Rosa María Artal
Una de las características que definen al ingenuo es su infinita capacidad de sorprenderse. Ocurre sin embargo que la experiencia y mantenerse informado permiten hilar los datos y prácticamente “predecir” el futuro (eso que se inicia al segundo siguiente del momento en el que vivimos), aunque en realidad lo que se hace es deducir. Y pasa también que cuando se carece de información y de memoria cada acontecimiento repetido parece nuevo. La sociedad en general (a la vista del discurrir de los hechos) suele vivir instalada en este último supuesto. En su caso más extremo le llevaría a asombrarse cuando sale el sol, no recordando que ya lo vio ayer, y anteayer, y muchos días más, pero en realidad se enfrenta a ese discernimiento en otros acontecimientos menos visibles.
En la nórdica Finlandia, cuna de la mejor educación del mundo, la ultraderecha xenófoba y antieuropea, registra tan espectacular ascenso, que pasa de 5 diputados a 39 situándose a la par que los partidos tradicionales. Una educación mal digerida puede llevar a considerarse superior, y eso hace casi el 20% de la población –la que ha votado a los “Auténticos Finlandeses”- que no quiere rescatar a los “ociosos” y “malgastadores” europeos del Sur y no quieren otro color de piel que el blanco desvaído de la persistente ausencia de sol. Queda allí el resto de los finlandeses claro. Pero en Holanda pasó hace poco lo mismo, sube la ultraderecha.
En la misma línea, el Gobierno francés cerró ayer el paso a los trenes procedentes de Génova para evitar la entrada de los huidos de la revolución árabe. Italia tampoco los quiere. ¿Sorprendente? No. Italia y Francia discute por quién quiere menos a los emigrantes –o exiliados-, y la UE se degrada por días y minutos dado que ya ni respeta el tratado Schengen. ¿Desconcertante? Para nada. Muy previsible.
Cuando la codicia de unos pocos condena a la precariedad a la mayoría (en un proceso creciente e imparable), cuando se carece de suficiente lucidez y de memoria (como para errar la atribución de culpas) sucede lo que está ocurriendo ahora: ultraderecha, xenofobia, manipulación de la sociedad desinformada. Si lo miramos bien, la avaricia extrema es hoy mayor que en el crack del 29. Ahora, solo el 10% del movimiento de divisas (véase Reacciona) se dedica a transacciones comerciales o de producción, el 90% es especulativa, no produce nada.
¿Desconcertante? Pues confieso que sí, que a mí, me sorprende. Me extraña (aún) que los políticos se hayan plegado a esta situación, que los medios no avisen a diario y con grandes caracteres de lo que ocurre y se nos viene encima –en lugar de hacernos desayunar, comer y cenar con los exabruptos de Cospedal o Aznar-, y, mucho más, que la sociedad no reaccione.
No me extraña nada que las ciudades se hayan quedado desiertas (en días laborables) porque es Semana Santa, a pesar de que nos quejamos tanto de la crisis. “España y yo somos así señora”.
Pero sí me pasma que no se desbroce la maleza para identificar a los culpables de los males (que permanecen incluso en vacaciones). La vez anterior los pasos calcados de hoy desembocaron en un Hitler y un Musolini, y una guerra mundial. ¿Podría ocurrir ahora? No estoy segura, quizás todavía soy ingenua. Pero estamos a tiempo de evitarlo.
Me sorprendo también a mí misma escribiendo aquí, gratis, con las muchas cosas que tengo por hacer. Como responder en Público, por ejemplo, a por qué no escribo todo, absolutamente todo, absolutamente gratis. No incluye ni una mención a conocer el contenido. Es la pregunta que más interés ha despertado. Pero no, eso no me choca nada.
Me gustan las sorpresas. Preciso alguna novedad… inesperada, tan sorprendente que llene de sol las noches. Es todo tan cansinamente previsible… ¿Ingenua?
Una de las características que definen al ingenuo es su infinita capacidad de sorprenderse. Ocurre sin embargo que la experiencia y mantenerse informado permiten hilar los datos y prácticamente “predecir” el futuro (eso que se inicia al segundo siguiente del momento en el que vivimos), aunque en realidad lo que se hace es deducir. Y pasa también que cuando se carece de información y de memoria cada acontecimiento repetido parece nuevo. La sociedad en general (a la vista del discurrir de los hechos) suele vivir instalada en este último supuesto. En su caso más extremo le llevaría a asombrarse cuando sale el sol, no recordando que ya lo vio ayer, y anteayer, y muchos días más, pero en realidad se enfrenta a ese discernimiento en otros acontecimientos menos visibles.
En la nórdica Finlandia, cuna de la mejor educación del mundo, la ultraderecha xenófoba y antieuropea, registra tan espectacular ascenso, que pasa de 5 diputados a 39 situándose a la par que los partidos tradicionales. Una educación mal digerida puede llevar a considerarse superior, y eso hace casi el 20% de la población –la que ha votado a los “Auténticos Finlandeses”- que no quiere rescatar a los “ociosos” y “malgastadores” europeos del Sur y no quieren otro color de piel que el blanco desvaído de la persistente ausencia de sol. Queda allí el resto de los finlandeses claro. Pero en Holanda pasó hace poco lo mismo, sube la ultraderecha.
En la misma línea, el Gobierno francés cerró ayer el paso a los trenes procedentes de Génova para evitar la entrada de los huidos de la revolución árabe. Italia tampoco los quiere. ¿Sorprendente? No. Italia y Francia discute por quién quiere menos a los emigrantes –o exiliados-, y la UE se degrada por días y minutos dado que ya ni respeta el tratado Schengen. ¿Desconcertante? Para nada. Muy previsible.
Cuando la codicia de unos pocos condena a la precariedad a la mayoría (en un proceso creciente e imparable), cuando se carece de suficiente lucidez y de memoria (como para errar la atribución de culpas) sucede lo que está ocurriendo ahora: ultraderecha, xenofobia, manipulación de la sociedad desinformada. Si lo miramos bien, la avaricia extrema es hoy mayor que en el crack del 29. Ahora, solo el 10% del movimiento de divisas (véase Reacciona) se dedica a transacciones comerciales o de producción, el 90% es especulativa, no produce nada.
¿Desconcertante? Pues confieso que sí, que a mí, me sorprende. Me extraña (aún) que los políticos se hayan plegado a esta situación, que los medios no avisen a diario y con grandes caracteres de lo que ocurre y se nos viene encima –en lugar de hacernos desayunar, comer y cenar con los exabruptos de Cospedal o Aznar-, y, mucho más, que la sociedad no reaccione.
No me extraña nada que las ciudades se hayan quedado desiertas (en días laborables) porque es Semana Santa, a pesar de que nos quejamos tanto de la crisis. “España y yo somos así señora”.
Pero sí me pasma que no se desbroce la maleza para identificar a los culpables de los males (que permanecen incluso en vacaciones). La vez anterior los pasos calcados de hoy desembocaron en un Hitler y un Musolini, y una guerra mundial. ¿Podría ocurrir ahora? No estoy segura, quizás todavía soy ingenua. Pero estamos a tiempo de evitarlo.
Me sorprendo también a mí misma escribiendo aquí, gratis, con las muchas cosas que tengo por hacer. Como responder en Público, por ejemplo, a por qué no escribo todo, absolutamente todo, absolutamente gratis. No incluye ni una mención a conocer el contenido. Es la pregunta que más interés ha despertado. Pero no, eso no me choca nada.
Me gustan las sorpresas. Preciso alguna novedad… inesperada, tan sorprendente que llene de sol las noches. Es todo tan cansinamente previsible… ¿Ingenua?
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