Carlos López, en Euribor
Hace tres años, la tecnología permitió a los granjeros la oportunidad de romper una regla básica de la naturaleza: Las vacas no iban a tener el mismo número de machos y hembras, en vez de eso y gracias a un método de alta tecnología aplicado a los sementales, se “producirían” más vacas para ser criadas como rentables productoras de leche.
Por tanto, la productividad de estas granjas aumenta ya que pueden hacer más con menos. Si vamos aún más lejos, los criadores podrían utilizar esta técnica para aumentar el número de nacimientos de vacas productoras de leche descendientes de sus mejores productoras de leche, lo cual produce dos efectos. En primer lugar, nacen más vacas y en segundo lugar, las que nacen serán mejores productoras de leche. Como veis, todo un chollazo gracias a la tecnología.
¿Cuáles son las consecuencias de esta mejora técnica?
El New York Times habla de la superabundancia de vacas y de leche, así como del descenso de los precios de esta última. Tal y como dicta la ley de la oferta y la demanda hay una estrecha conexión entre oferta y precio, en este caso el cambio tecnológico reduce el coste de la oferta de bienes en el nivel de producción y eso hace que los precios finales se reduzcan. El mejor ejemplo lo hemos visto en productos puramente tecnológicos como los ordenadores o televisiones planas.
Pero este efecto aparentemente beneficioso para los granjeros les lleva a una encruzijada. La leche producida por todas las vacas es menos valiosa. El avance en la productividad reduce el valor de las manadas de los granjeros.
Si miramos un poco más allá. ¿Qué ocurrirá a largo plazo?. El precio de las vacas productoras de leche podría caer debido a este avance tecnológico, alineándose con la bajada del precio de la leche. Sus “activos” bajarían encontrándose con que ahora producen más pero siguen ganando lo mismo. Peor parado estaría el que no adoptase esa tecnología nueva ya que vería como produciendo lo mismo que antes, ahora gana bastante menos y en muchos casos tendría que cerrar el negocio. Este es el riesgo de no invertir en I+D, tanto a nivel de empresa como de país ya que si bien en un comienzo es una estrategia para ganar competitividad, si no se adopta pronto otros lo harán y para el que se quede atrás se verá obligado a adoptar estos avances aunque sea por mera supervivencia.
Esa es la naturaleza de la innovación tecnológica. El desarrollo de lo nuevo desplaza algo que había sido perfectamente viable hasta entonces. No es bueno para los productores pasar por un cambio así, pero es fantástico para los consumidores, porque los precios de la leche abaratan todos los productos que se hacen con ella, bebidas, helados o queso.
El principal problema viene cuando la reducción de costes generada por los cambios productivos no se ven reflejados en el consumidor final y este podría ser uno de los casos, veamos los datos que nos contaba el mencionado artículo.
El precio medio que los ganaderos recibían por su leche en Julio era de 11.3$ por 100 libras (unos 45Kg) cuando un año antes era de 19.3$ sin embargo el precio final al consumidor sólo bajó un 24% en ese año, a 2.91$ el galón (3.7l) de leche
De ahí el peligro de que en algún lado de la cadena de distribución se produzcan monopolios ya que serían ellos los que se llevarían los beneficios de una nueva tecnología. ¿Corremos el peligro de que esto ocurra? ¿Nos estamos beneficiando los consumidores de estos avances tecnológicos?. Por otro lado me pregunto ¿Como país estamos haciendo las tareas para ser más competitivos?.
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