Félix Soria
Los datos, además, demuestran que las migraciones más numerosas son las de orden socio-económico. ¡Que rápido ha olvidado el Viejo Continente que cientos de miles de europeos --se calcula que unos 45 millones-- embarcaron rumbo a América desde el siglo XVI hasta bien avanzado el siglo XX!
Desde hace más de un siglo y para colmo de males, la mayoría de los movimientos de población se producen desde países poco desarrollados a países emergentes o ricos. Por lo que a medio y largo plazo las migraciones contribuyen a empobrecer a los territorios pobres y multiplican las posibilidades de acumular riqueza en las geografías más desarrolladas.
Y pocas certezas más pueden extraerse de la historia de las migraciones. El rosario de simplezas, superficialidades u obviedades con las que algunos pretenden enriquecer el debate sobre las emigraciones e inmigraciones apenas clarifica nada y, para colmo, en ocasiones sólo sirve para emponzoñar actitudes. Naturalmente, hay cuestiones culturales --personales y colectivas-- de alto interés que exigen atención, pero en las Españas se ha llegado a un punto en el que cuando se habla de emigración o inmigración priman los discursos interesadamente alambicados, los simplismos propios de la ignorancia, e incluso empiezan a ganarcrédito la xenofobia (rechazo al otro) y el racismo (rechazo a otras etnias).
Y lo más chusco: ¡Hasta hay quienes aducen razones económicas para promover la construcción de muros!
Convendría colocar carteles en los lugares públicos más concurridos en los que figuraran estos dos hechos:
1. Históricamente, Europa es el continente emigrante por antonomasia, los datos así lo constatan; y
2. Las emigraciones siempre acaban beneficiando al país receptor y perjudicando al emisor, y de esto saben mucho cientos de miles de familias españolas, por mucho que ahora haya quienes se hacen los olvidadizos.
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