Isaac Rosa
En cambio si eres economista, ay, amigo, eso es otra cosa, los economistas son alegremente irresponsables, pueden fallar y de sus errores nadie les pedirá cuentas por mucha devastación que causen. Ahí está Rodrigo Rato, superministro de Economía en los años de la burbuja española, y director del FMI cuando el organismo no quería ver la crisis que se calentaba. No sólo no paga precio alguno, sino que acaba presidiendo una de las entidades financieras más importantes de España.
Hoy leemos la auditoría del FMI –ése que en 2007 decía que “las perspectivas son las mejores en años”-, y nos confirma que, por mucho que presuma de científica, la economía neoliberal se parece más bien a una estafa esotérica, como esas pitonisas que hacen vaticinios a bulto y fallan una y otra vez pero no pasa nada. Agravado porque en el caso del FMI la bola de cristal está trucada para que diga lo que interesa.
La pregunta que todos nos hacemos -salvo los responsables del FMI y los gobiernos que siguen sus directrices- es obvia: si el FMI fue incompetente, negligente y malintencionado para no ver la que se nos venía encima, ¿por qué deberíamos esperar que actúe de otra manera hoy? Si no vio la crisis, y cuando vio algo se lo calló, ¿por qué iba a ser más fiable a la hora de proponer medidas contra esa misma crisis?
Porque todos los recortes y ajustes que está viviendo Europa vienen del FMI, avalados por el organismo o directamente elaborados por el mismo. No parece muy descabellado pensar que, a la hora de dictar recortes y ajustes, sigan pesando “las ideas dominantes”, “la minimización de riesgos”, “una cultura interna en la que impera el pensamiento único y que desalienta las críticas”, “un elevado nivel de pensamiento uniforme”, y otras vendas que impidieron ver venir la crisis.
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