NO MAS COMIDA A LOS BUITRES

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Greg Palast.

Tengo para mí que Eric Hermann no quiere hablar conmigo. Cuando fui a su suite de ofimática, su placa con el nombre de su fondo de alto riesgo había sido desmontada de la pared del edificio, el número de la oficina eliminado y todos los empleados se habían encerrado dentro.

No me sorprende. Hermann es un buitre, no del tipo que come carroña sino de la clase que se alimenta de los financieramente heridos. “Buitre” es un término de la industria de fondos de alto riesgo para designar a los financieros que compran el derecho de recolectar viejos préstamos de las naciones más pobres del mundo, para emplearlos después –desde pleitos hasta el soborno y la contratación de la empresa cabildera de Henry Kissinger− para compeler a los países más desposeídos a entregarles sus escasos fondos de ayuda exterior.

A los buitres, ya sean de la especie con plumas o de la de los especuladores, no les gusta hablar con los periodistas.
El 25 de febrero, el día posterior que el programa de televisión de la BBC Newsnight ofreciera mi informe desde enfrente de la puerta cerrada de la oficina de Hermann, el parlamento británico votó para prohibir que los fondos buitres recurrieran a los tribunales de Gran Bretaña para usurpar los haberes de las naciones pobres.

¿Y qué ocurre en EEUU? ¿Por qué nuestros políticos se amilanan detrás del legislativo a puerta cerrada?

Lo que podemos hacer y por qué deberíamos hacerlo requiere, en primer lugar, de una pequeña información adicional sobre cómo funcionan los buitres.

En el caso de Hermann, sus fondos de alto riesgo compraron, por casi nada, el derecho de recolectar algunos millones de dólares que pertenecían a Liberia. (Usurpó la deuda de una unidad de lo que ahora es J.P. Morgan Chase; a los bancos como Morgan Stanley les gusta endilgar su sucio trabajo a otros). En febrero de 2002, el fondo de Hermann demandó entonces a Liberia por el largamente olvidado préstamo, por el interés compuesto y por honorarios. Hermann entabló una demanda la misma semana durante la cual la capital de Liberia, Monrovia, fue rodeada por los señores de la guerra, dejada sin electricidad ni agua, y el gobierno fue controlado por un convicto fugado de EEUU, Charles Taylor, que ahora está preso en La Haya.

Para sorpresa de nadie, ni Taylor ni los representantes de Liberia aparecieron en el tribunal de Nueva York. Así que Liberia perdió por incomparecencia y se le ordenó pagar a Hermann y a sus socios todos los millones que ambicionaban.

Ahora avancemos presto a 2007 y a la paz en Liberia. Ellen Johnson Sirleaf es la primera mujer africana elegida presidente, y las naciones donantes, incluidas EEUU y Gran Bretaña, acordaron cancelar las antiguas deudas de Liberia. Pero ahora, casi toda esta deuda está en manos de los fondos buitre, pero todos ellos, incluido Hermann, está de acuerdo en aceptar tres centavos por dólar de sus pretensiones que, aparentemente bajas, producen un beneficio muy jugoso para estos “inversores”.

Pero cuando llegó el momento de entregar los documentos del préstamo, Hermann y su socio, Michael Straus, admitieron que habían pasado una porción de sus activos a unos misteriosos fondos de las británicas Islas Vírgenes llamados “Hamsah” y “Wall”.

Con todos los otros acreedores fuera de juego, Hamsah y Wall podían, en efecto, quitar por la fuerza de Liberia todos sus activos restantes y futuros. Por ejemplo, Noruega está ayudando a Liberia en la perforación petrolera, pero la ayuda tiene que ir ahora a las dos firmas buitre restantes. Piden 28 millones de dólares, más del 5% de todo el presupuesto nacional.

Hermann no es el único buitre de deudas, ni Liberia la única presa. En el año 2007, la BBC emitió mi investigación de un buitre cuyo sobrenombre es “Goldfinger”. Goldfinger es el especulador afincado en EEUU Michael Francis Sheehan. Nuestras evidencias sugieren que Sheehan sobornó al presidente de Zambia para ganar su tajada (“his pound of flesh”, Shakespeare, El mercader de Venecia, NdT). Al escuchar el informe, un furioso congresista, John Conyers (Michigan) se dirigió inmediatamente a la Casa Blanca para enfrentarse a George Bush.

Bush prometió a Conyers que actuaría, pero no hizo nada. Uno puede preguntarse si el fracaso de Bush para poner a los buitres fuera de los negocios puede haber estado influenciado por el hecho de que el mayor buitre de todos, Paul Singer, que amenaza al Congo y a Argentina, se había convertido también en el mayor contribuyente al Partido Republicano en Nueva York. Singer, en particular, financió los ataques de los Swift Boat (de asesinato de la reputación) contra John Kerry.

Pero no solamente los Republicanos alimentan a los buitres. Eric Massa, antiguo diputado del partido Demócrata por Nueva York, organizó un acto para recabar fondos patrocinado por Singer y otros buitres. Massa, a su vez, patrocinó un proyecto de ley para castigar a las naciones que se resistiesen al pago de los fondos buitre. Por suerte para las naciones endeudadas, el propio comportamiento depredador de Massa ha vuelto inservible su servicio a los jefes del fondo de alto riesgo.

La congresista Maxine Waters, del partido Demócrata por California, ha patrocinado la “ley alto a los fondos buitre” (H.R. 2932), que refleja lo que Gran Bretaña y otras naciones han hecho: poner los financieros que ronzan cadáveres fuera de los negocios. Ahora el Congreso debería aprobar esta ley.

Greg Palast, economista y periodista, es el autor de The Best Democracy Money Can Buy y Weapon of Mass Destruction, que puede verse en www.GregPalast.com

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