CUANDO UNA DÉCADA ES MÁS DE DIEZ AÑOS

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de Jordi Sevilla en Mercados de El Mundo

Luces Largas, en 'Reggio's'

Lo malo no es que el FMI se haya sumado a quienes no creen posible cumplir, en medio de una recesión inducida, los objetivos de déficit en España. Lo malo es que, si lo conseguimos, sería peor porque lo haríamos a costa de agudizar el origen de los problemas económicos de nuestro país: el sobreendeudamiento privado de familias y empresas.

Con datos públicos, el endeudamiento de los sectores no financieros de nuestra economía ascendía, a finales de enero, a 2,872 billones de euros (el 267% del PIB), de los cuales empresas y familias contribuyen con 2,122 billones (74%), siendo las Administraciones Públicas el restante 26%. Las familias españolas, con 866.000 millones, acumulan una deuda superior a los 751.000 millones del conjunto de administraciones. Un resultado coherente con que nuestro endeudamiento desde el año 2000 haya estado vinculado a la vivienda y a la inversión privada en construcción, mientras que el Estado central tenía hasta 2008, y gracias al incremento asociado de ingresos, un superávit presupuestario que le permitía reducir deuda pública.

Desde el punto de vista de la deuda externa (aquella parte que tenemos que pedir prestada fuera para financiarnos), a 31 de diciembre de 2011 alcanzaba la cifra de 1,775 billones de euros, el 165% del PIB, con el siguiente reparto por principales agentes económicos: instituciones financieras, 716.000 millones; empresas y familias, 422.000 millones; y administraciones públicas, 282.000 millones de euros.

Por tanto, lo analicemos como lo analicemos, España tiene un problema mucho mayor de endeudamiento privado que de endeudamiento público. Sin embargo, parece que queremos centrar en este último el origen y la solución de todo el problema, y eso es lo que muchos creemos un grave error de enfoque, motivado por prejuicios político ideológicos similares a cuando en plena depresión de los años 30 del siglo pasado muchos gobiernos se aferraron dogmáticamente a la rigidez del patrón oro, agudizando con ello el problema de falta de demanda efectiva.

La cosa no tiene misterio: un país genera deuda externa cuando gasta más de lo que produce y cubre la diferencia con productos importados financiados con préstamos externos (déficit de balanza de pagos). Revertir este proceso, lo que se llama desapalancarse, exige hacer lo contrario: producir más de lo que se consume, para que la diferencia genere un remanente que permita amortizar la deuda. Los estudios sobre otros procesos históricos de sobreendeudamiento coinciden en que, hasta ahora, no hemos sido capaces de salir de ninguno de ellos en menos de una década. Y eso, con mucho sufrimiento social, políticas adecuadas y quitas generalizadas, como pasó con la deuda externa latinoamericana en los años 80. Pero, a veces, requiere más tiempo, como Japón.

Intentar conseguir ese superávit entre producción y gasto interno global a base de reducir el consumo público neto (déficit) es, no sólo imposible, dados los bajos porcentajes que, hemos visto, representa sobre el total de deuda, sino contraproducente porque reducir el déficit de forma acelerada obliga a adoptar estrategias que deprimen la producción agregada, sin que pueda ser compensado este efecto, a corto plazo, por los eventuales efectos positivos de las reformas estructurales que se adopten.

Desde 2007 el endeudamiento privado no ha bajado en España, como prueba de que en plena crisis recesiva, no basta con apretarse el cinturón para que familias y empresas puedan devolver los préstamos (el FMI apunta a la necesidad de adoptar quitas a familias, en préstamos hipotecarios), si no hay generación adicional de ingresos privados mediante estrategias de crecimiento económico a corto plazo, impulsadas desde lo público, en las que la creación de empleo sea la pieza angular, seguida de soluciones eficaces a los problemas bancarios que bloquean el crédito.

Entre el 2000 y el 2007, en plena burbuja inmobiliaria y con tasas de crecimiento económico envidiables, España fue capaz de crear 4.600.000 puestos de trabajo. La pregunta ahora es: sin esas condiciones excepcionales y aún con la reforma laboral, ¿cuánto tiempo necesitaremos para absorber esos casi seis millones de parados que tendremos a finales de año? Respecto al sector financiero, desde la creación del FROB en 2009 se ha seguido la misma estrategia: sanear sus activos tóxicos inmobiliarios mediante el incremento de provisiones, que alcanzarán a finales de año el equivalente al 14% del PIB y sucesivas rondas de capitalización, incluyendo fusiones. Un camino largo, que daña a la economía real al reducir el crédito, los beneficios de las entidades y su capacidad instalada. Como reconoce el Gobernador del Banco de España «el supervisor español no ha podido contar con un banco malo […] que haya comprado a los bancos sus activos malos y, en un momento, se hayan resuelto todos los problemas de las entidades supervisadas».

Es hora de que digamos en prosa lo que nos están diciendo los mercados con números: hemos escogido (o nos han impuesto y no sólo Angela Merkel) una estrategia de respuesta a la más grave crisis económica en 70 años, con origen en un sobreendeudamiento privado, que, incluso si funciona, necesitará más de una década para visualizar su final. Al centrarlo todo en recortes procíclicos de gasto en el sector público, al enredarnos en asuntos secundarios respecto a la recesión, como el modelo autonómico, al renunciar a estrategias de generación de ingresos (crecimiento), al no priorizar la creación de empleo y al no buscar soluciones rápidas a los activos dañados del sistema financiero, incluyendo su acceso al fondo europeo de rescate, estamos condenando al país a convivir con la crisis mucho más tiempo de los diez años promedio.

Esto sí que forma parte de la herencia. Pero de la herencia recibida con agrado porque, en ningún momento, el actual Gobierno ha planteado una política distinta, sino que sólo ha presumido de hacerlo más rápido: «en tres meses, lo de tres años». ¿Cómo se mide el éxito de una política económica? Porque el paro sigue aumentando, la prima de riesgo subiendo, la Bolsa cayendo y sólo el BCE nos separa de la intervención. ¿Pero es que no lo ven?

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