¿POR QUÉ SYRIZA HA PACTADO CON LA DERECHA NACIONALISTA?

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Las dos formaciones coinciden en cuáles son los objetivos prioritarios y saben que con la coalición gozan de mayor legitimidad y fortaleza para negociar

Irene Martín, en eldiario.es

Con el 36,3% de los votos y a dos escaños de la mayoría absoluta Syriza ha desmentido por completo a quienes, tras las elecciones de 2012, consideraban que esta formación había llegado a su techo electoral. Los resultados de las encuestas desde hacía más de un año no parecían sembrar dudas de que sería el partido más votado. Así lo entendió también la troika y, por eso, en su reunión con el gobierno griego el pasado mes de noviembre, no se mostró nada dispuesta a facilitarle la reelección. Por el contrario, solicitaron del gobierno recortes y despidos adicionales. Si iba a ganar Syriza, cuanto antes mejor, de forma que el último tramo del rescate, aún pendiente de entregar hasta finales de febrero, pudiera servir de as en la manga en una eventual negociación.

La campaña electoral ha estado presidida por la polarización entre el mensaje de la esperanza y la dignidad, por parte Syriza, y el mensaje del miedo y la verdad, abanderado por los partidos de la coalición de gobierno. Optando por esta estrategia Nueva Democracia ha transmitido el mensaje de no tener argumentos, o de no tener fuerzas, o ambas cosas a la vez. Ni tan siquiera la contribución de algunos de los líderes europeos y medios de comunicación a su campaña ha logrado contrarrestar el hartazgo de una población empobrecida y humillada que hace años que no ve la luz al final del túnel.

Lo que no habían anticipado la mayoría de las encuestas era una ventaja tan amplia para Syriza, si bien sí habían detectado esta tendencia durante la última semana. Encuestas aparte, las elecciones del 25 de enero le han dado el mejor resultado obtenido por ningún partido griego desde el principio de la crisis y lo han convertido en el primer partido de izquierda radical que gana unas elecciones en Europa. La victoria fue celebrada en consonancia pero pronto dio paso al sentido de la responsabilidad. En sus palabras desde lo alto de la escalinata del Rectorado de la Universidad de Atenas Alexis Tsipras transmitió alegría y agradecimiento, recordó que la victoria de Syriza suponía el principio del fin de la austeridad, pero también fueron una buena muestra de contención. Resultó evidente que tenía un ojo puesto en Europa y en el objetivo de evitar la inestabilidad. En el quiosco electoral de Syriza los sentimientos de militantes y simpatizantes corrían más libremente.

Ya de madrugada corrió la voz de que Syriza pactaría con los Griegos Independientes (en griego ANEL) para lograr la mayoría absoluta. No es raro que entre los muchos ciudadanos que en todo el mundo tienen la atención puesta en el desarrollo de los acontecimientos en Grecia surja la pregunta ¿cómo es posible que un partido de izquierda radical pacte con un partido de derecha nacionalista? Algunos incluso pensarán que una de las cosas en las que Syriza se diferencia de Podemos es, precisamente, su orgullo en declararse una formación de izquierdas. Pero, no sólo los significados de izquierda y derecha hace tiempo que se están difuminando en el mundo entero sino que, además, deben ser interpretados en su justo contexto. La religión, la identidad nacional y los valores liberales no tienen la misma relación con las ideas de izquierdas en todos los países. En Grecia, la identidad nacional es fuerte, lo que sin duda tiene que ver con un estado relativamente joven y con una posición geopolítica relativamente compleja. Además, la religión y la identidad nacional, por razones históricas relacionadas con lo anterior, a menudo son vividas como si se tratase de la misma cosa, al menos en un nivel superficial. Y esto está presente en todos los partidos.

Por eso, no resulta tan contradictoria una coalición entre dos partidos que, pese a sus evidentes diferencias en temas como la política migratoria o la relación entre el Estado y la Iglesia, comparten su preocupación por una soberanía nacional fuertemente socavada desde el comienzo de la crisis y por los estragos sociales provocados por la misma. Se trata, pues, de una coalición unida por el objetivo prioritario de luchar por el fin de la austeridad y la reinstauración de la soberanía nacional. Para el público conocedor de la realidad política española y, más concretamente, catalana, sería el equivalente de una coalición CiU y Esquerra Republicana, partidos de derecha e izquierda respectivamente, que comparten un objetivo común en torno a la idea de la independencia de Cataluña. Una coalición, por definición, es la unión de cosas distintas y muchos países en Europa están habituados a ello. En todos los casos resultan evidentes las contradicciones entre algunos de los puntos programáticos. Pero, desde el punto de vista de la consolidación interna de una coalición, en el mejor de los casos los puntos de encuentro son aquellos considerados prioritarios por cada una de las formaciones que la integran según el momento y el lugar. Así creo que debe entenderse la coalición Syriza-ANEL.

Ahora el objetivo percibido como prioritario por ambas partidos es negociar el pago de la deuda de forma que el país pueda crecer, reducir a niveles razonables la carga fiscal y luchar contra el fraude fiscal para evitar las manifiestas desigualdades en este ámbito, devolver el salario mínimo y las pensiones a niveles dignos, y buscar soluciones para para el 25,5% de parados así como para los sectores de la población más empobrecidos como consecuencia de la crisis. Se avecinan tiempos difíciles y con sus 162 diputados (el 54% de los representantes en el Parlamento) este gobierno de coalición goza de mayor legitimidad y fortaleza para negociar de la que tendría un gobierno en minoría.

El resto, ya se andará y, probablemente, Syriza pactará puntualmente con los partidos más próximos ideológicamente (es posible que con To Potami en muchos casos) en aquello en lo que las diferencias con ANEL resulten insalvables. De momento, no conviene olvidar que Alexis Tsipras es el primer Primer Ministro que ha prometido, y no jurado, su cargo, lo que para Grecia no es algo sin importancia. En cuanto a su supuesta radicalidad ideológica, es importante señalar que, en estos momentos, no se descarta que propongan un candidato a Presidente procedente del ámbito de Nueva Democracia, mostrando así su voluntad de generar una especie de “gobierno de unidad nacional”. Por su parte, el líder de ANEL será nombrado Ministro de Defensa, el partido podrá nombrar varios cargos intermedios en Ministerios, y es posible que incluso llegue a hacerse cargo de la representación en algún organismo internacional.

La coalición entre Syriza y ANEL era una de las posibilidades o, quizá, la única. De primeras, quedaban descartados como posibles socios tanto los dos partidos pro-memorándum (ND y PASOK) como Aurora Dorada, en ambos casos por razones evidentes, aunque muy distintas entre sí. Pero quedaría por explicar por qué no ha surgido una coalición con el Partido Comunista (KKE que, a diferencia de Izquierda Unida, es un partido independiente de Syriza) o El Río (en griego To Potami). Habrá quien piense que habría tenido más sentido una coalición con el Partido Comunista por tratarse del partido ideológicamente más próximo a Syriza, por cuanto se trata de un partido adscrito claramente a la izquierda. Y, sin embargo, es precisamente esa proximidad la que hacía descartar una posible coalición desde el primer momento. El principal objetivo del Partido Comunista Griego es la competición y el debilitamiento de Syriza. Su espíritu de supervivencia y su fidelidad a la pureza dogmática estalinista original les impedía considerar una transacción de cualquier tipo. Aun así, Syriza no dejó de pedirles su colaboración, aunque fuera facilitando un gobierno de minoría absteniéndose en el Parlamento, en caso de ser necesario. El KKE no quiso.

En cuanto a To Potami es un partido con una imagen de centro y modernizadora. Se trata de un partido radicalmente distinto a Syriza por varios motivos que también hacían improbable la coalición entre ellos. Para empezar, se trata de un partido nuevo y aún por consolidar. Sus miembros son ideológicamente muy heterogéneos y carecen de vínculos fuertes entre ellos. Lo que les une, fundamentalmente, es la figura del periodista Stavros Theodorakis. Los grandes puntos de desencuentro con Syriza son su ideología neoliberal (entre otros proponen la homologación de las universidades privadas, tema tabú en Grecia donde los haya) y los vínculos de muchos de sus miembros con los grandes medios de comunicación, lo que les hace parte del antiguo sistema pro-memorándum, clientelista y corrupto (por contradictorios que puedan parecer estos términos). Syriza quiere renegociar el memorándum pero también ha dejado claro que quiere acabar con este sistema basado en los privilegios de una oligarquía, la corrupción y el clientelismo.

Para concluir, parece claro que la troika no ha entendido dos cosas importantes para lograr que las políticas de ajuste - consideradas hoy en día necesarias por todos los partidos griegos, aunque en distinta forma y medida – den los resultados deseados. En primer lugar, no han tenido en cuenta el sentimiento de humillación que históricamente sienten los griegos frente a las potencias extranjeras, como consecuencia de las muchas injerencias que han sufrido en sus asuntos internos. En segundo lugar, tampoco parecen haber entendido que el problema de Grecia no es sólo un problema de exceso de gasto público y de falta de recaudación y productividad que se resuelve con establecer unos objetivos cuantificables y las correspondientes amenazas y castigos en caso de incumplimiento. El problema es mucho más grave y mucho más difícil de resolver, ya que tiene que ver con la transformación de un Estado débil y corrupto casi desde sus orígenes. Esta transformación, ni se hace a corto plazo, ni puede tener éxito si se impone de forma unilateral utilizando unas recetas que no tienen en cuenta las arraigadas peculiaridades del funcionamiento institucional del país y de la relación de los ciudadanos con esas instituciones desde hace décadas.

Syriza dice haber entendido la necesidad de llevar a cabo reformas estructurales en las instituciones estatales. Sus referencias al fin del clientelismo y la corrupción así como la necesidad de modernizar el país apuntan en esa dirección. Ahora sólo falta que lo demuestre. Pero, por ahora, si hay que identificar responsables del estado de Grecia los principales sospechosos no pueden ser sino Nueva Democracia y PASOK, que han sido los únicos partidos que han gobernado el país desde 1974. El nuevo gobierno de coalición tiene una labor ardua por delante. Sus éxitos y sus fracasos dependerán tanto de sus decisiones, como de la colaboración por parte de sus socios europeos. Pero, en cualquier caso, no nace contaminado por las prácticas permitidas, cuando no alimentadas, por los partidos del gobierno saliente.

Es fácil anticipar que la amenaza que supone un gobierno liderado por un partido de izquierda radical en coalición con un partido nacionalista de derechas para los partidos que tradicionalmente han gobernado en Europa dará lugar a todo tipo de descalificaciones. Dejemos de momento a un lado los prejuicios y démosles el beneficio de la duda. De momento, sabemos lo que no han logrado hacer otros. Si lo han hecho, lo que es evidente es que no han sabido convencer.



Nota: La autora agradece a Elías Nicolacopoulos sus aportaciones a este artículo.

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