¿POR QUÉ?

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Juan Torres López 

La aplicación continuada en Europa de medidas que en lugar de resolver los problemas los agravan, que no crean más actividad o empleo, como pretenden conseguir, sino que la destruyen; o el empecinamiento en imponer políticas para facilitar el pago de la deuda que en realidad merman los ingresos y lo hacen más difícil, obligan ya a preguntarse si se trata de un fiasco no deseado, una simple manifestación más de incompetencia, o si, por el contrario, no será que estamos ante una estrategia bien pensada para imponer a la fuerza soluciones muy drásticas que de una vez por todas eliminen cualquier tipo de trabas al dominio del capital en Europa.

Algunos, como el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, opinan que los banqueros centrales terminan por ser incapaces de resolver los problemas que tienen que resolver, como ahora antes y durante la crisis, como consecuencia de su ceguera ideológica. Afirma Stiglitz que leyendo continuamente solo aquello que ratifica sus ideas preconcebidas y sus esquemas ideológicos no pueden sino tomar una y otra vez medidas en el mismo sentido y que por ello es imposible que reaccionen con flexibilidad y modifiquen sus posiciones cuando la realidad está mostrando que lo que piensan y hacen es completamente inefectivo para conseguir los objetivos que dicen que quieren conseguir.

Otros, quizá en la línea de lo que viene escribiendo otro Premio Nobel, Paul Krugman, o incluso algunos de los economistas más ortodoxos, tenderían a creer que se trata más bien de un problema "mecánico", la inevitable consecuencia del mal diseño "de fábrica" del euro. Sin la necesaria articulación política que lo respalde, sin vías de escape y sin instrumentos para hacer frente a impactos muy asimétricos como los que la crisis viene produciendo, además de forma continuada, sería imposible que el euro proporcionase la imprescindible capacidad de integración y que, por tanto, que todo el entramado termine saltando por los aires como consecuencia de la imposibilidad de que los territorios de la periferia hagan frente a la situación por si solos, puesto que los procesos de ajuste que sin plena integración han de llevar a cabo les resultarán fatales y, además, solo comportarían esfuerzos inútiles debido a su magnitud y a la contundencia con que deberían ser aplicados.



Tengo la convicción de que ambas explicaciones deben estar influyendo en el hecho indiscutible de que las políticas que se vienen aplicando empeoren en lugar de resolver la crisis en la que estamos. Irlanda era el ejemplo que la propia Comisión ponía al resto de Europa de lo que debía hacerse para afrontar la crisis incluso pocas semanas antes de que tuviera que ser intervenida y sus bancos rescatados. En Grecia la situación no hace sino empeorar a medida en que se van aplicando las recetas de las autoridades europeas y lo organismos internacionales que actúan al unísono con "los mercados". En España la actividad, el empleo y el bienestar de la población se encuentran en peor situación que hace un año y posiblemente nos encontramos ya en una nueva recaída, y quizá más importante, de la economía que no puede ser considerada sino como consecuencia de las políticas de falsa austeridad (puesto que solo recortan derechos sociales y no implican más recogida de fondos) que se han aplicado en estricta obediencia de lo deseado por los mercados. Y en Italia se está a punto de producir una auténtica hecatombe si tenemos en cuenta que es la octava potencia industrial del globo.

Pero no creo, sin embargo, que se trate solamente de un asunto de incompetencia por ceguera ideológica y ni siquiera de que, efectivamente, el euro esté muy mal diseñado, aunque ambos factores creo que intervienen sin lugar a dudas, sino que me parece que lo que está pasando es también la consecuencia de la puesta en marcha de una auténtica estrategia bien pensada y articulada a la que interesa provocar la situación de perturbación en la que estamos para poder aplicar más fácilmente los ajustes que se pretende consolidar como constantes en la política europea para los próximos años.

Como han puesto de relieve diversos documentos de trabajo u oficiales de la Unión Europea, la idea dominante desde hace algún tiempo es que se está modificando la arquitectura mundial y que es preciso que los capitales europeos se ajusten de otro modo en el planeta para salir adelante, porque los mercados internos cada vez van a resultar menos capaces de proporcionar rentabilidad y acomodo adecuado a la escala con la que se ha de operar en los nuevos mercados. Y particularmente se tiende a pensar que Europa debe prepararse para ser competitiva con los países asiáticos que se cree que van a ser el polo de referencia principal de la industria, el comercio y las finanzas internacionales a medio y largo plazo.

Esa idea es la que está llevando a imponer los pactos suscritos hasta ahora fundamentalmente orientados a controlar salarios y a establecer mecanismos de estricta rigidez que aseguren estructuras de costes competitivas a las grandes empresas europeas dado que se reconoce que la estrategia orientada a situar a Europa en la vanguardia de la innovación y el desarrollo tecnológico ha sido un fiasco.

El Informe al Consejo Europeo del Grupo de Reflexión sobre el futuro de la UE en 2030 viene a mostrar esta posición de un modo bastante claro en torno a tres ideas fuerza fundamentales: hay que prepararse para competir con Asia, para ello es necesario reforzar las reformas que reduzcan costes y aseguren mucho mayor control y vigilancia sobre la actuación de los países miembros, especialmente en su gestión presupuestaria, y para ello es imprescindible avanzar en una mayor coordinación o incluso en la unión política.

El paso más importante y decisivo en ese camino es la puesta en marcha del nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad que se le ha presentado a la opinión pública como un simple fondo cuya puesta en marcha requiere una "pequeña reforma" en el Tratado de Lisboa (como dice textualmente la web de la Comisión: http://bit.ly/tKqAxS) cuando en realidad trae consigo es una filosofía neoliberal reforzada, una nueva autoridad mucho más antidemocrática y un nuevo corsé político mucho más ajustado impuesto al conjunto de los países miembros que va a suponer costes y desventajas para las clases trabajadoras y el bienestar social muy grandes y proporcionales a los beneficios que va a proporcionar a los bancos y grandes empresas europeas.

Se trata de un mecanismo que va a obligar a los países miembros "irrevocable e incondicionalmente", de modo que ninguno de ellos tendrá posibilidad de salirse del camino establecido, que consolida el recurso a los mercados como la vía de solución de los problemas financieros, cuando en realidad esa ha sido la causa de la crisis y su principal mecanismo de agravamiento y de contagio; y que va a acabar con los restos de soberanía sin contrapartidas de gobierno común europeo que quedaban en Europa.

En mi opinión, lo que mejor explica la contumacia a la hora de seguir aplicando medidas que no funcionan para lo que se dice que van a servir es que en realidad se están creando las condiciones de shock que justifiquen la puesta en marcha de estos nuevos mecanismos más centralizados de control y supervisión, que no de gobierno democrático, y que consoliden el ajuste terrible que se prepara en un nuevo marco de recortes sociales y de privatizaciones de servicios públicos.

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