Michael R. Krätke, en 'Sin permiso'
El dilema en torno a la deuda es síntoma y consecuencia de una crisis más profunda: amenaza a la eurozona el fin del boom. Sin embargo, el porcentaje de crecimiento de 2011 fue más bien respetable.
Después de semanas de dramáticas sacudidas en las bolsas, finalmente hay una razón para que los alemanes tengan miedo. La economía mundial va mal, lo peor de la crisis financiera está lejos de haber pasado y se perfila ya la próxima recesión.
Desde que estallaron las turbulencias se han dilapidado en las bolsas mundiales más de 2'5 billones de dólares y deteniéndose así la fuga de acciones. De ello se aprovechan los supuestos “puertos seguros”: el oro, el dólar y el franco suizo y, más moderadamente, el yen y la libra, pero también los bonos del estado estadounidenses y alemanes. Un síntoma infalible de la crisis: aunque la solvencia crediticia de los bonos del tesoro estadounidense ha sido rebajada [por las agencias de calificación], los bajos intereses conducen a que su tasa de retorno se encuentre actualmente en la posición más baja desde hace sesenta años. Algo parecido ocurre con los bonos del tesoro alemanes: se venden, como reza la expresión, como rosquillas.
El crash bursátil mientras tanto adquiere dimensiones como las de septiembre de 2008 –hace ya tres años– cuando tuvo lugar la caída libre del banco estadounidense Lehman Brothers. El nerviosismo aumenta con los ominosos pronósticos económicos, que pasan a valer también para las naciones emergentes como Brasil e India y también para China, que ha dejado escapar su oportunidad en esta crisis. Sin embargo, todo esto obedece en última instancia a los objetivos del gobierno en Pekín de reducir su crecimiento al 7% hasta 2015 y moderar así la inflación.
Recesión y depresión
El crecimiento ha salido particularmente afectado en Alemania, que ha frenado en seco, pasando del 1'8 al 0'1 por ciento en el segundo trimestre. El gobierno alemán está preparando a la opinión pública para los pronósticos de crecimiento del año próximo, que con toda seguridad se hundirán. Las importaciones superan desde hace meses a las exportaciones. Para una economía exportadora como la de Alemania, se trata de un indicio inconfundible de que el boom comienza a invertir su tendencia. Hace mucho que todo apuntaba a una crisis económica. El comprador más importante de la máquina exportadora alemana en la Unión Europea y en la Eurozona flaquea: Gran Bretaña se estanca, y también lo hace Francia.
De terminar el 2011 con una media de un incremento anual del 1% en el espacio euro, hablaríamos de un resultado respetable. Pero aún así sería muy poco como para contener el subempleo en esta región económica, sobre todo teniendo en cuenta el exorbitante desempleo juvenil en España, Portugal y Grecia.
Peor que a la Eurozona le va a los EE.UU. con un retroceso de la producción de casi un 3%. La industria en casi todos los aspectos, se da prioridad a los bienes de inversión, la producción de bienes de consumo cae. El desempleo masivo en los EE.UU. (oficialmente en un 9'1%) no se deja reducir; los salarios reales estancados y los hogares endeudados por encima de sus posibilidades excluyen una rápida recuperación económica basada en el crédito.
El ejemplo de la Reserva Federal
Los analistas económicos proclaman a coro el mismo mensaje, que debe hacer arder a los oídos del gobierno alemán: los paquetes de austeridad que por doquiera se aprueban –en Grecia e Irlanda, e incluso en España, Italia o los EE.UU.– hunden las economías nacionales y con ello aceleran la depresión mundial. Especialmente dramática es la caída en picado en Grecia (menos cinco por ciento) y la acaso menos drástica, pero por ello más duradera, del Reino Unido. Los campeones en ahorro conducen a sus países de manera inevitable a la recesión y a la depresión. Pero los mismos economistas escriben una y otra vez: ahorrar, ahorrar y ahorrar, ahorrar más, ahorrar sin fin, es inevitable.
Italia, la séptima economía exportadora del mundo, comienza a sentir el dogma del ahorro en sus carnes, especialmente ahora. Y ello aunque sus deudas son, predominantemente, internas, y que una quiebra de los grandes bancos romanos o del estado italiano es menos probable que una quiebra de los bancos franceses o del estado francés. Debido a que el gobierno de Berlusconi ha llevado a cabo una política de ahorro tan oportunista y antojadiza como cualquier otro país, Italia tiene dificultades ahora para refinanciar un préstamo de 7'7 mil millones de euros. El Banco Central Europeo (BCE) dio finalmente un paso adelante y ha comprado desde comienzos de agosto de manera masiva bonos del estado italiano, provocando las iras del Bundesbank y el resto de miembros de la sinecura de la política monetaria dogmática. Jürgen Stark, economista del consejo de gobierno del BCE, montó en cólera y dimitió.
El pánico de los alemanes
De hecho, el BCE ha cambiado en los últimos meses. Ha abdicado del modelo del Bundesbank alemán y seguido el ejemplo del banco central estadounidense, la Reserva Federal. Una decisión que uno no puede más qué celebrar, pues muestra quién quedó encerrado en la dama de hierro de los dogmas de política fiscal y monetaria y no se ha dado cuenta de que el dilema de la deuda tanto en Europa como en los EE.UU. es síntoma y consecuencia de una profunda crisis económica. La deuda del estado se originó a través de los rescates millonarios a los bancos y los paquetes económicos, en ningún caso a través de los presupuestos sociales del estado inflados alegremente.
El pánico de los alemanes a la deuda y la inflación aumenta a medida que los países vecinos –a pesar de su papel como indispensables socios comerciales– se ven empujados a un ahorro resuelto y, con ello, a una recesión aún más profunda. Empleando con malas artes el estado, el sector público y la economía mixta realmente existente (entretanto severamente dañada) para beneficiarse en un momento de crisis, la utopía de una economía de mercado pura sin un estado social que la regule se hace cada día más real. El inquietante utopismo de la economía vulgar dominante, dispuesta a enviar a Grecia a la insolvencia, no debería subestimarse en la actual constelación de la crisis.
Michael R. Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido.
Traducción para www.sinpermiso.info: Àngel Ferrero
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