UNA REFORMA LABORAL PARA QUE NADA CAMBIE

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Nuño Rodrigo, en 'Lealtad 1'

Los dos argumentos escritos a continuación son incompatibles entre sí: En España se crearon empleos la década pasada (hasta que llegó el previsible tsunami del ladrillo) gracias a la reforma laboral de 1997. Hoy tenemos 5,3 millones de parados porque no se ha hecho una reforma laboral.

Hay más incoherencias en el debate sobre la reforma laboral. Por ejemplo, si el problema es la legislación, de ámbito estatal (como no puede ser de otra manera), ¿cómo es posible que convivan tasas de actividad del 47% en Zamora y superiores al 64% en Baleares? ¿O tasas de paro del 12% en Alava y del 38% en Huelva?

Otra más. Podemos asumir que hay un problema de flexibilidad. Pero cada viernes miles de trabajadores son dados de baja en sus contratos temporales para, quizás, volver a ser dados de alta el lunes. Solo hay que mirar los datos de afiliación día a día que publica la Seguridad Social. ¿No es eso flexibilidad?

En Fedea tienen un Observatorio del Mercado Laboral que, a partir de los datos de la EPA y de las Estadísticas de Flujos de la Población Activa, analiza el mercado de trabajo. Una de sus últimas conclusiones es harto interesante, como detallan en su blog, Nada es Gratis. De cada 100 trabajadores menores de 25 años que tenía empleo en septiembre, 18 lo perdió a cierre de año. El porcentaje baja al 8% en el tramo de 25 a 34, al 4,6% de 35 a 44 y al 3,1% para los mayores de 45.

Los autores del trabajo han intentado filtrar los motivos por los que los más jóvenes tienen este mayor riesgo de quedarse en paro, y su conclusión es que, aislando las variables tipo de contrato y antigüedad en la empresa, los menores de 25 años no son más susceptibles de perder el empleo. En otras palabras, la temporalidad y la poca experiencia generan unos costes del despido muy bajos, por lo que estos empleados son los primeros en pisar la calle, lo que a su vez refuerza la situación de precariedad.

Si tomamos datos de la EPA, y no me he liado demasiado con la web del INE, sobre los máximos de 2006 los ocupados con contrato temporal han caído el 35%. Los ocupados con contrato indefinido, el 6,5% sobre el récord de 2008.

Lo grave es que, al confundir de forma unidireccional la flexibilidad con el coste del despido, se asume que rebajado éste, adiós a la dualidad del mercado. Pero, si se mantiene la opción de los contratos temporales, ¿contratarán los empresarios a trabajadores con despido a 20 días pudiendo contratarlos con despido gratuito? Lo dudo.

Por eso, cualquier amago de reforma laboral que no elimine la lacra de los contratos temporales no servirá para nada. Ni en términos de contratación ni en términos de descenso de la precariedad. Ni, obviamente, mucho menos en mejora de la productividad que es, al fin y al cabo, la úna fórmula para mejorar la competitividad y el déficit exterior.

Por eso las propuestas que estos días circulan no son, ni por asomo, reformas laborales, sino otra cosa. Un gesto de cara a patronal, inversores exteriores y eurotecnócratas (acabo de inventar una palabra). La reducción a 33, o a 30 días el coste del despido para las nuevas contrataciones (es legalmente imposible, además de inmoral, hacerlo retroactivo).

El contrato con indemnización creciente propuesto por aquel manifiesto de los 100 o el modelo austriaco, que los economistas de Fedea (poco sospechosos de marxismo leninismo) aconsejaban en junio, son dos fórmulas que intentan movilizar el mercado yendo más allá del "qué hay de lo mío". Tienen partidarios y detractores, pero abordan el problema en conjunto. Ojalá no acaben en el fondo de un cajón.

Se puede agitar mucho y con gran vehemencia la cifra de los 5,3 millones de parados, pero si el Gobierno se limita a rebajar el coste del despido para los nuevos contratados, estos parados habrán sido solo una excusa fácil, el aprovechamiento de la crisis para imponer una agenda predefinida, pues ante estos parados se abrirá el mismo escenario de precariedad que ya les llevó a muchos de ellos a la tétrica fila del Inem.

Sobra decir (o debería sobrar) que en la actual disfuncionalidad del mercado de trabajo algo tendrá que ver con la estructura económica y el modelo productivo. En este sentido, poco se oye. Es más, las señales enviadas por el nuevo gobierno son cristalinas: cambio de la ley de costas para construir más y deducción por vivienda para construir más. Ni una sola de las medidas del nuevo Ejecutivo parece destinada a evitar que se repita la raíz de nuestros males económicos, la citada burbuja inmobiliaria. Flaco favor a nuestros hijos.

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