François Hollande ocupará en breve el despacho principal del Palacio del Elíseo con el mandato de cambiar radicalmente las que han venido siendo las políticas europeas desde que Alemania y Francia cedieron el poder a sus partidos conservadores y de derecha. Hollande, de 57 años, inició su carrera política en un discreto segundo plano en el que parecía tener pocas ambiciones personales. Este hombre afable ha sido designado hoy por los franceses vigesimocuarto Presidente de la República Francesa.
François Hollande se convierte en el segundo socialista que ocupa la máxima dignidad del estado francés, después de que otro François, Miterrand, lo lograra en 1981 y fuera el presidente que más tiempo ocupara ese cargo. Su expareja sentimental, madre de sus cuatro hijos, Segolène Royale, perdió la anterior convocatoria frente al actual presidente, Nicolás Sarkozy, y anteriormente, los socialistas ni siquiera llegaron a una segunda vuelta en la que el ultraderechista Jean Marie Le Pen consiguió arrebatar la plaza al ex primer ministro del PSF, Lionel Jospen.
Hollande nació en 1954 en el seno de una familia burguesa cuyo padre, médico de profesión, había sido candidato de la extrema derecha en unas elecciones municipales y mostraba ciertas simpatías por el movimiento terrorista OAS; su madre, empero, era una trabajadora social simpatizante de la izquierda. Buen estudiante, se licenció en Derecho y obtuvo titulación en los centros más prestigiosos de Francia, en los que inició su militancia política en la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF), una organización cercana al Partido Comunista Francés.
Su verdadera carrera política comienza desde un discreto segundo plano, como Auditor del Tribunal de Cuentas, del que pasó a ocupar puestos de responsabilidad en la portavocía del gobierno durante el primer mandato de Miterrand. A partir de ese momento ya no saldrá de la Administración Pública. Alcalde de Tulle, presidente del Consejo de Corrèze y diputado por esa circunscripción, llegó a la secretaria general del PSF de la mano del presidente Miterrand en 1997, pero aún no conseguiría consolidarse como un líder político.
En 2007 vio cómo su propia pareja sentimental, Segolène Royal, se hacía con el liderazgo del socialismo galo y conseguía ganar unas primarias que le enfrentaron en las presidenciales, sin éxito, al hoy derrotado Nicolás Sarkozy. Tras la derrota de Royal, se rompe la relación que habían mantenido durante casi 30 años, y Hollande da un giro radical a su carrera política, dejando atrás su perfil gris y funcionarial, para convertirse, con la ayuda de su nueva pareja, la periodista Valerie Trierwelier, en el nuevo líder de facto del PSF. No obstante, poco apostaban porque Hollande consiguiera su objetivo hasta que los problemas judiciales -por escabrosos asuntos de índole sexual- de Dominique Strauss-Khan, exdiretor del FMI y favorito en las quinielas para ser el candidato socialista a las presidenciales, le dieron la oportunidad que venía buscando.
El hombre tranquilo y amable, pero tenaz y cargado de ironía, tal vez su arma más poderosa, consiguió ganar las primarias francesas tras la caída en desgracia de DSK, dejando atrás a la propia secretaria general del PSF, Martine Aubry, hija de Jaques Delors, que, además, había recibido el apoyo de su expareja y anterior candidata, Segolène Royal.
Desde su nominación, Hollande ha venido haciendo una campaña sin estridencias, pero con un lenguaje claro de cambio radical y giro a la izquierda que ha hecho que durante todo el día hoy millones de europeos miraran a Francia con la esperanza de que la victoria lograda por el socialista galo suponga el principio del fin de las políticas europeas de recorte y austeridad impuestas por la Alemania de Ángela Merkel, que, con la complicidad del derrotado Nicolás Sarkozy, lastran el crecimiento del viejo continente y no han conseguido inciar la salida de la crisis.
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