EL PECADOR INOCENTE

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por Antonio Álvarez-Solís


Me pregunto repetidamente si las innúmeras, maliciosas e irresistibles incitaciones al consumo, tantas veces innecesario o aún perjudicial para vivir una existencia armónica y confortable, podrían, moralmente hablando, constituir algún tipo de delito por hostigamiento o compulsión psicológica. Adelanto ya a las reflexiones que siguen que he contestado positivamente a la pregunta anterior. Quizá cupiera hablarse de un delito de abuso de poder.

Creo que hay un comportamiento inmoral en apremiar al ser humano a determinados consumos que acaban por sumergirle en la servidumbre. La creación de hábitos, en este caso hábitos de subordinación, es una de las pretensiones que abriga siempre el poder. El consumo y el miedo son gravemente contaminantes del inconsciente colectivo.



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