Santiago Niño Becerra, en 'La Carta de la Bolsa'
Coincidiendo en el tiempo con lo anterior, el Señor Ministro de Fomento ha manifestado que para que España cuente con unos servicios públicos de calidad su ciudadanía debe aceptar que la presión fiscal española aumente, una presión fiscal, ha dicho -y es cierto-, que es de las más reducidas de Europa.
Bien. Estamos llegando a aquello que ya hemos comentado aquí: al tiempo en que veríamos agujeros en el pavimento de las calles de nuestras ciudades (si prefieren sustituyan agujeros en el pavimento por suciedad deficientemente recogida, basuras acumuladas, mobiliario urbano deteriorado y no reparado y desde luego no repuesto, servicios de calidad a la baja, …); debido a un problema de recaudación, evidentemente, pero no sólo. (Superecomendable un texto de Paul Krugman en la Pág. 10 de El País Negocios del 15.08.2010: detalla hechos que ya están sucediendo -en USA- y que les sonarán: en Colorado Springs el ayuntamiento ya ha apagado, o se halla en vías de hacerlo, el 30% del alumbrado público: una farola de cada tres, pero hay más: Gobiernos locales que están destruyendo carreteras -en USA, sí- porque no pueden mantenerlas (además, la destrucción genera PIB).
Ya, ya: los ayuntamientos españoles consideraron como fijos ingresos que eran atípicos: los del ladrillo, fundamentalmente, ingresos que en algunos casos llegaron al 35% de su presupuesto de ingresos, y, en consecuencia, montaron estructuras y gastaron con arreglo a esos ingresos, y se endeudaron según esa falsa previsión de ingresos, y se comprometieron con unos gastos de mantenimiento en función de esos ingresos virtuales, y aceptaron competencias traspasadas por los Gobiernos regionales creyendo que esos ingresos iban a continuar siempre; claro eso es parte del problema, pero no es EL problema: EL problema es que lo-de-antes no va a volver.
El Señor José Blanco habla de presión fiscal, pero no cuenta toda la película: cierto, la presión fiscal es más reducida en España en comparación con la media europea, pero no dice el motivo de que ello sea así, y el motivo es doble: 1) por un lado, al ser baja la productividad española los salarios medios tienen que serlo, por lo que una presión fiscal elevada aún hubiese puesto más de manifiesto los bajos salarios españoles (a eso, evidentemente, debe añadirse que el nivel de fraude fiscal es mucho más elevado en España que en el resto de Europa, cosa a la que el Señor Ministro tampoco se refiere); 2) por otro el atraso en la oferta de servicios públicos con respecto a muchos países europeos era tan estratosférico, tanto, que para que esa oferta hubiese aumentado significativamente hubiese tenido que incrementarse tantísimo la presión fiscal que hubiera sido insoportable, y tampoco de eso ha dicho nada en Señor Ministro. (¿El atraso?, vean el porcentaje que sobre PIB gastan España y otros países europeos en protección social),
España, a lo largo de los años que ha durado el ‘España va bien' ha mejorado sus servicios, naturalmente, de entrada porque se partía de una situación muy retrasada, pero lo cierto es que ha aumentado la cantidad y la calidad de sus servicios, tanto a nivel nacional como local, y ahora viene lo mejor: no sólo sin aumentar la presión fiscal, sino reduciéndola: entre 1996 y el 2004, porque era lógico que así fuese debido al color del Gobierno, a partir del 2004 porque ‘bajar impuestos era de izquierdas'.
En otras palabras, de nuevo fue por volumen por la razón por la que el Estado español aumentó sus ingresos públicos: más turistas, más viviendas, más automóviles, más bares y restaurantes, más consumo, … = más recaudación fiscal, pero era una recaudación temporal, dependiente y tramposa: a la que se han construido menos viviendas, a la que han venido menos turistas, a la que se han servido menos sangrías en los chiringuitos de playa, … los ingresos públicos se han caído, por lo que aquellos servicios que se ofrecían ahora no puede garantizarse que vayan a poder continuar ofreciéndose.
Tremendo, sí, pero más aún de lo que parece: estando ya los ingresos en caída casi libre, el Estado -los Estados: este actuar no ha sido exclusivo de España- se embarcaron a lo largo del 2008, 2009 y parte del 2010 en una orgía de gasto -de déficit: se gastaron lo que no tenían- a fin de ‘reactivar y estimular la economía'; a la que el efecto de las anfetas pasó … volvemos a la casilla de salida pero peor de cómo empezamos: mucho más entrampados.
Los ayuntamientos se encuentran endeudados (algunos superendeudados y otros megarchiendeudados): deben cosas que compraron, además, deben pagar servicios que todo ayuntamiento debe prestar, además además, tienen que mantener los jardines, polideportivos y paseos que encargaron construir (muchos de los cuales no han pagado), y ello en una atmósfera de ingresos a la baja derivada de una actividad económica que está descendiendo y que así va a seguir, porque la política de gasto diseñada por muchos ayuntamientos no se basaba tan solo en creer que ‘las cosas iban a seguir como iban', sino en considerar que iban a ir a más de lo que ya estaban yendo.
El Estado, por su parte, se ve presionado a dos bandas: las regiones piden más y los servicios que de él dependen (en realidad, salvo en Euskadi y en Navarra todos los servicios dependen del Estado: él recauda y el da; el como da es otra película) cada vez son más caros, y evidentemente los fondos disponibles cada vez son -van a ser- menos.
Entiendo que cuando el Señor Ministro de Fomento dice lo que dice, lo que está diciendo es que la presión fiscal debe subir para intentar que tanto la cantidad de servicios suministrados como su calidad permanezca lo más inalterada posible en relación a la que era cuando ‘España iba superbien', es decir, entiendo no se van a subir los impuestos para mejorar nada sino para tratar de que las cosas se queden como están; es como lo que están haciendo cada vez más ciudadanas y ciudadanos USA desde finales de los 70: trabajar más horas en más empleos diferentes a fin de no perder poder adquisitivo ya que las remuneraciones de las tareas que realizan están cayendo.
Por el lado de los ayuntamientos las cosas aún están peor: pueden hacer muy poco o nada para evitar que la actividad económica siga retrocediendo en sus municipios y con ella que lo haga la recaudación, pueden hacer poquísimo para negociar con sus acreedores debido a que ya tienen agotada prácticamente esa vía, lo único que se les está ocurriendo es solicitar que se les permita endeudarse más. Alucinante, ¿verdad?: querer arreglar con deuda un problema generado por la deuda. Y, además, teniendo en cuenta que, en situaciones así, los primeros que reciben las tortas son los gobiernos locales (‘locales' de localidad: La Moncloa siempre queda muy lejos, y las sedes de los Gobiernos regionales, también).
Horrible, si, y, ¿qué se puede hacer?.
Pienso que lo primerísimo -ya lo hemos comentado: debía haberse hecho hace mucho tiempo- es admitir que ‘aquello' jamás va a volver: NUNCA, jamás, y aquí sí puede decirse nunca jamás, y no va a volver ni a nivel local, ni regional, ni estatal.
Lo segundísimo, deberían aparcarse las disputas políticas: todos los partidos son culpables de la situación creada y ninguno puede hacer absolutamente nada para ‘arreglar' las cosas (léase para volver-a-lo-de-antes). Por ello debería constituirse un Gobierno de concertación nacional, con réplicas a nivel regional y local, en los que los técnicos tuvieran auténtica voz, y que se diese una total coordinación vertical y horizontal entre entes administrativos.
Como ya saben pienso que debería realizarse un análisis de gastos partiendo de una única premisa: ¿es necesario, más aún, es imprescindible lo que se gasta?, y, como complemento, ¿se está gastando eficientemente la pasta que se está gastando?. (Este análisis llevaría a situaciones duras: recoger la basura una vez cada dos días es menos malo que recogerla cada tres, y recoger la basura es más imprescindible que mantener un polideportivo).
Una vez realizado este análisis debería elaborarse una previsión fiable y creíble de ingresos, insisto, tanto a nivel estatal, como regional y local, metiendo en la consideración, dónde y en qué es más necesario gastar cada euro, y dónde y en qué rinde más un euro gastado. Y ello, insisto de nuevo, dejando al margen colores políticos y encuestas de intención de voto. (En esta línea es incomprensible que el principal partido de la oposición diga lo que está diciendo ya que fue con su primer Gobierno cuando se pusieron los cimientos del actual desastre: ‘España va bien', y es también incomprensible que el partido en el Gobierno diga lo que dice porque desde que gobierna no ha hecho nada por revertir esa situación: ‘España va más que bien'. Y lo es también lo que dicen los partidos políticos regionales: se dejan querer para conseguir, ¿qué?, dicen que aceptan coaligarse para hacer, ¿qué?).
De fuera no podemos -España no puede- esperar nada en absoluto: en los momentos definitivos las personas están solas, los Estados también, y las regiones y los ayuntamientos, y encima se acaban los fondos de cohesión: 0,9% del PIB, y nadie dice nada sobre eso, ni Gobierno ni oposición; así que lo mucho o poco que se haga tiene que hacerse aquí; por lo que, pienso, hay que explicar a las ciudadanía las cosas muy claritas (no es de recibo que la Señora Elena Salgado, hace cuatro días, diga que no se van a subir los impuestos y que anteayer el Señor José Blanco diga que si).
España, aunque parezca que no, cuenta con una baza: todos los países, todas las economías se hallan mal, por lo que, con datos buenos en la mano, se puede negociar partiendo de la base que quien se tiene enfrente no está bien por lo que aceptará un trato; además, cuando las cosas se degraden de verdad, una coordinación entre las distintas economías europeas es asumible (España lo tendrá mucho más negro, pero es lo que hay).
Lo básico. Hay que considerar si lo que se hace es necesario, lo que implica tener que meter en la ecuación a quienes hacen lo que se hace. (¿Por qué es ahora cuando Francia se expulsa a gitanos en situación irregular y no cuando ‘Francia iba bien'?, pues, pienso, porque las expectativas son malas y el desempleo va a aumentar. Subsidio de subsistencia, imprescindible; aceptación por parte del desempleado de un empleo aunque suponga subempleo, sin dudar; franceses antes que no franceses, sin discusión. Esa pienso, va a ser la secuencia).
¿Las compañías que caerán?: los accionistas deberán asumir las consecuencias: el riesgo es un componente esencial de la inversión. ¿La caída en el nivel de vida que se producirá?: la mayoría sólo podrá tomarse un helado los sábados, pero lo que no era sostenible era el que todo el mundo se tomase treinta helados diarios; y ojo: digo ‘sostenible', no ‘normal': la consideración de lo que es normal o anormal cambia con el viento, digo ‘sostenible' porque lo que es fijo e inmutable es la disponibilidad de recursos.
Vienen tiempos muy duros, pero por favor: ¡seamos lógicos!, y llamemos a las cosas por su nombre.
El Señor José Blanco habla de presión fiscal, pero no cuenta toda la película: cierto, la presión fiscal es más reducida en España en comparación con la media europea, pero no dice el motivo de que ello sea así, y el motivo es doble: 1) por un lado, al ser baja la productividad española los salarios medios tienen que serlo, por lo que una presión fiscal elevada aún hubiese puesto más de manifiesto los bajos salarios españoles (a eso, evidentemente, debe añadirse que el nivel de fraude fiscal es mucho más elevado en España que en el resto de Europa, cosa a la que el Señor Ministro tampoco se refiere); 2) por otro el atraso en la oferta de servicios públicos con respecto a muchos países europeos era tan estratosférico, tanto, que para que esa oferta hubiese aumentado significativamente hubiese tenido que incrementarse tantísimo la presión fiscal que hubiera sido insoportable, y tampoco de eso ha dicho nada en Señor Ministro. (¿El atraso?, vean el porcentaje que sobre PIB gastan España y otros países europeos en protección social),
España, a lo largo de los años que ha durado el ‘España va bien' ha mejorado sus servicios, naturalmente, de entrada porque se partía de una situación muy retrasada, pero lo cierto es que ha aumentado la cantidad y la calidad de sus servicios, tanto a nivel nacional como local, y ahora viene lo mejor: no sólo sin aumentar la presión fiscal, sino reduciéndola: entre 1996 y el 2004, porque era lógico que así fuese debido al color del Gobierno, a partir del 2004 porque ‘bajar impuestos era de izquierdas'.
En otras palabras, de nuevo fue por volumen por la razón por la que el Estado español aumentó sus ingresos públicos: más turistas, más viviendas, más automóviles, más bares y restaurantes, más consumo, … = más recaudación fiscal, pero era una recaudación temporal, dependiente y tramposa: a la que se han construido menos viviendas, a la que han venido menos turistas, a la que se han servido menos sangrías en los chiringuitos de playa, … los ingresos públicos se han caído, por lo que aquellos servicios que se ofrecían ahora no puede garantizarse que vayan a poder continuar ofreciéndose.
Tremendo, sí, pero más aún de lo que parece: estando ya los ingresos en caída casi libre, el Estado -los Estados: este actuar no ha sido exclusivo de España- se embarcaron a lo largo del 2008, 2009 y parte del 2010 en una orgía de gasto -de déficit: se gastaron lo que no tenían- a fin de ‘reactivar y estimular la economía'; a la que el efecto de las anfetas pasó … volvemos a la casilla de salida pero peor de cómo empezamos: mucho más entrampados.
Los ayuntamientos se encuentran endeudados (algunos superendeudados y otros megarchiendeudados): deben cosas que compraron, además, deben pagar servicios que todo ayuntamiento debe prestar, además además, tienen que mantener los jardines, polideportivos y paseos que encargaron construir (muchos de los cuales no han pagado), y ello en una atmósfera de ingresos a la baja derivada de una actividad económica que está descendiendo y que así va a seguir, porque la política de gasto diseñada por muchos ayuntamientos no se basaba tan solo en creer que ‘las cosas iban a seguir como iban', sino en considerar que iban a ir a más de lo que ya estaban yendo.
El Estado, por su parte, se ve presionado a dos bandas: las regiones piden más y los servicios que de él dependen (en realidad, salvo en Euskadi y en Navarra todos los servicios dependen del Estado: él recauda y el da; el como da es otra película) cada vez son más caros, y evidentemente los fondos disponibles cada vez son -van a ser- menos.
Entiendo que cuando el Señor Ministro de Fomento dice lo que dice, lo que está diciendo es que la presión fiscal debe subir para intentar que tanto la cantidad de servicios suministrados como su calidad permanezca lo más inalterada posible en relación a la que era cuando ‘España iba superbien', es decir, entiendo no se van a subir los impuestos para mejorar nada sino para tratar de que las cosas se queden como están; es como lo que están haciendo cada vez más ciudadanas y ciudadanos USA desde finales de los 70: trabajar más horas en más empleos diferentes a fin de no perder poder adquisitivo ya que las remuneraciones de las tareas que realizan están cayendo.
Por el lado de los ayuntamientos las cosas aún están peor: pueden hacer muy poco o nada para evitar que la actividad económica siga retrocediendo en sus municipios y con ella que lo haga la recaudación, pueden hacer poquísimo para negociar con sus acreedores debido a que ya tienen agotada prácticamente esa vía, lo único que se les está ocurriendo es solicitar que se les permita endeudarse más. Alucinante, ¿verdad?: querer arreglar con deuda un problema generado por la deuda. Y, además, teniendo en cuenta que, en situaciones así, los primeros que reciben las tortas son los gobiernos locales (‘locales' de localidad: La Moncloa siempre queda muy lejos, y las sedes de los Gobiernos regionales, también).
Horrible, si, y, ¿qué se puede hacer?.
Pienso que lo primerísimo -ya lo hemos comentado: debía haberse hecho hace mucho tiempo- es admitir que ‘aquello' jamás va a volver: NUNCA, jamás, y aquí sí puede decirse nunca jamás, y no va a volver ni a nivel local, ni regional, ni estatal.
Lo segundísimo, deberían aparcarse las disputas políticas: todos los partidos son culpables de la situación creada y ninguno puede hacer absolutamente nada para ‘arreglar' las cosas (léase para volver-a-lo-de-antes). Por ello debería constituirse un Gobierno de concertación nacional, con réplicas a nivel regional y local, en los que los técnicos tuvieran auténtica voz, y que se diese una total coordinación vertical y horizontal entre entes administrativos.
Como ya saben pienso que debería realizarse un análisis de gastos partiendo de una única premisa: ¿es necesario, más aún, es imprescindible lo que se gasta?, y, como complemento, ¿se está gastando eficientemente la pasta que se está gastando?. (Este análisis llevaría a situaciones duras: recoger la basura una vez cada dos días es menos malo que recogerla cada tres, y recoger la basura es más imprescindible que mantener un polideportivo).
Una vez realizado este análisis debería elaborarse una previsión fiable y creíble de ingresos, insisto, tanto a nivel estatal, como regional y local, metiendo en la consideración, dónde y en qué es más necesario gastar cada euro, y dónde y en qué rinde más un euro gastado. Y ello, insisto de nuevo, dejando al margen colores políticos y encuestas de intención de voto. (En esta línea es incomprensible que el principal partido de la oposición diga lo que está diciendo ya que fue con su primer Gobierno cuando se pusieron los cimientos del actual desastre: ‘España va bien', y es también incomprensible que el partido en el Gobierno diga lo que dice porque desde que gobierna no ha hecho nada por revertir esa situación: ‘España va más que bien'. Y lo es también lo que dicen los partidos políticos regionales: se dejan querer para conseguir, ¿qué?, dicen que aceptan coaligarse para hacer, ¿qué?).
De fuera no podemos -España no puede- esperar nada en absoluto: en los momentos definitivos las personas están solas, los Estados también, y las regiones y los ayuntamientos, y encima se acaban los fondos de cohesión: 0,9% del PIB, y nadie dice nada sobre eso, ni Gobierno ni oposición; así que lo mucho o poco que se haga tiene que hacerse aquí; por lo que, pienso, hay que explicar a las ciudadanía las cosas muy claritas (no es de recibo que la Señora Elena Salgado, hace cuatro días, diga que no se van a subir los impuestos y que anteayer el Señor José Blanco diga que si).
España, aunque parezca que no, cuenta con una baza: todos los países, todas las economías se hallan mal, por lo que, con datos buenos en la mano, se puede negociar partiendo de la base que quien se tiene enfrente no está bien por lo que aceptará un trato; además, cuando las cosas se degraden de verdad, una coordinación entre las distintas economías europeas es asumible (España lo tendrá mucho más negro, pero es lo que hay).
Lo básico. Hay que considerar si lo que se hace es necesario, lo que implica tener que meter en la ecuación a quienes hacen lo que se hace. (¿Por qué es ahora cuando Francia se expulsa a gitanos en situación irregular y no cuando ‘Francia iba bien'?, pues, pienso, porque las expectativas son malas y el desempleo va a aumentar. Subsidio de subsistencia, imprescindible; aceptación por parte del desempleado de un empleo aunque suponga subempleo, sin dudar; franceses antes que no franceses, sin discusión. Esa pienso, va a ser la secuencia).
¿Las compañías que caerán?: los accionistas deberán asumir las consecuencias: el riesgo es un componente esencial de la inversión. ¿La caída en el nivel de vida que se producirá?: la mayoría sólo podrá tomarse un helado los sábados, pero lo que no era sostenible era el que todo el mundo se tomase treinta helados diarios; y ojo: digo ‘sostenible', no ‘normal': la consideración de lo que es normal o anormal cambia con el viento, digo ‘sostenible' porque lo que es fijo e inmutable es la disponibilidad de recursos.
Vienen tiempos muy duros, pero por favor: ¡seamos lógicos!, y llamemos a las cosas por su nombre.
0 comentarios:
Publicar un comentario