Alberto Garzón Espinosa
¿Se imaginan ustedes que un día cualquiera reciben, entre el montón de correspondencia, una denuncia policial por haber participado en unos incidentes en los que físicamente era imposible que estuvieran? Suena kafkiano, desde luego. Pero es exactamente lo que le ocurrió a Juan Antonio Aguilar, dirigente de las Juventudes Comunistas (UJCE) y coordinador del área de Juventud de IU en Córdoba.
La denuncia que ha recibido le recrimina ser el organizador de las movilizaciones en solidaridad con los estudiantes del IES Lluis Vives de Valencia, así como participar de forma violenta en dicha movilización. Lo que por suerte salvará a Aguilar será que en esos momentos se encontraba reunido en el Consejo local de la juventud, como las actas de dicha reunión afortunadamente atestiguan.
Pero entonces, ¿por qué recibe este compañero dirigente de IU la denuncia? ¿quién toma la decisión policial de responsabilizar a una persona determinada de un amplio movimiento de protesta? ¿qué objetivo persigue la denuncia?
Algo similar les ocurrió a los tres estudiantes de Barcelona que ya llevan prácticamente un mes detenidos en “prisión preventiva”, o a los sindicalistas que están siendo detenidos en Barcelona y Valencia por el simple hecho de haber participado en la huelga general. Sin duda, estamos asistiendo a un completo proceso de creación -y uso- de las llamadas listas negras.
Es muy peligrosa la vía que han tomado. Siempre, no lo olvidemos, la policía actúa por órdenes políticas. Y aquí la estrategia parece clara. Señalando a personas muy determinadas, y que obviamente juegan un papel importante en la movilización social por su condición de dirigentes o sindicalistas, la policía puede estar intentando asustar y desmovilizar la respuesta social al grave ataque a los derechos conquistados que está sucediendo en España.
Estamos involucionando como sociedad, dirigiéndonos a un sistema totalitario en el que los derechos y libertades individuales son recortados de facto a la vez que los derechos sociales y económicos se aplastan al ritmo de decretos ley.
La solidaridad en estos momentos es más importante que nunca, no sólo como manifestación de apoyo puntual sino como fuerza capaz de fortalecer todos los movimientos de protesta venideros. Porque es obvio que no podemos quedarnos de brazos cruzados ante la criminalización de la protesta y, prácticamente, de la afiliación sindical y política.
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