Los laboristas británicos han sido siempre unos socialdemócratas peculiares. Miliband promete ahora un cambio profundo en el sistema bancario si ganan las elecciones de 2015
Soledad Gallego Díaz, en El País
Los laboristas británicos han sido siempre unos socialdemócratas peculiares, capaces de albergar en sus filas a grandes personajes y grandes debates y, a veces, incluso de lanzar propuestas que levantaban formidables polémicas en toda Europa. Baste recordar la famosa Tercera Vía, de Anthony Giddens y Tony Blair, y su influencia en el alemán Gerhard Schröder, por ejemplo. Ahora, los laboristas, en la oposición, y dirigidos por Ed Miliband, de 44 años, un economista que desarrolló su carrera junto a Gordon Brown y cuya ajustada victoria en 2010 al frente del partido se interpretó como un alejamiento de esa Tercera Vía y un nuevo giro a la izquierda, han lanzado a un programa de grandes reformas económicas.
Los críticos están convencidos de que les alejarán aún más del Gobierno, pero sus seguidores las aplauden como verdaderos pasos hacia un auténtico cambio. “Hacemos frente a un problema de largo alcance que solo se puede afrontar con cambios de largo alcance en nuestra economía”, aseguró Miliband esta semana.
El líder de la oposición británica —hijo de emigrantes, un profesor marxista de origen belga y una conocida activista de los derechos humanos, nacida en Polonia y superviviente del Holocausto— lanzó el pasado viernes un discurso que partía de una idea: “El Gobierno conservador cree que unos pocos meses con mejores estadísticas resolverán esta crisis, pero lo que demuestran es que no tienen la mejor idea de la escala del problema planteado y de las soluciones requeridas”.
La crisis, según Miliband, trata de la naturaleza del trabajo y del hecho de que sea seguro o precario. El discurso se centró, sobre todo, en su nueva propuesta de reforma del sector financiero. “Por supuesto que los servicios financieros son una importante industria en sí mismos, pero para que se consideren un servicio, la verdad es que han sido unos increíblemente malos sirvientes de la economía real. No desde 2008, sino durante décadas. Necesitamos echar nuevas cuentas con nuestro sistema bancario, no por represalia, sino para proceder a su reforma”.
De entrada, Miliband promete que si gana las elecciones, en 2015, enviará al equivalente británico de la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia, el proyecto para crear, al menos, otros dos grandes bancos que rompan el esquema de los actuales “cinco grandes” británicos y que aspiren a cubrir un 12% de la actividad bancaria tradicional.
Los dirigentes políticos británicos tienen otra peculiaridad, sean conservadores o laboristas: frecuentemente pronuncian sus discursos ante públicos universitarios y, lo que es aún más interesante, siempre aceptan turnos de preguntas. La primera que se le formuló a Ed Miliband, tras su intervención en la sala de debates de la Universidad de Londres, fue: “¿Por qué vamos a creer que es usted la persona indicada para hacer ese trabajo, si usted formó parte del último Gobierno laborista, que hizo frente al peor crash bancario en generaciones?”. Respuesta: “Porque soy claro respecto a los errores cometidos, por los laboristas y por otros muchos, en el mundo. Y porque soy claro respecto a lo que debe suceder en el futuro. El problema con los bancos viene de décadas. Este es el momento de hacer las reformas”.
Entre el público había también periodistas. Uno preguntó: “¿No corre usted el peligro de meter miedo a la gente?”. Respuesta: “Existe un profundo sentimiento de que hay cosas importantes que este país debe cambiar. La gente ha hecho un sacrificio enorme. Lo peor que podríamos hacer es volver a los negocios como si nada hubiera ocurrido”.
La última peculiaridad de los políticos británicos es que siempre existe un puñado de excéntricos. Esta temporada, la cuota la cubren quienes, dentro del Partido Conservador, se definen como “tories rojos”. Su líder, el pensador y teólogo Philip Blond, de 47 años, se unió rápidamente a la propuesta laborista: “El discurso de Miliband parece corto de energías, pero no hay duda de que su análisis tiene razón. Son las soluciones que hacen falta”. Realmente no hay nada como un buen debate inglés. solg@elpais.es
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