De todos es conocida la voracidad de nuestro capitalismo financiero que, cual dios Cronos devorando a sus hijos, amenaza con seguir fagocitando y jibarizando todas y cada una de las realidades humanas. Se empezó con la economía (quiero decir, con la riqueza real) y la política, se siguió con la comunicación, el arte y el fútbol, y ahora se pasa al cine.
Las compañías de inversión Cantor Fitzgerald y Verania Networks van a comercializar productos bursátiles que permitirán especular con la taquilla de los estrenos o el tirón popular de un determinado actor.
Cantor Fitzgerald y Verania Networks afirman que los productores podrían usar este mercado para cubrir sus riesgos económicos en determinadas películas. Ante la polémica, el presidente de Cantor Exchange, Richard Jaycobs, afirmó que "si hay personas que compran acciones de Nike porque adoran sus zapatillas, por qué no van a poder invertir en las películas que les gustan".
¡Pues claro!
Según el directivo, cuando la bolsa de Nueva York inició la comercialización de futuros sobre los precios del crudo ninguna gran petrolera quería participar. Poco después se convirtieron en los principales actores del mercado. Jaycobs lo tiene claro: "Dentro de tres años, todos los grandes estudios de cine estarán participando".
Está claro: allí donde Manmona pueda extender su imperio, lo hará: Es algo así como la nueva reformulación de un imperativo metafísico que explique la realidad global: “todo lo que el capital pueda colonizar, debe hacerlo”. Y así, se empieza especulando con las divisas (aunque hundan la moneda de un país) y con el derecho humano a una vivienda, y se acaba llevando a los actores a la Bolsa.
Y yo sugiero: ¿por qué no proponer a nuestras parejas o a nuestros hijos, como productos financieros? Invirtamos en ellos (pero en Bolsa), por si fracasan. Por ejemplo: yo puedo capitalizar a mi mujer, vender acciones por su valor y que éstas vayan subiendo o bajando según la renta que me produzca (ella es muy apañada; sabe hacer trajes, coser perfectamente, bailar, entiende mucho de decoración, cocina de lujo, y un largo etcétera). ¿Y mis hijos? Pues anda que no son, ni nada, una buena inversión de futuro, con el inglés que saben.
¿Y por qué no cotizan en bolsa las religiones? ¡Pues anda que no da dinero eso ni ná! ¿Y los conciertos de música clásica? ¿Y las óperas? ¿Y las puestas de sol? Podemos vender entradas (o interesantes abonos) a la playa, para verlas, y ganaríamos mucho dinero. Lo único que hay que hacer es convencer al gobierno para que nos deje privatizar las playas con un decretazo, como decretó, por la cara, que se acabó la televisión analógica, y creo que la industria de la TV digital ha debido ganar algo de dinero con ello. Esto es la democracia, señora, la democracia.
¿Y la amistad? ¿Por qué no cotiza en bolsa? Al fin y al cabo, hay gente muy solitaria que pagaría por tener amigos. ¡Hay que ver lo que está perdiendo Dios Capital por culpa de las redes sociales en Internet, que proporcionan amigos gratis! ¡Qué lento y descuidado está el sistema (el mejor de los posibles, que dicen los liberales), que aún no ha hecho que coticen en bolsa el aire, la estrellas, la poesía, los orgasmos, las lágrimas de los bebés...!
En fin, voy a dejarlo, que creo que se me está yendo la pinza.
Visto en 'enfoca'
0 comentarios:
Publicar un comentario