¿UN GOBIERNO MÁS TRANSPARENTE?

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Yorokubu

Quizá sepas qué es una Ley de Transparencia, quizá no. Quizá sepas lo que es abrir datos, quizá no. Quizá sepas qué es Open Government, quizá no. Lo que es seguro es que si eres español tendrás poca idea de lo que hacen las instituciones públicas con tu dinero. Y eso se debe a que seguramente no sepas qué son ni una Ley de Transparencia, ni abrir datos, ni Open Government. Y si lo sabes sabrás también que en España de eso hay poco. Al menos en las instituciones, porque gente trabajando para que éstas sean más transparentes sí hay.

Primer paso, definir el problema. Y Los políticos tienen uno importante. Un 8,6% de los españoles ve la corrupción como el principal mal del país y más del doble, un 19,4%, ve en la clase política en el origen de esos males, según datos del CIS. En las últimas elecciones generales, con la calle viviendo manifestaciones y concentraciones históricas y en medio de una crisis sin precedentes, un 33,97% de los ciudadanos con derecho a voto se abstuvieron, votaron en blanco o nulo. Uno de cada tres, ahí es nada. La ciudadanía siente que sus representantes les son ajenos, distantes, sienten que no solucionan sus problemas, sino que los crean y, paradójicamente, sienten que sus representantes no les representan. Un momento, ¿ese es un problema de los políticos? Posiblemente no, porque cuanto menos atención prestemos a lo que hacen más manga ancha para actuar tendrán. Y a la vista de la reacción de la ciudadanía en el último año parece que la sociedad empieza a tomar conciencia de lo importante que es tomar decisiones.

¿La solución? Puede pasar por saber mejor qué hacen nuestros representantes, ya que eso ayuda a capacitar a la ciudadanía a la hora de tomar decisiones y actuar en consecuencia. El run-run en este sentido, el de una mayor transparencia institucional, parece imparable. Si bien es cierto que hay gente en este país que lleva años trabajando por una Ley de Transparencia, para que las instituciones abran sus datos a la opinión pública y para que sepamos un poco más de lo que hacen los políticos con nuestro dinero, en los últimos meses el ruido ha aumentado. Ya en la anterior legislatura se habló un montón de estas cosas porque el Gobierno de entonces prometió una Ley de Transparencia, que es el texto que regula la forma en que se abren los datos de las instituciones a la opinión pública. Prometió pero incumplió. Y ahora el actual Ejecutivo recoge ese guante y prepara un texto que presentará de forma inminente.

La cuestión ha vuelto a cobrar vida en las últimas semanas porque se ha sabido que en el Congreso se trabaja activamente para ir abriendo poco a poco algunos resortes, compartiendo el sentido de las votaciones y otros detalles de la actividad parlamentaria. Pero algunas cosas no son vox populi hasta que un medio las publica. Este domingo El País dedicó un extenso reportaje este a reflejar la situación actual y la historia ha corrido como la pólvora en las redes sociales: somos el país más opaco de Europa, decían, y la opacidad corrompe, editorializaban. El caso español parece más sangrante si se compara con otros, como el de EEUU desde que llegó Obama.

Pero nada de esto es nuevo. En España existe Irekia, una iniciativa hacia el Gobierno Abierto del Ejecutivo vasco. Aquí tenemos a gente trabajando en la Coalición Pro Acceso, en Access Info o en Pro Bono Público. Organizamos concursos sobre iniciativas tecnológicas aplicadas como el Desafío Abre Datos, tenemos una ONG llamadaTransparencia Internacional España, proyectos de puesta en marcha inminente como Tu Derecho a Saber, o iniciativas ciudadanas como Civio. Tenemos, en fin, a expertos del tema como César Calderón, cuyo libro al respecto puedes descargar gratis. Y mucho más.

Entonces hay una ley en camino y muchos expertos en España que pueden dar buena cuenta de todo esto. Ahora falta saber si el texto legal que apruebe el Ejecutivo será suficiente. La cuestión no es menor, ya que una mala ley serviría para poco, porque no obligaría a ministerios, órganos e instituciones a compartir información con los ciudadanos. Pero hay cuestiones que son incluso anteriores a la existencia de una Ley de Transparencia o, incluso, de abrir datos. Cuestiones casi de sentido común que, precisamente por ser de sentido común, no está mal apuntar:

- La información es como un vaso vacío, si tú no lo llenas de agua, se quedará lleno de aire. Es decir, en este mundo de sobreinformación y de participación ciudadana de poco sirve que una institución se niegue a compartir información, porque la gente se las ingeniará para encontrar respuestas. El mejor ejemplo, las iniciativas #ApadrinaUnDiputado y #ApadrinaUnSenador, mediante las que varios centenares de tuiteros trabajaron investigando los patrimonios de cada diputado y senador para sacar todos los datos que Congreso y Senado habían compartido de una forma poco manejable. Así pues, estimados políticos, toca servir agua si no quieren que rellenemos con aire.

- El lenguaje más universal que existe ahora mismo para compartir información es el de la tecnología. Posiblemente un señor de mi pueblo (Piles, un precioso lugar al sur de Valencia) jamás pisará el Ministerio de Defensa para obtener información. Pero seguramente sí tenga un ordenador y una conexión a internet a través de los cuales ver la información que ofrezcan. Así pues, estimados políticos, compartan la información, pero háganlo usando la tecnología, que llega a todos.

- Hay que abrir datos, sí, pero antes hay que mejorar la información que ya nos dan. Hay muchísima información en las páginas institucionales, sean las de la Policía, las del Ministerio del Interior o las del Congreso. El problema es que gran parte de esa información es imposible de encontrar, está mal referenciada o es muy poco localizable. Antes de dar nueva información hay que encontrar una manera mejor de hacer toda la información existente accesible, encontrable, lógicamente interrelacionada. Así pues, estimados políticos, más que rediseñar páginas web y cambiar contenidos con cada cambio de Gobierno, piensen más en la arquitectura de la información y en formatos de búsqueda para aprovechar mejor lo que ya hay.

- Abrir datos servirá de poco si se hace como hasta ahora. Los diputados, por ejemplo, revelaron su patrimonio publicando PDFs escaneados y sellados. Con eso no se puede hacer nada (a no ser que surjan iniciativas como las de #ApadrinaUnDiputado). Los datos hay que publicarlos en tablas, en formatos útiles para explotaciones estadísticas, para hacer cruces, composiciones, análisis. Cada información compartida en un formato no explotable es una información que no ha sido realmente compartida.

- Usabilidad, bonita palabra, y más en un sentido informativo. Hay que hacer información ‘usable’, entendible, lógica, coherente. Si creo un espacio dentro de la web del Congreso para hablar de una de sus comisiones, apliquemos el sentido común y hagamos que cualquier información al respecto esté en ese espacio o pueda encontrarse en ese espacio. Abrir datos no es sólo dar toda la información, sino darla bien, con intención de que sea accesible, no pensando en esconderla.

- El diseño importa, claro que sí. No hacen falta colores bonitos, efectos espectaculares o fotos gigantes. Hace falta quitar la caspa de las páginas web institucionales, abandonar algunos diseños del siglo pasado y vender información de forma amigable. ¿Verdad que da gusto buscar la información histórica de las elecciones en el espacio que el Ministerio del Interior rediseñó hace poco más de un año? Luego uno mira el resto de la web de Interior y dan ganas de exiliarse.

- Abrir datos a lo loco lleva a poco: será necesario que se haga cierta pedagogía con ellos. Esa no será necesariamente una misión de las instituciones, sino de los medios de comunicación y de los propios ciudadanos. Ver las estadísticas de algo no es más que una enorme tabla de datos con números. Convertirlo en algo con sentido, algo que explique una realidad útil, será una labor informativa necesaria una vez se tenga esa información. Siempre que las instituciones no consideren crear canales propios de información y vender vasos con su agua en lugar de esperar a que otros hagan negocio con la suya.

- Emitir información está bien, pero abrir cauces para recibirla también. Qué importante sería que las instituciones públicas abrieran espacios de expresión a los ciudadanos a través de sus páginas web para que pudieran conocer la opinión de estos e incluso (fíjense ustedes) tenerla en cuenta. ¿Miedo a los trolls? Por si no lo sabe en su bolsillo tiene un DNI con un chip electrónico que casi nadie usamos, pero que podría ser una buena herramienta para identificar a todo aquel que quisiera comentar algo: si exigimos transparencia, debemos ser transparentes, y opinar libremente y dando la cara. Quizá la tan manida como poco usada fórmula de la Iniciativa Legislativa Popular esté condenada a triunfar a través de la web. No parece tan descabellado.

Llegados a este punto sólo cabe pedir transparencia. Transparencia porque sólo hay que tener miedo a que se vea lo que haces si haces cosas malas. Transparencia porque es un derecho de la ciudadanía saber lo que se hace con su dinero. Transparencia porque el votante debe saber qué hay de real detrás de cada promesa, debe poder exigir que le rindan cuentas y debe poder controlar lo que hace aquel que le representa. Transparencia porque sólo siendo transparentes se consigue una democracia más fuerte y, perdonen que insista, representativa. Porque por si no lo recuerdan, de eso va el asunto.

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