¿PARA QUÉ SIRVEN LOS ECONOMISTAS?

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¿Para qué sirven los economistas? Esta pregunta la han formulado en muchas ocasiones durante el último año personas de toda clase, desde la Reina Isabel II de Inglaterra a los pequeños ahorradores que han sufrido pérdidas –y también esta columna–. Si alguien conoce la respuesta, esa debería ser la Academia de Suecia, que otorgó el premio Nobel de Economía el lunes. No defraudó.


Los ganadores –Elinor Ostrom de la Universidad de Indiana y Oliver Williamson de la Universidad de California– lo merecen por méritos propios. Pero su nombramiento también pone de relieve –tras una crisis financiera y de la confianza en la economía– las grandes oportunidades que puede ofrecer una buena ciencia económica.

Ambos galardonados abordan el gobierno económico: cómo se estructuran las transacciones económicas mediante la autoridad y la cooperación. El trabajo de Williamson parte de la pregunta de por qué existen las firmas. La respuesta es que ante los costes de las transacciones, la autoridad formal que aporta la toma de decisiones de una empresa puede resolver mejor desde dentro los problemas que plantean las negociaciones que el comercio en el mercado desde el exterior. Esto sirve de lección para campos que van desde la política de competencia a las finanzas.

Ostrom estudia “las reservas comunes de recursos” como los bancos pesqueros o el agua subterránea. El conocido argumento de la “tragedia de lo común” dice que esos recursos se sobreexplotan a menos que se privaticen o sean controlados por el gobierno. Pero el estudio de Ostrom muestra casos en los que los usuarios privados actúan de forma conjunta para gestionar con eficacia los recursos comunes. Usando una teoría de juegos, establece principios sobre cómo deberían diseñarse las normas. Por ejemplo, el gobierno funciona mejor cuando el castigo es responsabilidad del propio grupo, y cuando los usuarios participan de forma democrática para diseñar las reglas del grupo.

Pero los ganadores también sopesan lo que hace que los mercados triunfen o fracasen, y estudian a las instituciones que no pertenecen al mercado pero que también pueden distribuir los recursos. Este premio reconoce que los economistas tienen tanto que decir sobre los límites de los mercados como sobre su poder. También es un oportuno reconocimiento al pluralismo metodológico. Ostrom se basa en estudios de muchos casos. La teoría de Williamson “sigue siendo relativamente informal” tal y como señala educadamente la Academia. Y haciéndose eco de la broma que dice que los economistas ven algo funcionar en la práctica y se preguntan si puede dar resultado en la teoría, añade que la pregunta “no es si [la teoría de Williamson] se puede formalizar, sino cuándo veremos su plena formalización”.

El trabajo de los galardonados muestra que la teoría económica puede ayudarnos a comprender mejor la realidad que vemos. Sin duda merece un premio.

The Financial Times Limited 2009.

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