David Torres, en 'publico.es'
Ustedes me dirán, y con razón, que eso no tiene ningún sentido, que semejante maniobra suicida sólo podía ser obra de una cuadrilla de imbéciles, pero es que tampoco se le puede suponer mucha inteligencia a una gente que nunca se percató de que les estaban expoliando desde un despacho de ahí al lado durante décadas y décadas. No cabe ninguna otra explicación a los dos patitos de Bárcenas, salvo concluir, claro está, que todo el politburó genovés estaba metido en el ajo, que no eran tontos del culo sino cómplices, un dilema que hubiera cortocircuitado el monólogo de Hamlet. ¿No ser o no ser? ¿Gilipollas o mangantes? He ahí la gente que nos gobierna.
Como ya preveíamos, Cospedal se ha encasquillado en la negación hasta el punto de que, en vez de una entrevista, parecía que estuviera mirando un partido de tenis. No, no y tampoco. No le consta, no sabe, no contesta. ¿Sobres? Nosotros usamos correo electrónico. ¿Firmas en recibís? Ni leemos ni escribimos, firmamos con una X. ¿Dinero negro? En el PP no va a encontrar ni un negro, salvo Baltasar el día de Reyes, y alguno que se excedió con los rayos UVA. ¿Bárcenas? Nosotros no cenamos en bares.
Una vez a Pujalte se le ocurrió decir que los del Gürtel no eran más que una banda de chorizos que tenían engañado a todo el PP valenciano, pobrecitos, reduciendo el mayor caso de corrupción de los últimos tiempos a aquella escena mítica en que Tony Leblanc le pegaba el timo de la estampita a un paleto avariento. Por lo visto Luis Bárcenas se pasó veinte años entrando y saliendo de Génova con un maletín lleno hasta los topes de recortes de periódicos, guiñando los ojos, tirando pedorretas y agitando los brazos cual cigüeña. Sí, mejor quedar como gilipollas.
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