QUE VUELVA EL CAPITALISMO DE CASINO, PRONTO

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Isaac Rosa, en 'Público'

“Los productos eran las fichas de un gigantesco casino, y luego ayudaron a estrangular la economía cuando el casino colapsó.” -Carl Levin, presidente de la Subcomisión de Investigación del Senado de EEUU- 


Si el nuevo capitalismo que nos prometieron es el que estamos conociendo estos días, casi mejor nos quedamos como estábamos. Porque si el que nos llevó a la crisis hace dos años nos puso al borde del abismo, el que hoy sacude Europa es peor todavía, amenaza con arrasar todo y quiere comerse hasta los huesos.

El cambio es tremendo: hemos pasado de tener miedo a que se hundieran los mercados y nos arrastrasen en su caída, al miedo actual cuando esos mismos mercados se lanzan sobre países como Grecia o el nuestro.

Si es un mal sueño, ya toca despertar. Pinta de pesadilla sí que tiene: el sector financiero, tras recuperarse a base de nuestros billones, le está pegando dentelladas a unos Estados todavía debiluchos por la crisis y por el esfuerzo del rescate. Así es como nos agradecen la ayuda prestada. Los bancos, que pudieron respirar gracias al dinero barato de los bancos centrales, decidieron que en vez de dar créditos para reactivar la economía les traía más cuenta comprar los únicos productos que en plena tormenta parecían rentables y seguros: la deuda emitida por los Estados… obligados a endeudarse por la crisis. Y los inversores han decidido que aún pueden ganar más: que cuanto más hundido esté un país, más ganarán con su deuda; y que apostar por su hundimiento es un buen negocio.

Más que una pesadilla es una historia de terror: parece una de vampiros pero en realidad es una película de zombies: como un muerto viviente, ese mismo sector financiero que parecía cadáver cuando la crisis era sólo financiera, ha resucitado con más hambre que nunca, y tras su extensión a la “economía real” se lanza ahora contra los Estados.

Ay, cómo nos quejábamos del “capitalismo de casino” hace un par de años, ¿recuerdan?. Y al final vamos a acabar echándolo de menos. Al menos en el casino sabíamos a qué atenernos. Pero los jugadores ahora, una vez han quemado el casino, se dedican a hacer timbas de sótano donde ya no se respeta nada, donde van a por todas, y lo que es peor: donde se saben impunes y a salvo.

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