NUESTRA MIOPÍA RESPECTO A LOS PODEROSOS

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Sam Pizzigati, en 'Sin permiso'

Más de la mitad de EEUU ha sufrido ya la Gran Recesión, personal y profundamente. Sin embargo, la vida prosigue tranquilamente en la cúpula de nuestra economía. Es una amarga realidad que deberíamos empezar a encarar.

Es posible que las filas de los perjudicados –en los EEUU de la Gran Recesión– sean mucho mayores de lo que casi todos nosotros suponíamos hasta ahora.
La mayoría de informativos y principales comentaristas, han venido definiendo a los perjudicados con una estadística simple, el número de estadounidenses que han sido contabilizados mensualmente como desempleados oficiales, una cifra que ronda actualmente el 10 por ciento.

Pero la Gran Recesión, señala un nuevo estudio del Pew Research Center, puede estar perjudicando a un número cinco veces mayor de familias estadounidenses de lo que este 10 por ciento sugiere. Más de la mitad de los estadounidenses en edad de trabajar –55 por ciento– o bien se han quedado sin trabajo o bien han perdido salarios y horas completas desde que empezó la recesión.

Mientras tanto, en la cúpula económica de EEUU, en los lujosos despachos de los ejecutivos de las corporaciones estadounidenses, la vida continúa transcurriendo tranquilamente. Los trajeados ejecutivos continúan entrando y saliendo y llenándose los bolsillos.

Este lucrativo vaivén es visible incluso en corporaciones claramente de segunda clase. El último caso: la contratación de un nuevo CEO (presidente de empresa, por sus siglas en inglés) en Armstrong World Industries, fabricante de baldosas para suelo y techo con sede en Lancaster, Pensilvania.

El pasado febrero, Armstrong, golpeada por la recesión, anunció planes para despedir a 400 trabajadores. Unas semanas más tarde, el entonces CEO de Armstrong anunció su dimisión. El mes pasado Armstrong reveló el nombre del nuevo jefe ejecutivo, Matthew Espe, antiguo peso pesado de General Electric.

Armstrong puede o no prosperar bajo el mandato de Espe, pero es prácticamente seguro que Espe prosperará en Armstrong. Su contrato asigna a este hombre de 51 años, 4,55 millones de dólares en concepto de "subsidio de traslado" –para equiparar los incentivos que Espe debía recibir de su antiguo contratante– y 3,5 millones de dólares como "prima de incentivos" para hacerlo más atractivo, todo ello aparte de su salario normal y otras gratificaciones.

Si Espe optimiza sus opciones se llevará 19,4 millones de dólares durante los tres próximos años por dirigir una compañía que actualmente figura en el lugar 677 del ranking nacional.

La generosidad con que se trata a los ejecutivos se ha convertido, desde luego, en el procedimiento normal de las corporaciones estadounidenses. Tal como nos recordaban la pasada semana dos perspicaces analistas económicos, ese trato tan generoso también ayuda a explicar porque los buenos puestos de trabajos son tan escasos para los trabajadores estadounidenses.

El consultor financiero Rob Parentau y el ex-operador de Wall Street Yves Smith señalan que en los últimos años las corporaciones estadounidenses "se han obsesionado" con los beneficios trimestrales, que determinan, a corto plazo, las oscilaciones del precio de las acciones.

Para aumentar los beneficios, observan Parenteau y Smith, los ejecutivos de las corporaciones sistemáticamente "evitan invertir en crecimiento futuro", en investigación y desarrollo del producto, que crean puestos de trabajo. En vez de marcarse estos objetivos a largo plazo, toman el tipo de medidas que puede hinchar rápidamente el precio de sus acciones. Despiden trabajadores. Distribuyen dividendos especiales. Traman fusiones y adquisiciones.

Este tipo de movimientos a corto plazo, continúan explicando Parenteau y Smith, se traducen rápidamente en "bonos exorbitantes" para los ejecutivos que los han ideado. En efecto, tenemos una economía que recompensa generosamente a sus jugadores más fuertes por "miopía y especulación".

De hecho, los exorbitantes bonos de los ejecutivos no solamente recompensan dicha miopía, sino que invitan a ella. Para acabar con nuestra Gran Recesión –y evitar otra– hay que empezar a eliminar estas pagas excesivas a los ejecutivos. Y hay que hacerlo deprisa.

Sam Pizzigati edita Too Much, el boletín semanal online sobre exceso y desigualdad, publicado por el Institute for Policy Studies con sede en Washington D.C.

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