REESTRUCTURACIÓN GLOBAL DEL SISTEMA FINANCIERO

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Mikhail Khazin, en Worldcrisis.ru

El FMI ha legalizado el pisoteo del “sagrado derecho a la propiedad privada” al organizar la supresión de los pasivos de los bancos.

Desde que fuera declarada la reforma confiscatoria en Chipre ha pasado ya bastante tiempo, su forma fue cambiada sustancialmente (si al principio se trataba de una reforma puramente confiscatoria, ahora se combina con la bancarrota de los bancos). Hubo mucho ruido ¿pero se puede sacar alguna conclusión a largo plazo – aparte de constatar las pérdidas concretas de personas concretas? Creo que ya se puede decir algo.

Toda esa reforma es la consecuencia de unos procesos bastante a largo plazo. El que el sistema financiero mundial no podrá devolver todo el dinero que en él fue invertido, quedó claro al poco de producirse la crisis sub-prime de la hipoteca, cuando todos han podido constatar que el rápido crecimiento, que era la única manera de compensar las brechas en el balance entre los malos activos y los pasivos reales, no se había producido. Desde el punto de vista económico tal cosa se podía predecir desde el principio, dado que todo el modelo económico del inflado a través del crédito se había construido sobre un solo principio básico.

Su sentido consistía en que en la circulación monetaria del momento se introducía la demanda final (es decir, dirigida al consumo propio y no a la reventa) de un futuro cada vez más alejado. Con el descuento, naturalmente, y además el descuento elegido con el máximo de optimismo. O sea que no simplemente se preveía utilizar el consumo de los hogares de aquí a cinco, e incluso diez años, sino que se presuponía que la economía iba a crecer todo este tiempo al ritmo máximo.

Dado que cualquier activo está introducido en la cadena de la compra-venta, que inevitablemente acaba en el consumo final (por parte de los hogares o del estado), entonces todos los activos bancarios tenían valor únicamente en tanto que detrás estaba la demanda de alguien de los períodos venideros. Así que todo iría bien, pero después del otoño de 2008 quedó claro - que no solamente no habría crecimiento, sino que posiblemente se produciría la caída. Lo cual significaba que la demanda final de los futuros períodos había que reconsiderarla hacia su reducción, mientras que nadie pensaba tocar los depósitos, expresados en los precios actuales.

Es decir que la reestructuración del sistema bancario era inevitable. Las desproporciones de caja de los últimos años fueron paliados mediante la emisión, pero la caída de la demanda (que seguirá cayendo ya que a los largo de los últimos 30 años se estimulaba únicamente a través del inflado a través del crédito) superará con mucho esas desproporciones de caja. Realizar la emisión de semejantes proporciones es sencillamente imposible – causaría una inflación catastrófica. ¿Y qué hacer en semejante situación?

Existen dos soluciones fundamentales. La primera consiste en “reducir a cero” a todo el sistema bancario actual, poner en bancarrota a todos los bancos, anular todas las deudas y créditos y comenzar a vivir de nuevo. No se puede excluir que la anulación de la deuda de los hogares proporcionara un potente estímulo para el posterior desarrollo económico (aunque es cuestionable), pero en este caso todo tropieza ya no con los problemas de la economía, sino con el problema de las élites y la política. Hablando en plata, los bancos tienen dueños, y no son de los últimos en la escala social, máxime teniendo en cuenta que a lo largo de los últimos decenios el porcentaje del sector financiero en el PIB de la mayor parte de los países ha aumentado considerablemente. La desaparición de los viejos bancos y la aparición de los nuevos (muy probablemente – controlados por otras personas) es algo inaceptable para esta parte de la élite mundial, y de momento son lo suficientemente fuertes como para no permitirlo.

De manera que surge la variante alternativa: simplemente eliminar las obligaciones por parte de los bancos existentes – dentro de los límites que permitan su conservación y el papel predominante en la economía mundial. Aunque, ciertamente, surge el problema con los depositantes engañados, y en cualquier caso hay que resolverlo. ¿Qué variantes puede haber? El más sencillo - entrenarse con los “conejitos de Indias” y estudiar las posibles reclamaciones. En el sentido de cómo no permitir que esas demandas prosperen, cómo rechazarlas, cómo minimizar el pago de las compensaciones. Y después – iniciar ya seguros el proceso de la confiscación a gran escala.

Esta variante, como ya he indicado, se estaba estudiando desde hace bastante tiempo. Pero solo ahora se ha sabido, que en la ley presupuestaria para este año 2013 en el caso de Nueva Zelanda y Canadá hay un punto que dice, que en el caso de ser necesaria la reestructuración de algunos bancos dicha reestructuración se puede hacer a costa de sus depositantes. Aunque en la práctica estos puntos no se aplicaron, decidieron realizar el experimento en Chipre.

Pero, teniendo en cuenta lo dicho, queda claro quién ha iniciado toda esta operación. La supresión de los pasivos de los bancos representa una grave transgresión de las “reglas del juego”, aprobadas todavía en la conferencia de Bretton Woods y ninguna Unión Europea se hubiera atrevido a ponerse chula y adelantarse al “padrino”. Los Estados Unidos todavía se podían permitir el default de 1971, pero es que para eso son los Estados Unidos. Está claro, que existen países más pequeños como Argentina o Rusia, pero es que nadie les ha considerado como jugadores serios. En fin, que la transgresión del sacrosanto “derecho a la propiedad privada” únicamente podía ser sancionada por un jugador de categoría correspondiente. En nuestro caso – por el Fondo Monetario Internacional.

Claro que la idea fue acogida con alegría por la UE en general, y por Alemania en particular, pues permitía “poner firmes” a algunos miembros de la UE que se permitían “mirar para otro lado” y mantener relaciones especiales con terceros países, no miembros de la Unión Europea. Claro que UE aceptaba las condiciones del FMI para poder actuar. Y la participación en esta organización señala que la reforma confiscatoria es el primer acto de un proceso lo suficientemente largo – liquidación de los activos sobrantes de personas particulares (es decir, de los pasivos del sistema bancario).

Por otro lado, la primera prueba no fue perfecta – no resultó llevar la confiscación a cabo con rapidez y en seguida olvidarla en los medios de comunicación bajo control. Por lo que todos los problemas han saltado a la luz y las consecuencias a largo plazo para el sistema bancario serán muy negativos. Por decirlo sin tapujos, la estabilidad del sistema bancario mundial ha sufrido un duro golpe (la gente ha dejado de confiar en los depósitos bancarios) y no queda muy claro cómo conservarla a partir de ahora.

En teoría habría que trazar un plan para pasar a la primera variante (bancarrota de los viejos bancos y la creación de los nuevos), pero ello exige tomar una serie de decisiones políticas a nivel de gobiernos nacionales. Si tales decisiones se hubieran preparado desde hace años, ahora se podría hacer algo, pero es imposible preparar el terreno para semejante decisión con rapidez. Por lo que, lo más probable es que veamos la destrucción incontrolada del sistema financiero mundial (basado en el dólar) y no menos espontánea aparición de nuevos centros financieros, de dimensiones, seguramente, regionales. Lo cual cambia completamente todo el cuadro del mundo – y para este cambio nadie está preparado.

En realidad se trata de la principal conclusión de los acontecimientos en Chipre – que viene una seria regionalización del sistema financiero. Hay que estar preparados y aquí se debe decir que nosotros, Rusia no estamos preparados de ninguna manera. El Banco Central (tanto su antigua dirección, como la nueva de la que hablan) se niega a reconocer de manera categórica que existen otras fuentes de reglas y leyes, además del FMI, por lo que nos condena a permanecer atrás y sufrir serias pérdidas a medida de que vayan apareciendo nuevos centros regionales y a falta del nuestro. ¡Es totalmente incorrecto! ¿Pero qué se puede hacer? De momento no queda claro.

Mikhail Khazin (1962, Moscú) es economista y publicista ruso. En los años 1997-2001, junto con Oleg Grigóriev y Andrei Kobiakov, elaboró la teoría de la crisis actual. En colaboración con A.Kobiakov ha publicado el libro El ocaso del imperio del dólar y el fin de la pax americana (Ed. Veche, Moscú, 2003).

Traducido del ruso para Rebelión por Arturo Marián Llanos.

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