Carme Miralles-Guasch
Los transportes privatizados en Gran Bretaña no funcionan. No funcionan con la eficacia, seguridad y garantía que un país de su categoría necesita. Y en especial los transportes de uso colectivo, los trenes y los aeropuertos.
Gran Bretaña, con la mejor y más extensa red de ferrocarril del mundo, admirado y copiado en muchos países a principios del siglo XX, es hoy un lugar donde las inclemencias meteorológicas ganan la partida. Como en el siglo XIX, cuando un viaje tenía un alto grado de incertidumbre, pues no había ni la técnica ni la sabiduría para superar las voluntades climatológicas.
¿Qué es lo que ha pasado a lo largo de estas últimas décadas para que las infraestructuras aeroportuarias no garanticen los desplazamientos y para que los trenes no funcionen? ¿Qué razones han llevado a que miles de ciudadanos estén durmiendo en los aeropuertos británicos?
La respuesta no está en la climatología sino en la gestión privada de estos. Y, una vez más, la situación de los miles de ciudadanos que no han podido pasar las navidades con sus familiares nos indica de forma clara y contundente que la gestión privada no es más eficaz en estos servicios. Al contrario, demuestran que las infraestructuras de transporte no pueden ser objeto de privatizaciones masivas. No pueden estar organizadas por la ley de la oferta y la demanda. Son servicios en donde, al ser monopolios, la libre competencia no existe.
La nieve actúa como espejo que muestra la acumulación de decisiones erróneas por parte de una administración pública que ha llegado a privatizar buena parte de sus infraestructuras de transportes. Al tener unos ingresos extraordinarios, esta medida les permitió en su día bajar impuestos, aunque la contrapartida, como se ha hecho evidente, ha sido bajar la calidad de los servicios de transporte, hasta el punto que no pueden dar respuesta a las necesidades de una sociedad del siglo XXI.
Privatizar no es garantía de eficiencia cuando a la cuenta de resultados no se le pueden imputar los gastos reales que requiere un aeropuerto en invierno, pues estos no permitirían tener los beneficios esperados.
Eso sí, los altos directivos tienen primas de más de un millón de euros.
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