¿LIBERTAD NEOLIBERAL?

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Antonio Aramayona. en El Periódico de Aragón 

Un muchacho de veinticinco años estaba sentado frente al directivo de una empresa, pues optaba a ocupar un puesto de trabajo administrativo por 600 euros al mes, seis días a la semana. En sus adentros, aquel muchacho pensaba que con aquel sueldo y aquel horario no iba a ningún lado, pero ponía todo su esfuerzo en aparentar solo su disponibilidad para cumplir con concienzudo esmero el trabajo que se le encomendara. Eso sí, se le descontarían 35 euros por el uso al mediodía de un espacio común donde con sus compañeros podría sacar su bocata o su tartera con la comida que trajera de su casa, así como por el uso de un microondas donde podría calentar la comida (se trata de un caso real, doy fe).

Aquel muchacho me contaba después que estaba pensando que con ese trabajo iba a convertirse en una piltrafa tan execrable como el trabajo mismo que estaba solicitando, tras haber rebajado en lo posible su currículum vitae y sus estudios superiores, cuando, en medio de la entrevista le vino a la cabeza una pregunta que una mañana se había posado años ha en un aula de su Instituto: ¿qué es realmente libertad?

Ahora ya lo tenía claro: libertad es cualquier cosa menos lo que en esos momentos estaba haciendo en aquel despacho. Probablemente, el dueño de la empresa y su consejo de administración se declararan de ideología liberal, al igual que la CEOE y la Cepyme a las que cotizaran, y estarían de acuerdo con las medidas y los diagnósticos del neoliberalismo económico vigente en España y el mundo. La palabra “liberal”, tan polisémica, está supuestamente relacionada con la libertad, pero lo que ya no dice el liberalismo es que se trata de la libertad propia para obtener beneficios, aun a costa de anular o reducir la libertad de los demás.

Hace unos semanas, la CEOE afirmaba que para salir de la crisis se necesita una reforma laboral con medidas aún más restrictivas sobre flexibilidad laboral y moderación salarial; es decir, una reforma laboral la mar de liberal, con suma libertad para despedir sin trabas y contratar por unos salarios y unos horarios de mierda. De hecho, ya lo dejó claro su anterior presidente, Díaz Ferrán: “hay que trabajar más y cobrar menos”, si bien estaba pensando exclusivamente en los trabajadores, como la nuda realidad se ha encargado de demostrar posteriormente con creces.

Igualmente, la semana pasada, el vicepresidente de CEOE y presidente de Cepyme, Jesús Terciado, proponía otra descomunal joya de las de culo de botella: un nuevo contrato para jóvenes por un salario de 645 euros mensuales; es decir, el salario mínimo interprofesional. Como estos dirigentes empresariales y asimilados deben de pensar que la población currante raya en lo fronterizo, Terciado añadió que las condiciones laborales irían mejorando a medida que el trabajador fuera formándose, como si no se nos hubiese pasado ya por la cabeza que al cabo de unos pocos meses la mayor parte de esos contratos estaría finiquitada, pues otros jóvenes habrían ocupado los puestos de sus coetáneos y, de paso, sus padres y madres estarían en la calle, ya que esos jóvenes significan mano de obra barata, sin derecho laboral adquirido alguno y fuera de todo convenio laboral.

La libertad se está yendo cada vez más al carajo e incluso la reivindicación de la libertad ajena comienza a parecer subversiva a los liberales y neoliberales. Y con la libertad también corren el riesgo de acabar en el sumidero los derechos personales y colectivos, la estabilidad personal y familiar de la ciudadanía trabajadora y desempleada, así como su posibilidad de hacer proyectos que alcancen más allá de unos pocos meses. Paralelamente, crecen el miedo, la desconfianza, la incertidumbre, la zozobra, el resquemor, las habladurías y los rumores, de tal forma que la persona trabajadora está dispuesta a reducir su sueldo, cambiar el horario o el turno, e incluso ir a Laponia, como ya dijo hace un año el presidente de la Comisión de Economía y Política Financiera de la CEOE, José Luis Feito.

Los salarios caen y los asalariados pierden 12,7 puntos de renta desde 2007, mientras que las rentas empresariales crecen (6,6%). El neoliberalismo refleja y justifica los intereses de los beneficiarios (uno por ciento de la población) de un sistema capitalista feroz, y trata de ampararse en el mercado libre, es decir, en un sistema donde intentan privatizar a toda costa empresas y servicios públicos, una vez bien retribuidos con cargos e indemnizaciones los servidores públicos que han hecho posibles tales privatizaciones. Los neoliberales y los especuladores financieros hablan de mercado libre, para tener manos libres, desregularizando cada naipe y cada regla del casino donde se lucran.

Mientras, una buena parte de la población contempla gaviotas artríticas y rosas sin pétalos, mientras espera que los lobos se hagan vegetarianos.

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