Jordi Pujol (Barcelona, 1944) ha sido presidente de Coop57 entre 2004 y 2010. Antes, en 1996, se había convertido en uno de los primeros socios colaboradores de la cooperativa y, desde 1998, ha formado parte del Consejo Rector, inicialmente en representación del Grup Aqueni y posteriormente en nombre del Col·lectiu Ronda. El pasado enero se jubilo y pasó el testigo y el relevo de la presidencia a Fernando Cid, de Mol-Matric SCCL, tras seis años de compromiso caracterizados por la consolidación cooperativa y el crecimiento en red de Coop57. De todo ello hemos querido conversar, abierta y directamente, con él.
¿Cómo empezó todo?
Veamos. La primera vinculación con Coop57 fue en los prolegómenos del proyecto. 1996. Por el despacho circulaba la invitación a hacerse socio colaborador y me apunté. Pero a medida que empecé a participar de las asambleas me entro muchísima curiosidad.
¿Y cómo era todo antes?
Muy diferente. Al principio era más un proyecto que una realidad, una idea sin concreción. Coop57 como lo conocemos hoy empezó a forjarse saliendo de la crisis que vivía en el 2000. El cambio ha sido total. Antes había voluntad y valores. Ahora, además, también hay estructura, vitalidad y una organicidad que hace que todo vaya muy rodado y todo esté muy engrasado.
¿Cuántas cosas han cambiado desde que te asociaste en 1996?
Buff. Muchísimas. Por no decir todas. De un Coop57 en crisis –los números no acababan de salir, el proyecto no acaba de arrancar, cuajar y concretarse–, a la llegada de un nuevo coordinador, a coger las riendas y a ubicarnos en posición de responder socialmente. Antes era una propuesta, más bien una asociación de personas con un interés compartido, que se ha convertido en toda una cooperativa de servicios financieros, solidificada sobre una entretejida red de entidades, cooperativas y asociaciones.
¿Qué destacarías de este proceso?
De Coop57 siempre me han llamado la atención dos aspectos: el tipo de democracia cooperativa que promueve y el proceso de crecimiento en red que ha experimentado. Creo que son los dos rasgos característicos fundamentales. Desde la vertiente de democracia eco-nómica, el modo de gestión cooperativa coincide plenamente con mi concepción del movimiento cooperativista: participativo, arraigado, autogestionario y muy transparente. Y en todos estos años hemos intentado, precisamente, mantener, consolidar y profundizar este modelo y vía social.
¿Por qué?
Pues porque una de las cosas que a menudo no me convencen del cooperativismo es la tendencia de inercia, como tentación, de deslumbrarse con los grandes éxitos del mundo de la empresa convencional. Sobre todo porque desde el propio cooperativismo hay otras soluciones: se puede discrepar y discutir si son mejores o no. Pero como mínimo, éste es el diferencial de valor añadido, son salidas cooperativas. Porque existe esta tendencia, tópica y típica, de quedarse sólo a hacer negocio cuando se ha consolidado la posición cooperativa. Una opción es que se trate de una estrategia puente, de tránsito, para crear nuevos núcleos cooperativos; pero la experiencia dice que demasiado a menudo se queden en el camino, olvidando los principios de la cooperación social. Coop57 ha tenido esta visión estratégica, tan acertada, de buscar siempre la alternativa cooperativa. No por una mera cuestión de principios formales, sino por voluntad de ir al fondo de la cuestión, al quid, a la raíz de las cosas.
¿Y el proceso de crecimiento en red?
Me ha apasionado: plenamente respetuoso con cada una de las secciones, con toda la pluralidad y diversidad que nos define. La apuesta por el crecimiento horizontal de base se arraigaba en la convicción que era el más idóneo, fértil y transformador. No huíamos de la jerarquía porque sí, ni bajo una gran teoría previa: la fórmula de Coop57 es que el camino sólo se hace caminando. Y mientras tanto, la propia realidad nos decía que íbamos bien orientados.
¿Precursores y exploradores de las finanzas éticas casi sin saberlo?
La vertiente ética de Coop57 se ha ido adquiriendo. No es que no la tuviera por principios, sino que no la tenía programáticamente estructurada. Sobrevolaba nuestras cabezas y la ética era el bastión del proyecto, pero hemos ido construyéndola. Y, entonces, cuando conocimos a fondo la realidad de las finanzas éticas –FETS, Fiare– se produjo una auténtica simbiosis.
¿Qué dirías qué es Coop57?
Más que una cooperativa, una red social. Más que una alternativa, un esbozo sólido de alternativa social. Más que una teoría, una práctica real de economía solidaria. Una experiencia de transformación social que silba que podemos cambiar y, de paso, cambiarnos. Y al mismo tiempo un proyecto ético que, día tras día, nos dice cómo podemos llegar a nuevos retos, hasta donde podemos avanzar en cada momento y cuál es la mejor fórmula para ir abriendo paso.
¿Y cómo ha sido posible? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Sobre todo, porque lo hemos buscado. Hemos dado con ello, sí, pero porque lo hemos buscado deliberadamente. Y ésta es una reflexión transferible a cualquier ámbito del tejido social. Cuando coinciden dos o tres factores estas cosas pueden pasar, afortunadamente: un grupo de gente que se implica en un proyecto, que lo ve y lo vive como suyo, que con todas discrepancias y divergencias que queramos –que las ha habido, aunque pocas– crea una visión conjunta y global que es lo que denominamos unidad. Y entonces tienes mucha fuerza. Unidad y fuerza cooperativa. Y eso es difícilmente abatible. De hecho, es imparable. Eso es lo que vale la pena saber y seguir ejercitando. Más todavía si tenemos en cuenta que Coop57 tiene la doble virtud de formar parte de la economía social y solidaria y a la vez estar a su servicio. Entonces todo se retroalimenta. Una estructura profesional de elevada calidad, más los grupos de voluntarios, más los consejos de sección, más las asambleas abiertas genera una masa crítica y activa que toma velocidad y hace que sea, insisto, difícilmente frenable esta ‘aventura’. Más todavía si añadimos que las cosas no se han hecho mal, que se ha capacitado al equipo técnico y que hemos impulsado un relevo generacional que le da mucho vigor y más fuerza, más ideas y mucha complicidad con la gente que ya estamos un poco más granaditos.
¿Cómo ves el futuro de Coop57?
Pues muy bien y muy bueno... si seguimos trabajando igual. Con tantísimo futuro por delante. Es obvio que la situación económica actual no ayuda, pero Coop57 se adaptó antes preventivamente, durante la crisis solidariamente y después activamente. La hoja de ruta es resistir la crisis y posicionar mejor a la economía solidaria, única alternativa justa, y poder cubrir todas sus crecientes necesidades financieras.
Ponnos deberes, va.
No me gusta ponerlos. Más que deberes, deseos. Me gustaría que Coop57 siguiera como ahora: siendo él mismo. Desarrollando el proyecto, creciendo sosteniblemente, vinculados a Fiare y muy arraigados a la realidad social y el tejido cooperativo. Sencillamente porque formamos parte de él y es inútil renunciar a nosotros mismos. Pero quizá diría que se profundizara más en la participación y que los equipos de trabajadores voluntarios –porque ‘voluntarios’ a secas no me convence– tuvieran algún tipo de contraprestación. Pero nos auguro –porque seguiré estando– que si seguimos fieles a la idea, al espíritu, a nuestro modelo cooperativo, nos seguiremos encontrando con las líneas aún no descifradas ni descodificadas de un futuro justo, ético, solidario.
¿Qué futuro para las finanzas éticas?
Diría que es un espacio con un enorme potencial de crecimiento y consolidación, pero añadiría que falta trabajar más la percepción social: darla a conocer tal y como es. Con toda su potencialidad: una alternativa real, seria, viable y plausible. No es que no esté asentada, pero la imagen todavía está sesgada y tiene este punto de ‘caridad financiera’ hecha por ‘buena gente’. Y el trayecto del viaje va más allá: arrinconar un sistema financiero injusto, desigual y perverso. Por eso pienso que hay que avanzar en las tareas de visibilidad social y hay que encontrar la línea de encaje, complicidad y propulsión con toda la ciudadanía, no únicamente con los que formamos parte del mundo cooperativo y asociativo.
¿Y si no hubiese Coop57?
Si no existiese Coop57, habría que inventarlo, porque es un útil de transformación social ineludible. Y con la crisis, con mayor motivo. Hemos sido precursores de lo común casi sin saberlo, mojándonos con todas las contradicciones. Tal vez sea carácter mediterráneo, pero es normal que las experiencias crezcan dispersas y después se unan. Además Coop57, hoy, puede desplegar nuevos instrumentos financieros al servicio del cooperativismo enlazando, no me quiero olvidar, con otro rasgo fundamental: la innovación y la reflexión permanente sobre lo que estamos haciendo. Análisis constante y apego y arraigo a la realidad. Que es lo que ha permitido que Coop57 haya innovado mucho: no de forma espectacular, sino con lluvia fina y sin estridencias. De una experiencia pequeña, positiva, Coop57 ha sabido extraer conclusiones para generalizarla y universalizarla. Probamos y, si funciona, pues adelante. No hemos tenido miedo de probar, de verificar, de equivocarnos. Por eso Coop57 es hoy, sobretodo, útil y sol-vente. Sinónimo de confianza: la confianza que nace de decir lo que hacemos. Y de demostrar que aquello que hemos hecho es lo que ya habíamos dicho. Principio de coherencia, seguramente.
¿Y en el ámbito personal?
En el ámbito personal, muy bien gracias (sonríe). Pero lo más sintomático que me ha aportado Coop57 es que no sé diferenciar y me cuesta delimitar una línea clara entre lo colectivo y lo personal. Esto es lo que me implicó, lo que me animó y lo que me anima todavía. Las ganas de implicarse, de ponerse a trabajar, de dedicar horas. O sea: lo hacemos porque hay que hacerlo, claro está. Pero, además, porque nos apasiona y nos motiva. A lo que cabe añadir, en mi fase de presidencia, toda la gente generosa y encantadora que he conocido y que me han hecho crecer y buscar respuestas. ¿Cuántas mañanas me he levantado con una idea madrugadora y he pensado ‘déjame llamar a la oficina que esta idea hay que comentarla’?. Porque Coop57 es un proceso social y un proyecto común en construcción permanente.
¿Jubilado no significa inactivo, como dice la ideología dominante, no?
En fin, me jubilo por mandato estatutario, que conste en acta. Pero el compromiso nunca se jubila. Seguiré colaborando con el Col·lectiu Ronda y con Coop57 y ahora que tengo más tiempo, aprovecharé para exprimirlo. Exploro el mundo de la mediación comunitaria en el seno del cooperativismo, me interesa: del conflicto y de sus resoluciones se aprende muchísimo. En todo caso, ¡no será por faena! Pero sí quisiera añadir una reflexión final condensadora: es curioso, pero me digo recurrentemente que Coop57 es el intangible que se transforma en tangible. Los sueños que se concretan y se hacen realidad. Y a ver quién dice.
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