ECONOMÍA SOCIAL Y SOFTWARE LIBRE: DOS PATAS PARA UNA SOCIEDAD ABIERTA

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Cuando pensamos en capitalismo, pensamos en la dicotomía capital-trabajo, donde las que se enriquecen es porque trabajan y las que se empobrecen es por vagas. En realidad esto es un mito y como todo mito sólo responde a una necesidad disciplinadora del grupo que detenta el poder. No es casual que todos los modelos erigidos por el capitalismo desde Ford a Jobs-Gates sean personas de origen humilde que empezaron en un garage y terminaron poseyendo monopolios multinacionales. El mensaje es claro trabaja como ellas y tendrás su fortuna.

La realidad es otra muy diferente. Muchas personas a diario se alienan laboralmente pero no hacen fortuna a lo largo de su vida. Hacer fortuna tiene que ver estrictamente con entender los mecanismos financieros del mercado. Les recomiendo ver tres películas de estos tiempos «El lobo de Wall Street», «Jobs» y «La red social», en las tres pueden ver que lo que diferencia a estas personas del resto y las hace inmensamente ricas no es su trabajo, sino su total falta de escrúpulos para manipular y destrozar a sus adversarias.

Por esta razón una capitalista para enriquecerse necesita el «control total» (Hilferding), para ejercer el poder de la explotación y de la acumulación, para poder ejercer plenamente estos poderes necesita de la ausencia de leyes o de leyes que prioricen la propiedad privada por sobre el bien común.

Sin cambios, la pobreza seá una enfermedad crónica

El nudo gordiano de la producción de la pobreza se encuentra en el capitalismo financiero. Mientras el capital financiero no sea regulado y fuertemente cargado impositivamente, para poder con ese capital recuperado salvaguardar el bien común e indemnizar los daños producidos en lo social y ambiental, la pobreza será una enfermedad crónica. Un virus producido por una minoría en perjuicio de una mayoría.

Muchas veces se habla de países pobres al referirse a países del bloque africano o latinoamericano o asiático, lo que es un engaño, un neolenguaje donde se subvierte el significado. Estos no son países pobres, son países saqueados, explotados de manera crónica para financiar y mantener a los países «ricos». Es el mantenimiento del colonialismo con formas más humanitarias.


Es casi una broma de mal gusto informarse de la misión estadounidense en África para vacunar y organizar nuevas formas de cultivo financiadas por la Fundación Belinda y Bill Gates junto con la Funadación Rockefeller, y leer en el mismo periódico, las inversiones de estas «filántropas» en el mercado de los agroquímicos, la farmacología, la construcción, los OMG y más adelante sus vínculos con una empresa como la Black Water que vende servicios militares al mejor postor y se sospecha vende armas a los grupos guerrilleros y paramilitares de Africa y América, triangulando con la Defensa estadounidense. Todo un círculo de impunidad para el saqueo y la acumulación, que es imposible detener si no logramos independizarnos de la globalización como paradigma del capitalismo.

Para lograr esta independencia hoy contamos con dos armas en pleno desarrollo -pero muy maduras- como son el hacktivismo impulsado por las herramientas del software libre y el concepto de economía social y solidaria, impulsado por las organizaciones sociales urbanas, campesinas y de pueblos originarios.

Para tener claridad partamos de dos preguntas fundamentales, ¿Podemos estructurar un bagaje teórico con valores que repudien la competitividad, rendimiento y el beneficio? ¿Podemos construir sociedades con todos los avances tecnológicos y a la vez mantener la sustentabilidad?

Primeramente deberíamos entender que las sociedades se basaron en la zizogenesis, eran sociedades que se basaban en la cooperación y la solidaridad, reduciendo el conflicto a su mínima expresión. Por eso eran primordiales los consejos matriarcales o de ancianos en las sociedades primitivas, que resolvían los conflictos entre pares.



Ahora esta zizogenesis no se encuentra presente en la estructura política y económica de nuestro mundo. Los mercados son preponderantemente cismogeneticos, basan su estructura en el conflicto y la competencia. Esto se traslada a los sistemas educativos y de entretenimiento para ensalzar a la ganadora, a la triunfadora, a la competitiva. Cuando en realidad los beneficios acarreados al bien común por este tipo de personas son prácticamente nulos. En realidad explotan agujeros tecnológicos y tecnologías apropiadas para enriquecerse, crear la necesidad y acrecentar su acumulación de capital, muchas veces inclusive quebrando la misma ética capitalista.

Ya no se compran semillas para producir alimentos, se siembra para producir rindes y acumular capital

El problema fundamental de la estructura cismática es que abandonó el concepto de intercambio donde el dinero era una representación del valor de algo, para ser transformado en objeto-dinero. Hoy ya no es importante el valor en sí, sino la posesión de ese capital acumulado. Ya no se compran semillas para producir alimentos, se siembra para producir rindes y acumular capital, ya no se hacen medicamentos para curar a la gente se hacen productos para una elite que lo pueda pagar. Por lo que si para conseguir mayores ganancias una empresa debe corromper la democracia, destruir la vida de miles de personas echándolas de sus empleos y sus tierras lo hará porque ningún fin es mayor que el dinero. La democracia y la vida se transforman en fines insignificantes ante el incremento de sus insultantes ganancias. Si por el contrario las prioridades del mercado fueran la vida y la democracia, no los corrompería y buscaría consensos que sumen al bien común. Este es el nudo de la problemática.



Hoy por hoy con la ayuda de las corrientes de pensamiento surgidas de la filosofía del bien común, el software libre y el biohacktivismo se ha podido definir científicamente el concepto de valor, los objetivos y los medios financieros, pudiendo aseverar que el sistema se ha autoenjaulado dentro del medio que inventó para suplantar el canje: el dinero.

Entonces ¿como zafamos? La respuesta es obvia: dejando a un lado nuestros hábitos de consumo, organizándonos en asambleas, comprometiéndonos con lo que queremos para nuestras sociedades.

Un buen inicio sería dejar de criminalizar a las miembras de las organizaciones sociales urbanas y campesinas. Acercarnos a sus producciones. Ayudarlas a que construyan espacios de encuentro donde puedan intercambiar sus productos y nosotras acceder a ellos, para integrarlos a nuestra economía cotidiana.

Tenemos que romper nuestros lazos de dependencia con los monopolios en todo sentido: alimentación, medicamentos, agricultura, tecnología y convertir nuestra economía regional en el eje de nuestra existencia económica.

Hay que lograr una ruptura con la desigualdad, destruir la obscenidad de que haya una grieta igual a 325 sueldos mínimos entre el sueldo de un operario y el de un gerente en la misma empresa o que un político gane 10 sueldos docentes poniendo como excusa mayores responsabilidades o gerencias nacionales. En realidad ninguna función es más importante que la otra y ciertamente dudo que alguna función sea más importante que la de un docente o una enfermera. Y no quiero ser tratado de comunista por plantear esto. Porque ya lo había planteado Rosseau en «El Contrato Social» y hasta Maquiavelo en su «El Príncipe», la falta de una explicación coherente a la continuidad de la pobreza no es un problema de esta contemporaneidad, la pobreza ya desde tiempos antiguos no tiene más explicación que la divina.

Como buena defensora de la libertad como valor fundamental de la vida humana, creo que sólo puede considerarse libertad a aquella que esta limitada por la responsabilidad social. Ser una con las demás, ser libre si las otras también lo son. (Eso significa UBUNTU: ¿lo sabían? Tal vez sea lo único en lo que coincidimos).



La libertad se autoregula con la libertad de las otras y el consenso. Pero la libertad de mercado necesita de una libertad irresponsable que le permita cualquier acción con el único fin de lograr mayores ganancias.

Ya hay una tendencia de las economistas liberales a ir hacia una economía social. El Fundador del Foro Económico Mundial propuso en Davos que los salarios más altos no sean veinte veces superiores al salario mínimo. El pasado noviembre se realizo en Suiza un referéndum sobre la implementación del llamado Factor12 en las empresas y no fue lanzada por la izquierda, sino por las líderes económicos para que haya conciencia de las diferencias sociales y el peligro que conlleva una pobreza crónica en calidad institucional y social. (En Suiza hubo durante el año 2013 un referéndum en marzo que voto limitar los sueldos gerenciales en Factor20 y un referéndum en noviembre que saco el 35% de los votos para imponer el Factor12).

Las empresas y la sociedad deben avanzar hacia una sociedad de pares, donde las riquezas sean repartidas de manera equitativa y la inversión en estructura de entorno (inversión en vías de comunicación, salud y educación en la región de impacto de la empresa) de las empresas sean significativas.

Para que una sociedad avance en su conjunto se necesita que su calidad de bien común sea alta. La única manera de erradicar la forma actual de medición del avance de un país es reemplazando el PBI (producto bruto interno) por un índice del bien común que mida no la producción sino la inversión en calidad de vida.

El nudo de la cuestión es básicamente el problema del dinero como fin y no como medio



Existe una ecuación totalmente falsa de que si llevo una vida sustentable debo renunciar a los beneficios de una vida tecnológicamente asistida o renunciar al desarrollo científico para no poner en riesgo la vida de las ciudadanas. Eso dista mucho de la realidad, el nudo de la cuestión es básicamente el problema del dinero como fin y no como medio.

Es como cuando hablamos de software libre y la gente lo confunde con freeware, nadie dijo que el software libre deba ser gratis, solo que se ajusta a otro modelo ético donde la prioridad del software es la libertad de la usuaria, el freeware sólo es software gratis puede o no respetar esa libertad. Lo mismo decimos cuando hablamos de economía social, aquí se trata de buscar las formas donde la inversora viva feliz de manera sustentable y sus empleadas igual.

De que esa empresa no arroje desechos a un río o contamine las napas, sino que busque alternativas para convivir con el medio ambiente y lo nutra. Siempre en todo momento estamos hablando de cambiar el paradigma y las necesidades del común, para lograr una vida más libre y más feliz.
La economía solidaria esta incluida en este planteo como forma de incentivar las economías regionales, las economías familiares y el desarrollo comunitario. La economía solidaria es a la economía social, lo que el software libre al software abierto.

Pero si lográramos que la economía social rigiera por ley nuestra economía y el software libre fuera la plataforma informática de lo público, las puertas de un gobierno abierto estarían abiertas de forma permanente y podrían convivir la sociedad democrática y las comunidades en un consenso permanente.

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