda vuelta de tuerca y si la primera vez se deshizo de 800 referencias, el número de la segunda se acercaba a las 1200. El ahorro así conseguido rondaba los 40 millones de euros, todo ello, eso si, hecho a favor y en nombre del “del consumidor”. Ahora nos han eliminado 178 posibilidades de votar, aplicando la ley de mercado y sacando de la oferta electoral (de las estanterías) aquellas candidaturas que no parecen rentables porque no vayan a alcanzar una compra mínima (medida en avales preelectorales, que ni siquiera en votos).

Es cierto que la racionalidad en la oferta era necesaria, para no caer en aquella “sopa de siglas” de las primeras elecciones democráticas de 1977. No es menos cierto que el coste económico y medioambiental de imprimir y tener disponibles en todos los colegios electorales papeletas de todas las posibles candidaturas en número suficiente es muy alto. Muchas son las razones que se podrían dar para esta reducción y racionalización del número de opciones. Pero también eran muchas las alternativas. Frente a la sopa de siglas, las listas abiertas; frente al coste, el voto electrónico…por poner dos ejemplos.

Creo que tod@ ciudadan@ tiene el firme derecho a expresar, mediante su voto, sus ideas y buscar de entre todas las posible aquellas que mas se acerquen a ellas. Coartar así la posibilidad de que en algunas circunscripciones unos no puedan decir lo que piensan es en alguna medida un atentado contra la libertad de expresión. Así si vivo en Madrid y me preocupan y me alineo con los postulados de, por poner un ejemplo, el Partido por un Mundo más Justo, cuyo fin último es la erradicación de la pobreza en el mundo a través de la acción parlamentaria y se han presentado ya a unas cuantas citas electorales podría votarles, pero si vivo en Albacete no. No me parece Justo. Como tampoco si soy simpatizante del Partido Andalucista pero vivo en Madrid, donde no ha alcanzado el número de avales suficiente.

En el librito antes mencionado hay un disidente Harvey Kidd, “un producto defectuoso de la sociedad” que no está de acuerdo con la idea felicidad que le vende La Corporación. Ésta, convencida de sus ideas y respaldada por la mayoría de los habitantes de la isla llenos de codicia y satisfechos con un sistema que les ofrece las mejores oportunidades económicas, va poco a poco modificando un sistema electoral para perpetuarse en el poder. Eliminar competidores, retrasar elecciones, preguntar “¿estas contento con nosotros en el poder?” y si la respuesta es afirmativa ¡para que convocar elecciones!…todo vale con tal de ser eficaz. Es la ley del mercado electoral. Espero que eso se quede en la novela. Como también espero que haya muchos Harvey Kidd en el mundo. De alguna manera los llamados indignados son (somos) eso. ¡Feliz democracia! No dejemos que el mercado también se apropie de este espacio de ciudadanía, responsabilidad y libertad.

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