CERTIFICADO DE DEFUNCIÓN

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Isaac Rosa, en 'eldiario.es'

Los grupos de la oposición en el Congreso han firmado lo que llaman el “certificado de defunción” de la Ley Wert. Se comprometen a que en cuanto el PP pierda la mayoría absoluta, “en el primer período de sesiones de la próxima legislatura procederán a derogar la LOMCE”.

Ya veremos en qué queda luego el compromiso, pero como gesto abre un interesante camino a seguir: la posibilidad de que la oposición acuerde recomponer los destrozos de Rajoy.

Un camino a seguir, en efecto: ya puestos, podrían añadir en el mismo acuerdo el compromiso de derogar la última reforma laboral, la de pensiones que está al caer, y los recortes educativos, sanitarios y de dependencia del último año y medio. Y extender el acuerdo a ámbitos autonómicos, para comprometerse en cada Comunidad a revertir privatizaciones sanitarias, recortes educativos y sociales, y hasta Eurovegas.

“Pero por qué quedarnos en esta legislatura”, dice un diputado en la reunión: “podríamos seguir rebobinando, y acordar una modificación constitucional que elimine el cambio que PP y PSOE pactaron para consagrar la austeridad en la Constitución”. En ese momento el representante del PSOE se pone nervioso, y otros asistentes a la reunión proponen que, ya que hemos llegado hasta ahí, anulemos también los recortes de Zapatero, su reforma de pensiones, y por supuesto su reforma laboral.

“Pues si hay que derogar las dos últimas, ya puestos vayamos derogando una tras otra todas las reformas laborales con que los sucesivos gobiernos han ido recortando derechos”, propone otro representante, que pese a ser de un grupo pequeño no se achica.

La reunión acaba sucumbiendo al legendario efecto “yaque”, ese que aparece cada vez que te pones a hacer obras en casa: “ya que cambiamos el baño, por qué no aprovechamos también para pintar el pasillo” y luego otro “yaque”, y otro… Pues los diputados igual: “ya que nos ponemos a derogar, deroguemos a lo grande: revirtamos también el proceso de privatización y concentración de las cajas de ahorros, y ya que, sigamos desandando el camino por el que las cajas perdieron de vista su objeto social y se emborracharon de ladrillo e inversiones locas, para que vuelvan a estar al servicio de la sociedad.”

Por ese camino, y después de devolver sus casas a las familias desahuciadas, desurbanicemos todos esos terrenos que en su día urbanizamos para nuevos barrios que ya no necesitamos, y eliminemos todos los pegotes de cemento que destrozan la costa y otras zonas. Al final, acabaremos derogando por innecesaria la Ley del Suelo que tanto hizo por la burbuja, y anularemos muchas de las recalificaciones urbanísticas hechas al calor de la misma. Esto por supuesto implicará la devolución de las gigantescas plusvalías que unos pocos se repartieron, y también el reembolso de las comisiones y “donaciones” con que los partidos hicieron caja en tantos municipios a golpe de recalificación.

Algunos en la reunión empiezan a mirar al techo o al teléfono, pero en ese momento entran por la ventana los gritos de los ciudadanos, que desde la calle animan el acuerdo: “¿Por qué no seguimos desandando, revirtiendo, derogando, anulando, borrando? Incluyamos en el acuerdo las empresas públicas que fueron malvendidas, los servicios que fueron privatizados, los oligopolios favorecidos, el tinglado del mercado eléctrico, el destrozo ambiental…"

Una vez que coges velocidad, ya es todo cuesta abajo hacia atrás en el tiempo, y por el camino puedes replantearte el euro, que tantos disgustos nos ha acabado causando; e incluso la propia entrada en una Europa que ahora sabemos que contenía la semilla neoliberal y que terminaría como ha terminado. Eso implicaría, claro, devolver mucho dinero y ver desaparecer tantas infraestructuras que hemos construido con fondos comunitarios: algunas lamentaríamos perderlas, de otras quizás nos alegraríamos. Y a cambio podríamos recuperar sectores reconvertidos e industrias que fueron desmanteladas a lo loco.

El viaje en el tiempo da vértigo, y los firmantes buscan algo donde agarrarse mientras los más ambiciosos siguen empujando para derribar todo lo que encuentran a su paso. “¡La OTAN!”, gritan en la calle. “¡La monarquía!”, añaden otros. “¡La ley electoral que hizo posible el bipartidismo!”, exclama el representante de un partido siempre perjudicado en el reparto de escaños. “¡La Constitución!”, gritan al mismo tiempo dos de los reunidos, desafiantes.

En algún momento habrá que pisar el freno, sí, y dejar de deshacer, de borrar, de derogar, de anular. Habrá que decidir cuándo empezó a joderse todo, a ver si regresando a ese momento somos capaces de empezar otra vez y, eligiendo otros caminos, no acabar cayendo otra vez en este agujero.

Al coger la pluma, las manos tiemblan. Nunca es fácil firmar un certificado de defunción de todo un sistema.

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