Carlos Elordi, en 'Zona Crítica'
El triunfalismo ha durado menos de una semana. En dos sesiones los mercados han ahogado el optimismo y las proclamaciones de victoria, nada menos que sobre Alemania, que Rajoy hizo al término de la cumbre de Bruselas, en la que, por cierto, lo único que obtuvo, si es que algo obtuvo, que eso está por ver, es árnica para los bancos españoles, que no para España. Y aquí estamos de nuevo con la prima de riesgo a punto de hundirnos y con filtraciones de que el Gobierno prepara recortes sustanciales en el seguro de desempleo, en las pensiones y en el número de trabajadores públicos con el fin de alejar el fantasma de una intervención total de nuestra economía por parte de instituciones extranjeras.
Y por ahí fuera vuelve el pesimismo sin demasiados matices. La gran prensa financiera mundial destaca que el Fondo Monetario Internacional va a recortar las previsiones de crecimiento económico mundial que ese mismo organismo hizo hace tan sólo tres meses. Los analistas de esos mismos medios temen que los cacareados acuerdos que la UE alcanzó hace menos de diez días no puedan ser llevados a la práctica: “No está claro que las medidas acordadas en Bruselas puedan ser llevadas a la práctica, entre ellas la posibilidad de que la eurozona eleve directamente el capital de los bancos españoles sin que aumente la deuda del Estado español” (Stephen Fiedler en el Wall Street Journal). Y lo que no es menos inquietante, 172 prestigiosos economistas alemanes han firmado un manifiesto en el que ponen en cuestión todos los acuerdos alcanzados en la cumbre, con particular insistencia el proyecto de supervisión bancaria única de la eurozona. Y según los más influyentes diarios alemanes, su llamamiento no es uno más de tantos, sino que puede ponerle las cosas muy difíciles a Angela Merkel. “El documento tiene el potencial de un Big Bang”, ha escrito elSuddeutsche Zeitung. “Lo firma un número impresionante de economistas. Este periódico les da las gracias por ello”, ha dicho el Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Y las perspectivas para las próximas semanas no son mejores. Gillian Tett, una columnista que suele acertar en sus pronósticos –ya a principios de 2008 advirtió del desastre que se venía encima, meses antes de la quiebra de Lehman Brothers- ha escrito en el Financial Times un artículo que lleva este título: “Cinco razones por las cuales este verano puede golpear fuerte”. La primera son los problemas de la eurozona (a los que Tett añade las elecciones que se celebrarán en Holanda a primeros de septiembre (“en las que el ascenso del extremismo político podría ser el dato principal”). La segunda, la situación política y la deuda pública norteamericanas. La tercera, la reducción del ritmo de crecimiento de la economía china, que se viene registrando desde hace meses y que podría continuar. La cuarta, el escándalo del banco británico Barclays. Y la quinta, las olimpiadas de Londres “que pueden bloquear la ciudad y también su centro financiero, la City, durante semanas”. Aunque parezca mentira en tiempos de internet, los bancos y el gobierno están tomando medidas draconianas para paliar esos previsibles efectos.
Gillian Tett cree que el asunto Barclays puede afectar gravemente a los mercados porque el gobierno británico –cada vez más sospechoso de connivencias con la dirección del citado banco a la hora de manipular los tipos de interés- se va a ver obligado a exigir nuevos requisitos de solvencia a las instituciones financieras y eso va a empeorar su imagen en los mercados. Pero una parte de la prensa británica habla de otras consecuencias del escándalo. El Guardian, un diario que aunque de centro-izquierda no es ningún francotirador radical sino que forma parte del “establishment” británico, está reaccionando contra el poder bancario, en su conjunto, con una claridad y una virulencia que aquí en España es imposible en medios homólogos.
Su columnista estrella, Polly Toynbee, ha escrito: “Si éste es el cambio de cultura bancaria que se anunció al principio de la crisis, va glacialmente despacio. Cinco años después de que la quiebra del banco Northern Rock advirtiera de un hundimiento bancario que empobrecería a las naciones, aún no se ha producido un mínimo ajuste de cuentas con la banca. Los ciudadanos están airados por su propia impotencia y lo que sigue mandando es la lógica de los negocios”.
Los editoriales del Guardian y de algún otro diario influyente como The Independent suscriben sustancialmente esas tesis. Pero otra columnista del Guardian, Zoe Williams, ha ido más allá y lo que ha pedido sencillamente es que los ciudadanos corrientes den la espalda a los bancos. En un artículo titulado “Ya está bien de escándalos bancarios. Yo me llevo mi dinero”, dice algo tan obvio –pero que pocos, al menos en España, se atreven a afirmar- como que “pedir a los banqueros que cuenten a todo el mundo cual es su grado de riesgo es como pedir a los fabricantes de cigarrillos que escriban ellos mismos en las cajetillas cuales son los peligros que el tabaco tiene para la salud”. Y luego afirma que ha llegado la hora “de que superemos el miedo a ser el idiota que hace algo ridículo y que busquemos otra manera de ahorrar distinta de los bancos”. Williams dice que hay que esforzarse por crear bancos éticos o uniones de crédito y asegura que un experimento de este tipo, el Nationwide, está creciendo de una manera muy significativa en los últimos meses en Gran Bretaña.
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