DESOBEDECER LA CRISIS

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Editorial del 'Boletín 21'

Quinto año de crisis balbuceando el mismo lenguaje que los cuatro anteriores. Recortes y colapso, estancamiento y empobrecimiento, cabeza gacha ante los 'mercados' y, en consecuencia, récords históricos de endeudamiento, de desigualdades y de los índices de paro. Salpimentados cínicamente con nuevos rescates bancarios millonarios abonados de nuevo con recursos públicos y el dinero de todas y todos. Mientras, a la vez y por contra, se azuza la peor ofensiva antisocial desde el final de la dictadura: en la inercia involutiva de la economía de casino que todo lo malogra.

Obsesionados neuróticamente por el déficit, encegados políticamente por el ajuste permanente y sumisos a los dictámenes de unos mercados financieros que nadie ha escogido, la crisis sigue golpeando y galopando. Y nos sigue interpelando. Con toda crudeza. Cinco años atrás, el estallido de la crisis financiera parecía anunciar que se abriría un profundo debate para replantear a fondo la insostenibilidad económica, social y ambiental del desarrollo capitalista y que se anunciarían otros caminos. Un espejismo en toda regla: desde 2007, crónica maldita del gran saqueo, sólo se han reforzado las dinámicas más perversas de un capitalismo ya senil. En una especie de doctrina del shock que pretende lanzar a la papelera de la historia derechos fundamentales irrenunciables, pilares básicos de la cohesión social e instrumentos imprescindibles para revertir la especulación y la recesión. Y anuncien que es por nuestro bien y que lo hacen por nosotros. En nuestro nombre y, encima, con nuestro dinero.



Callejón sin salida o libro abierto todavía, aquello obvio es que de esta crisis se sale. La inquietud es cuándo. El dilema es cómo. La pregunta es a qué precio. La respuesta es por qué camino. La clave, bajo qué modelo. ¿A la griega? ¿A la islandesa? ¿Con fórmulas propias? Si nadie nunca es neutral en un tren en marcha, desde Coop57 somos conscientes, años ha, que el único territorio liberado del que disponemos para construir otro futuro es la vida cotidiana. El hoy y el aquí. Allí dónde se demuestra que otras formas de hacer son posibles, el único lugar dónde hemos certificado que si, que si podemos, que si que hay alternativas.

Sobre ese sólido firme de la solidaridad que nos acoge, sobre las raíces hondas de los principios irrenunciables de la democracia económica y social y desde la práctica y memoria acumulada por el cooperativismo, constatamos que hoy es necesario comprometerse más que nunca. Y más y mejor: para fortalecer las alternativas que ya funcionan, para consolidar los útiles de los que ya disponemos y para reforzar todas las redes sociales y comunitarias: las que ya son y las que vendrán.

Activos y activadas por la transformación social, en la última asamblea general de Coop57 decidimos que una de las prioridades del 2012 sería, precisamente, el apoyo a la creación y mantenimiento de la ocupación. Exprimiendo todas las posibilidades a pesar de todas las dificultades, ante un contexto desbocado de crecimiento de la pobreza y de niveles máximos de desocupación y precariedades. El viento que nos agita a hacerlo, más fuerte desde el Encuentro 2011 celebrado en octubre pasado, silba que para salir de ésta habrá que hacerlo con más redes colectivas, con más consolidación cooperativa y con más, mucha más, implicación ciudadana. Barrio a barrio y pueblo a pueblo, para poder avanzar hacia un sistema integral de finanzas éticas y solidarias.

Hoy, semilla de la otra economía por venir, miles de personas ya se han comprometido con otro modelo socioeconómico, están destinando su ahorro a dinamizar la economía social y reactivar la económia social, están implicados con otra salida a la crisis. Con formas de consumo responsable y trabajo cooperativo arraigadas a la economía local, la innovación socioeconómica y el desarrollo comunitario. Y es que la casa común del futuro ya la estamos construyendo. En ello estamos: las primeras piedras de un vínculo social reforzado están puestas hace años. Y si vamos lentos es porque vamos lejos. Y porque a la parálisis del ?no se puede hacer nada? oponemos claramente la amenaza del buen ejemplo.

Siembra, riego y cosecha, hoy todavía es tiempo de batir la tierra. No será el mercado quien resolverá las necesidades humanas. No será el estado, hoy por hoy, quien erradique o reduzca las desigualdades sociales. Y entre la tenaza de un mercado enloquecido y un estado impotente, quedamos todavía nosotros y todo el potencial inexplorado del compromiso social y el apoyo mutuo. En la metáfora de un equipo pequeño que juega en un terreno hostil y adverso, pero que continúa bien dispuesto a seguir la partida. A cambiar de campo. A seguir labrando el futuro, sabiendo que con poco se puede hacer mucho y que, entre todas y todos, todo es posible.

Finalmente sólo gritan, siempre, para ver si nos acallan. Pero entre el fraude y la esperanza todavía, en medio de una sociedad mediatizada por el miedo, las posibilidades y opciones de una salida ética, solidaria y ecuánime a la crisis siguen siendo reales y urgentes, necesarias y posibles. Un nuevo paradigma viene incubándose hace tiempo y ya está reproduciéndose: la democracia económica y social, la grande desconocida por la que andamos caminando. Nadie dice que llegar será fácil. Ni mecánico ni automático: ningún cambio social lo es.. Dependerá de miles de gestos, de miles de microcoherencias, de miles de voluntades agregadas. Cuando todo sigue empezando y acabando al mismo lugar: en nosotros mismas.

Volver a empezar de nuevo y otra vez, es la hora de desobedecer la salida a la crisis que nos pretenden imponer. Escribía Fromm que "todo es posible porque hay persones que se atreven a decir no al poder que sea, en nombre de su conciencia; la evolución depende la capacidad de la desobediencia". La economía, ciertamente, o la hacemos nosotros o será hecha contra nosotros. O la hacemos cooperativa y de escala humana o no será cooperativa. Y hoy, tras cinco años de crisis y fraudes, sobra decir lo obvio: que dejarla en manos de los tiburones de los mercados financieros y sus gestores sería peor que una irresponsabilidad colectiva. Sería una suicidio.

Si el presente siempre es el vértice donde se cruzan pasado y futuro, recorremos incesantemente a la memoria de un futuro anterior. En el lejano 1809, en la proclama de la Junta Tuitiva de La Paz (Bolivia) que proclamaba la independencia se afirmaba: "hemos guardado un silencio demasiado parecido a la estupidez". Es tiempo de no callar. De deconstuir todo silencio para salir de la crisis. Y tal y cómo dice la concurrida proclama del siglo XXI... esperadnos, porque estamos llegando.

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