Iguázel, elhombre, en El Periódico de Aragón
La sinrazón del capitalismo es cotidiana, sólo hace falta ir a un supermercado. Es un tablero de un juego de estrategia sin zonas francas. Los alimentos de primera necesidad están dispersos por todo el establecimiento para que no dejes nada sin recorrer. En las estanterías, los productos básicos donde cueste más cogerlos. Los espacios más visibles están reservados para provocar la compra de productos sobre los que el supermercado tiene mayor margen de beneficios. Los precios terminados en 5,7 y 9 atraen más al consumidor. Los carritos se desvían hacia la izquierda, lo que hace que los sujetemos con la mano de ese lado y así la derecha queda libre para alcanzar cómodamente los productos. Y luego la jungla con todas las miles de referencias para que consumas, como un parque Disney de diario para ricos. Quizás lo único bueno de la precariedad es que te hace menos vulnerable al merchandising. Eso si todavía tienes la suerte de ser de los pobres menos pobres que pueden entrar a un supermercado aunque sólo sea a comprar lo básico y no eres de los que esperan fuera a recoger lo sobrante. Que gracioso que el mercado se llame libre cuando todos sus intentos son de esclavizarnos.
Vinagre de vino de toda la vida. Qué ordinariez. Lo que mola ahora es tener un vinagre para cada ocasión, de Jerez Pedro Ximénez, de Módena, a las finas hierbas, al ajo, de sidra, de Albariño al limón, de frambuesa, de manzana ecológica, de vino con estragón...y luego las cremas de vinagre. El aceite de oliva es una cutrez si no es al aroma de la trufa negra y viene en un bote de spray. Decenas de productos de soja: aliños para ensaladas, queso, leche, galletas, pasta, bebidas, panes, cereales, postres, yogures... Es lo que tiene que Estados Unidos tuviera excedente de este producto y nos lo consiguiera encasquetar como saludable. Ya podíamos hacer lo mismo nosotros con el mejillón cebra o el caracol manzana, por ejemplo. Yo hasta que no saquen las barritas dietéticas sabor morcilla no hago dieta. Emprendedores, ahí tenéis una idea de negocio. Comprar la lechuga entera es una cosa demodé. Nada que ver con esas bolsas de ensalada preparada. Se les dice preparada porque están preparadas para ponerse mustias nada más entrar en tu casa. Y cómo vivir sin las bayas de Goji. Es indispensable tener 63 tipos de leche y 304 clases de yogures. Cientos de tipos de platos congelados y tantas clases de galletas que podríamos estar comiendo todos los días una distinta.
Podemos comprar desodorante de limones del Caribe, gel puras caricias con Karité y vainilla, mayonesa hecha con huevos de gallinas camperas, espaguetis de varios tipos de largura y grosor, sal líquida ligera en sodio con aroma natural de pepino, trufa, ajo o light, envases de caldo con la cara de Bertín Osborne, o queso blanco con piña. Miles de productos. Y seguirán inventando otros porque la lógica del consumo es siempre más, nunca menos.
Menuda tontada eso del decrecimiento. Con lo necesario que es tener veinte tipos de papel para limpiarte el culo.
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