Los estancos ofrecen cuentas corrientes con gastos de mantenimiento bajos
Miguel Mora, en El País
La innovación se llama Compte Nickel (un juego de palabras entre cuenta, níquel y niquelado) y promete ser una pequeña revolución en ese sector que el papa Francisco ha llamado la usura. Desde el 11 de febrero, en Francia y sus departamentos de las Antillas, cualquier ciudadano puede abrir una cuenta bancaria en un estanco-quiosco si presenta un carné de identidad y un teléfono móvil, siempre que el estanco sea uno de los 60 autorizados a ejercer como banco por el Estado.
Al lanzar su banco cutre, su cofundador, el exbanquero Hugues Le Bret, enfatizó que sus clientes serán “los que conducen un Logan, vuelan en easyJet y llaman con Free”. Y presentó un eslogan que da ganas de llevarse la pasta al estanco mejor hoy que mañana: “100% útil, 0% tóxico”.
La novedad viene de Bruselas, que aprobó una directiva en 2007 autorizando a abrir servicios financieros a otros agentes económicos además de los bancos. Francia la traspuso en 2009, bajo el Gobierno de la derecha.
El espíritu de la Cuenta Níquel es su bajo coste, según afirman Le Bret, exempleado de Société Générale, y Ryad Boulanouar, el ingeniero que inventó el pase Navigo, la tarjeta que permite usar los transportes públicos con una simple recarga.
La publicidad de las cuentas basura promete que los gastos anuales no superarán los 50 euros (lo normal en Francia es pagar entre 10 y 20 euros mensuales por mantener una cuenta corriente), pero asegura que se dirige a todo tipo de personas, “ricos y pobres, jóvenes y viejos”.
La diana principal, sin embargo, son “los clientes que no quieren saber nada de los bancos y aquellos a quienes los bancos no quieren”. Anticapitalistas de todo pelaje y malos pagadores, por tanto, serán aceptados en estos estancos financieros que casi profetizó Fernando Pessoa al escribir su poema Tabaquería y su cuento El banquero anarquista.
Incluso aquellos que hayan recibido una interdicción bancaria podrán abrir su cuenta en el tabac.
La ganga tiene contraindicaciones, que quizá algunos agradecerán: los descubiertos están prohibidos, y en cuanto se encienda la luz roja el titular será advertido mediante un SMS. No hay posibilidad de pedir créditos y tampoco cheques, pero el cliente puede realizar pagos y transferencias con una Mastercard de uso común, pagando 20 euros anuales.
Otra aparente ventaja del banco chungo es la rapidez: la apertura de la cuenta no dura más de cinco minutos, lo necesario para que el estanquero escanee el DNI en la máquina Nickel: esta cruza los datos con los ficheros que utilizan los bancos de verdad (personas políticamente sensibles, terroristas, etcétera), y registra el número de móvil y la firma electrónica del cliente.
¿Asistimos al principio de la liberalización de un sector ultraprotegido? Los escépticos creen que la Cuenta Níquel no sustituirá a la banca tradicional porque no da préstamos, hipotecas ni productos para ahorrar. Sus creadores replican que, al menos, permitirá a los usuarios “pagar menos por los servicios bancarios”.
Pero tampoco conviene fiarse. Algunos analistas afirman que la banca low cost es un proyecto del capitalismo insaciable para integrar en el sistema a los clientes frágiles o rechazados por las entidades serias —inmigrantes sin papeles, personas sin techo, parados y demás excluidos del paraíso—.
El ensayo ha sido testado en seres humanos durante seis meses, y ha gustado a una clientela plural: un 35% de asalariados, un 16% de parados, y una cantidad menor de funcionarios, empresarios y comerciantes. El 25% eran mujeres, y su edad media, los 41 años.
Los creadores del invento esperan tener 5.000 cuentas a finales de año, y recuerdan que en Francia hay 27.000 estancos (muchos de ellos, en manos de chinos), que ven cada día a 13 millones de fumadores más o menos cabreados con sus bancos. Para tranquilidad de posibles incautos, la banca de los tres peniques estará supervisada por la Autoridad de Control Prudencial y de Resolución.
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