EL HARTAZGO. HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO

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David García


El País y el diario Público o ABC los llaman ‘los indignados’. Libertad Digital los denomina ‘los manifestantes liderados por Willy Toledo’. Más allá de catalogaciones más o menos delirantes, lo que está claro es que, tras años de bucólica apatía y taimado conformismo, algo ha comenzado a moverse en la calle. El paro juvenil roza el 50%, la cifra total de desempleados supera los cuatro millones. Los mercados han establecido un escenario de consumismo masivo y, en opinión de muchos, innecesario como el único posible. Ha comenzado a cundir la sensación de que los destinos de la ciudadanía son regidos por intereses que no son elegidos por el dedo justiciero de las urnas. ¿Hemos alcanzado el estado de ‘hasta aquí hemos llegado’? Varios colectivos ciudadanos así lo creen y se han organizado para que se les escuche. Y se han dado cuenta de que la cosa ¡funciona!

En Islandia llevan algo de ventaja temporal y, sobre todo, bastante ventaja en actitud. Han dicho que por ahí no pasan, y por ahí no pasan. No se sabe dónde empieza exactamente este cuento pero, al menos en España, tiene uno de sus primeros capítulos con el rescate financiero de bancos y cajas “para garantizar la estabilidad del sistema”. En un curioso ejercicio de socialismo y generosidad, las entidades financieras aceptaron socializar las pérdidas y compartirlas con todos los ciudadanos.

Por supuesto, este movimiento quedó en anécdota cuando se han presentado beneficios. El capitalismo, que iba a ser refundado como resultado de la crisis mundial más grave en 80 años, ha vuelto a su cauce y las ganancias se capitalizan y se quedan en las entidades financieras que los han generado. Aderecemos todo esto con un ‘quítame allá esos trajes’, ‘quítame allá esos EREs’ o ‘ponme un aeropuerto, aunque no tenga aviones’. Pongamos de postre una ley con un polémico proceso de desarrollo y aprobación que se responde oficiosamente al nombre de la ministra que la ha impulsado, Ángeles González Sinde.

En esta sopa comienzan a surgir comentarios en Twitter y grupos en Facebook en contra del polémico proceso que ha conducido a la aprobación de dicha ley. Los autores se dan cuenta de que sus ideas eran un lugar común para más gente de la que creían y comienzan a intercambiar ideas y formas de organización. A la vez,Indignaos, un pequeño libro de un diplomático francés, Stéphane Hessel, se convierte en superventas. Y toda esa agitación sirve como combustible para que otros grupos de ciudadanos se organicen y exijan el cambio. Y se dan cuenta de que lo pueden hacer de manera rápida y eficiente. Y organizan una manifestación el pasado 15 de mayo, justo una semana antes de la cita electoral del día 22. Y resulta que es un éxito y que ya tenemos vivo un movimiento de protesta como no se recuerda en varios años.

Los que miraban al sur y al este del Mediterráneo con envidia, soñando con solo un atisbo del inconformismo que se desataba en países como Libia, Egipto o Yemen, tienen motivos para empezar a pintar pancartas y memorizar lemas. Afortunadamente, la situación que se vive a ambos lados del antiguo mar dista mucho de ser similar, pero todo ha empezado a cambiar y parece difícil que, como poco, no se abra un proceso de reflexión y debate del modelo que se ha instaurado como el único presuntamente válido.

Así es como llegamos a donde estamos hoy, 18 de mayo. Más de 300 manifestantes están acampados en la madrileña Puerta del Sol y pretenden permanecer ahí hasta las elecciones del próximo domingo. Durante el pasado fin de semana, las calles de toda España se han llenado de manifestantes que, convocados por plataformas comoNo Les Votes, Democracia Real Ya o Risastencia, han salido a expresar su desencanto. “Democracia Real Ya surge de la indignación”, cuenta Lidia Posada, una de las portavoces del movimiento social. “No compartimos ideologías ni tendencias, pero todos somos conscientes de que existen problemas gravísimos que debemos enfrentar”.



Si bien se da la circunstancia de que las convocatorias aglutinan a parados, estudiantes, amas de casa, becarios y precarios y, en general, un amplio espectro de ciudadanos, lo cierto es que aparentemente, la mayoría de los manifestantes escoran su pensamiento a los postulados de la izquierda. Para Ricardo Galli, profesor de la Universidad de las Islas Baleares, fundador de Meneame.net y uno de los impulsores de No Les Votes, esta reacción tiene una causa muy clara. “Los grandes partidos ignoran completamente la opinión de sus ciudadanos. Incluso cuando legislan contra ellos a favor de los intereses patrimoniales de una minoría, como pasó con la ley Sinde”, señala Galli.

“Dado que no nos han dejado espacio para la participación ciudadana, el único camino que nos dejan para hacerlo es el día de la votación. Por eso pedimos que no se vote ni a PSOE, ni a PP, ni a CIU, ya que han anulado toda participación de la ciudadanía y se han profesionalizado para mantener el “turnismo” que tanto les beneficia. La forma más directa, casi la única que nos dejan, para debilitar a esta partitocracia es votar a otros partidos. No es la solución mágica, ni puede ser la única, pero sí es una que puede empezar a mostrar resultados en poco tiempo”.



Más allá de lo interesante que resulta el hecho de la protesta en sí, llama la atención tanto la forma como la rapidez con la que ciudadanos anónimos y aislados se han organizado al margen de las estructuras, de las organizaciones sociales y políticas más tradicionales. Partidos políticos o sindicatos, por ejemplo, han expresado un mínimo amago de reacción ya después de que miles de personas tomaran las calles los días 14 y 15 de mayo. El fluido que ha canalizado toda esta articulación de las actividades se encierra en redes sociales como Twitter o Facebook.

“Ya no estamos sólo digiriendo los mensajes provenientes de unos pocos medios, la comunicación directa y sin intermediarios es cada vez más fluida y seguida con atención por muchas más personas”, explica Galli. Lidia Posada explica la importancia del medio para transmitir el mensaje en estos términos.

“Democracia Real Ya encontró su génesis en una red social y han sido una herramienta inestimable de coordinación y comunicación, aunque las combinamos con asambleas presenciales en cada localidad”. El cambio ocurre por tanto, como explicaba el profesor de la Universidad de Buenos Aires Alejandro Piscitelli hace algunas semanas, a través de las redes sociales, no a causa de las mismas. Es el descontento el que mueve a las masas, contaba.

Así es como llegó Enrique Bufort, un abogado que desempeña su profesión en Madrid, a adherirse a la iniciativa. “Las redes sociales son fundamentales. Sin dichos medios, hubieran sido posible movimientos de distinto tipo, pero no de la rapidez y magnitud que creo, están teniendo. Se debe partir del hecho de que vivimos en una sociedad completamente adormecida por los medios, por lo que, sin dichas ayudas, a día de hoy, no hubiera sido posible ningún tipo de movilización más o menos masiva”.



¡No tenemos rehenes, pero estas son nuestras exigencias!

De acuerdo, el pueblo está, al menos en parte, en la calle por primera vez en mucho tiempo. Y se ha organizado muy bien. Las ciudades se llenan de personas con ansias de cambio pidiendo exactamente ¿qué? La estrategia de No Les Votes va encaminada a tener un efecto inmediato sobre la composición de las estructuras de poder político.

El bipartidismo que domina la gran mayoría de las instituciones es, para este colectivo gestado en torno a un hashtag de Twitter, la causa de muchas de las patologías políticas que sufren los ciudadanos. La forma de acabar con eso se traduce en una acción muy concreta. “No Les Votes no promueve la abstención ni el voto en blanco o nulo. Solo pide que no se vote a PP, PSOE y CIU y que se ejerza el voto responsable. A los partidos únicamente les interesa mantener el poder reclamando el voto útil. ¿Qué alternativas tienes más que convencer a la gente de que ese voto útil es completamente inútil para nuestros intereses?”, resalta Ricardo Galli.

Democracia Real Ya se centra en el cambio de papel de los ciudadanos dentro del escenario en el que desarrollan sus vidas. “Pedimos que los ciudadanos retomen su papel en la vida pública y exigimos al poder político que deje de someterse a los deseos de quienes ostentan el poder económico. Es necesario que revisemos la legitimidad de algunas instituciones y leyes. No hay que tener miedo a decir lo que uno piensa y poner las ideas en común”, explica Lidia Posada.

Para muchos, el cambio es inminente y necesario. La sociedad se ha articulado en torno a unos principios de corrección política y unitarismo que castigan la disidencia con el ridículo y el rechazo. El debate se acabó en el momento en el que la puesta en duda se consideró una afrenta a la realidad. Galli cuenta su punto de vista desde las palabras de otra de las personas que se implicó con No Les Votes en sus inicios, hace unos meses.

“Como cuenta Amador Savater, estamos en la cultura de la transición, donde está definido qué es lo posible y qué se sale del sistema. Cualquier idea que vaya contra el modelo de partitocracia es tachada de antisistema o, en el mejor de los casos, de rupturista con los consensos irrepetibles. Pero no se entiende al consenso como un acuerdo luego de un debate, sino solo aquello que entra en el marco definido durante la transición, hace más de 30 años”.

Cantaba Patti Smith, y por fortuna lo sigue haciendo, que el pueblo tiene el poder. Quizá no sea estrictamente cierto en este preciso momento, pero al menos parece que ha encontrado una forma de organizarse de manera rápida y efectiva al margen de los designios de la clase dirigente. Ah, y mientras, los principales partidos, callan. Yorokobu intentó ponerse en contacto con PSOE, PP, IU y UPyD. No hubo respuesta.

Risastencia, la protesta a base de carcajadas

¿Hace falta mantener el gesto agrio para protestar? Para Risastencia, otro colectivo de personas con ganas de denunciar la situación que vivimos, es posible hacerlo de la manera contraria: riendo. “Llevamos más de tres años recibiendo malas noticias. Creemos que es necesario que la gente ría”, explica un miembro del colectivo que prefiere mantenerse en el anonimato. Así es como nace Risastencia, otro grupo organizado al calor de las redes sociales que ha elegido esta peculiar forma de protesta como seña de identidad y reclamo. Se lanzaron a la calle el pasado 14 de mayo a, literalmente, reírse de aquellos que están en el poder.



“Lo hacemos de esta manera para ningunearlos. No pueden impedirnos reír y con esta acción queremos señalar que la gente es ingobernable”. Risastencia quiere recuperar la figura del bufón, personajes que en ocasiones disfrazaban la crítica convirtiéndola en inteligente sátira. Para el portavoz de Risastencia, “vivimos un momento histórico, en el que la tecnología hace posible que las personas se comuniquen y se asocien como nunca antes. Estamos asistiendo a la lucha un modelo antiguo contra uno nuevo”, resalta.

La rebelión contra un modelo de consumo con fecha de caducidad

El cambio social no se limita al cuestionamiento de quién y cómo se asume y se ejerce el poder. El modelo económico, basado en un consumismo desatado y creciente, también se pone en duda. Una señal de que también está cambiando algo en este sentido estuvo en la viralidad que tuvo la emisión en TVE de Comprar, tirar, comprar, un documental escrito y dirigido por Cosima Dannoritzer.

Comprar, tirar, comprar analiza diversas situaciones en las que las grandes corporaciones han abusado de los consumidores repasando la idea de obsolescencia programada, un concepto que hace que productos que deberían tener una vida larga, dejen de funcionar en un periodo más breve determinado por el fabricante. “Si miras en internet encuentras un montón de historias de bombillas que duran para siempre, vehículos que nunca se estropean pero cuyos inventores y prototipos han desaparecido bajo circunstancias extrañas…



Luego están los comentarios de la gente mayor que siempre dicen que antes todo duraba más. Con este documental quería ver si todo esto era una leyenda urbana o si era verdad”, cuenta la propia directora. A partir de ahí, Dannoritzer construye una historia que analiza la economía del crecimiento y sus posibles alternativas.

“Encontramos tantos ejemplos que nos dimos cuenta de que todo el sistema, toda la sociedad de consumo, se basa en la obsolescencia programada y en reemplazar todo cada vez más rápido”. Cartuchos de tinta para impresora que dejan de funcionar aún sin estar vacíos, bombillas con un número determinado de horas de vida o medias de nylon diseñadas para trazar una carrera al poco tiempo son algunos de los ejemplos que la directora emplea en su documental.

Para la directora, afincada en Barcelona, es evidente que estamos ‘disfrutando’ de un sistema diseñado para que consumamos cada día más. “Nos hacen desear cosas que no necesitamos, o reemplazar objetos que todavía funcionan para fomentar el consumo. Estamos participando es este juego, por pereza, porque queremos siempre lo último sin pensar más o porque nos gusta hacer compras después de un día de trabajo. Si dejamos de participar, podemos cambiar muchas cosas”, dice Dannoritzer.

El futuro, sin embargo, no es del todo negro. Los consumidores tienen cada vez más información -“las redes sociales nos dan una ventaja importante porque podemos compartir información más fácilmente y unirnos para hacer algo”-, están cada vez más concienciados de la necesidad de consumir de manera sostenible y dependen cada vez en menor medida de los proveedores asentados en su entorno ya que, gracias a Internet, los negocios nacen, cada vez más, con vocación global.

La alternativa pasa para Dannoritzer por un cambio que bien podría reflejarse a través de los postulados de Serge Latouche. “Latouche habla del decrecimiento, consumir menos, reducir todo. Quizá suene un poco negativo, pero podríamos consumir de otra manera, hacer más intercambios, comprar productos de segunda mano o consumir bienes que no gastan recursos no renovables”, reclama la cineasta. Para ella, se ha comenzado a recorrer el camino. “Hay muchas empresas que han empezado a hacer otros tipos de productos, justamente porque se empieza a pedir algo diferente por parte de los consumidores. A veces es un cambio que es solo cosmético, hay que informarse bien, pero se ve una nueva tendencia”.

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