RAJOY Y LA LEGITIMACIÓN DE LA DESIGUALDAD

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Antoni Jesús Aguiló, en Rebelión

Que los efectos de la crisis y los recortes han aumentado la desigualdad en España no es una apreciación subjetiva, sino una evidencia empírica constatada, entre otros informes, por la “Memoria sobre la situación socioeconómica y laboral de España 2011”, elaborada por el Consejo Económico y Social. “El impacto social de la crisis en España se está traduciendo en el claro empeoramiento de las condiciones de vida de la población, el aumento de la desigualdad y el debilitamiento del Estado de Bienestar”, afirma en la página 571.

Todas las ideologías políticas cuentan con discursos más o menos elaborados sobre la desigualdad. El discurso dominante en una determinada época y sociedad depende de una pluralidad de factores económicos, sociales y políticos, pero como enseñaran Marx y Engels [1], las ideas dominantes de una sociedad en realidad son las ideas de la clase dominante, reiteradas por el discurso neoliberal. El aumento de la desigualdad en España no es un efecto no deseado o coyuntural de la eufemísticamente llamada política de austeridad, sino su componente más impactante y dramático. Se nos dice que lo que ocurre es culpa de la herencia recibida, que no hay dinero en las arcas públicas, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que la austeridad es la única solución y que vamos en la buena dirección, pero no nos dicen que, en el fondo, lo que late tras una austeridad que sobrepasa los límites de lo tolerable es la creencia en la desigualdad social como algo normal y natural, sólo que se presenta camuflada con la retórica pública del sacrificio colectivo y la inevitabilidad.

El neoliberalismo es la versión del capitalismo más radicalmente opuesta a la igualdad que ha existido en las últimas décadas. Hayek y otros economistas neoliberales legitiman la desigualdad en términos sociales y económicos fundamentándola en la desigualdad natural de talento, capacidades y aptitudes que existe entre los seres humanos para procurarse el bienestar y acceder a la posesión y disfrute de bienes materiales. En unas declaraciones de 1981 concedidas a un semanario alemán [2], Hayek afirma que en una sociedad “la desigualdad no es lamentable, sino extremadamente deseable e incluso necesaria”, ya que es el mecanismo que garantiza el dinamismo económico y el funcionamiento del libre mercado.

En un articulo de 1983 publicado en el periódico Faro de Vigo bajo el título “Igualdad humana y modelos de sociedad” [3], Rajoy, por entonces diputado autonómico de Alianza Popular, hacía una encendida defensa de la admirable “búsqueda de la desigualdad” entre los seres humanos y criticaba los ideales igualitarios de las sociedades que “suprimen el natural instinto del hombre a desigualarse, que es el que ha enriquecido al mundo y elevado el nivel de vida de los pueblos”. Un año después, en otro artículo de opinión, “La envidia igualitaria” [4], publicado en el mismo medio informativo, Rajoy se reafirmaba en sus posiciones políticas antiigualitarias (“la igualdad implica siempre despotismo”) en materia económica y social, abogando por un sistema de relaciones sociales jerárquicas y desiguales: “La igualdad biológica no es pues posible. Pero tampoco lo es la igualdad social: no es posible la igualdad del poder político”. Y un poco después, invocando la idea de la superioridad natural de unos individuos sobre otros, concluye que, dado que “la naturaleza es jerárquica, engendra a todos los hombres desiguales”, la igualdad social sólo puede ser el resultado de la imposición de la “dictadura igualitaria”.

“La primera fuente del mal es la desigualdad”, escribía Rousseau [5], que distingue entre dos tipos de desigualdad: la desigualdad física o natural (edad, salud, fuerza, etc.) y la desigualdad moral o política, un fenómeno social consistente “en los diferentes privilegios de que algunos disfrutan en perjuicio de otros, como el ser más ricos, más respetados, más poderosos, y hasta el hacerse obedecer” [6]. Las políticas neoliberales de austeridad son una fuente de desigualdades crecientes que significan, entre otras cosas, el despojamiento gradual de derechos de la población y el secuestro de la soberanía popular por parte de élites económicas y políticas. El resultado nos es familiar: cientos de miles de desempleados, enfermos y pensionistas con dificultades pagar sus medicamentos, miembros de la empobrecida clase media que acuden a los comedores sociales, duermen en las calles o que, cuando la solidaridad del entorno familiar o vecinal no da más de sí, se ven obligados a robar para sobrevivir, inmigrantes privados de atención sanitaria pública, etc. Casi treinta años después, el elogio de la desigualdad de Rajoy no podía ser más actual.

Notas
[1] Véanse La ideología alemana (1845-46) y el Manifiesto del Partido Comunista (1848).
[2] Wirtschaftswoche, edición del 6 de marzo de 1981.
[3] Faro de Vigo, edición del 4 de marzo de 1983.
[4] Faro de Vigo, edición del 24 de julio de 1984.
[5] “Réponse au roi de Pologne” [“Respuesta al rey de Polonia”], en Rousseau, J-J., Oeuvres complètes, volumen 1, París: Armand-Aubrée, 1832, pág. 63.
[6] Rousseau, J-J., Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 1999.


*Antoni Jesús Aguiló es investigador en filosofía política del Núcleo de Estudios sobre Democracia, Ciudadanía y Derecho (DECIDe) del Centro de Estudos Sociais de la Universidad de Coímbra (Portugal).

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