CINCO CLAVES PARA OTRA ECONOMÍA

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Fernando Moreno Bernal
La crisis financiera ha puesto de manifiesto para todo aquel que no se obstine en mantener cerrado los ojos que el crédito es un bien imprescindible para el actual funcionamiento del sistema económico, y como tal debe ser considerado como un bien público. Igual que el suministro de energía, agua potable, infraestructuras ferroviarias y de carreteras, sanidad, educación, pensiones, etc, etc.

El sistema financiero funciona para la economía como el sistema sanguíneo para los organismos vivos: aportando oxígeno y nutrientes que permiten mantenerse, reproducirse y funcionar al resto de órganos del cuerpo. Si el circuito del crédito no llega a las pequeñas empresas, autónomos y familias, como está ocurriendo actualmente en todos los llamados países desarrollados, la actividad decae, el desempleo se dispara y las necesidades sociales quedan sin cubrirse. Es tan importante que no podemos contentarnos con reformar el modelo productivo sino cambiarlo en profundidad para garantizar que esté al servicio de la economía productiva, al servicio de cubrir las necesidades con justicia social, respeto medioambiental sostenible en el largo plazo, inclusiva e integradora de migrantes y en igualdad de género, al servicio del bien vivir. Tenemos que cambiarlo de tal modo que garantice la imposibilidad de volver a estar de nuevo al servicio de unos intereses privados minoritarios avarientos que destrocen el bienestar y el futuro de la inmensa mayoría de la sociedad.

Como denuncia en su teoría del shock Naomi Klein la élite de los defensores del sistema, con la CEOE a la cabeza en España, no quieren desaprovechar esta buena crisis para exigir reformas profundas del mercado laboral que profundicen en la situación de poder en el seno de las relaciones laborales antes de que el “enfermo” se recupere, o vea por si sólo una respuesta distinta; de que llegue a tener el valor de ver en la crisis la oportunidad de superar de una vez por todas este sistema injusto, desigual, depredador, insostenible, dictatorial y deshumanizador.

Para hacer que otra economía sea posible dando respuestas inmediatas a las necesidades haciendo que todo funcione de nuevo son necesarias cinco claves.

El sistema financiero es un bien público, pero los banqueros no. La crisis financiera internacional y el peso que las operaciones con activos inmobiliarios tienen en el balance de los bancos y Cajas de Ahorros siguen amenazando con hundir el sistema financiero internacional, y hoy aún con más gravedad al sistema financiero español. La primera tarea clave es salir al rescate del propio sistema financiero, de los bancos y Cajas de Ahorros, utilizando para ello el dinero de los contribuyentes y provocando déficit público. Y así se ha hecho. El hecho de que se utilicen recursos de los ciudadanos para remediar los desaguisados de directivos de una banca privada muy bien pagados y que no se hacen responsables de sus fallos debe generar no sólo la justa indignación sino la respuesta coherente de la nacionalización de la banca privada y Cajas de Ahorros rescatada, de un servicio público esencial para la sociedad. Más allá de la crisis, ésta es una de las grandes cuestiones pendientes que nos deja esta crisis financiera. Un sistema financiero público garantiza que su actividad no se desvíe hacia la especulación y esté centrado en la demanda de la economía productiva. Esta respuesta sería en época de quiebras financieras menos costosa (en algunos casos coste cero) para los presupuestos públicos y, en consecuencia, para los déficit públicos.

La siguiente clave es la recuperación de la actividad económica. Una economía no funciona si no se satisfacen las necesidades sociales básicas de supervivencia: comida, vestido, vivienda, sanidad, educación, transporte, etc. Y ello requiere consumo e inversión pública y privada. Cuando estas no se satisfacen hay que salir al rescate de la demanda social con un plan de rentas mínima garantizada. Esto genera más gasto público que en gran parte si no en toda se compensará con los mayores ingresos por impuestos que esta demanda de las familias y actividad de las pequeñas y medianas empresas, que son las únicas que verdaderamente pagan impuestos, generan. El conflicto entre recuperación y déficit hay que resolverlo en el medio plazo. Para ayudar en esta recuperación de la demanda social habría que establecer tipos de interés negativos desde ese sistema financiero público. Esto supone que quién pagará por esos créditos será el propio sistema financiero público liberando de esta forma a los déficit de los presupuestos públicos y suponiendo un modelo innovador de autofinanciamiento de los Planes públicos a medio y largo plazo. A su vez forzaría a la banca privada a bajar los tipos de interés a empresas y familias para mantener cuotas de mercado y desincentivaría el ansia de privatizarlo en el futuro.

La tercera clave es la apuesta por los modelos de empresas del futuro y la reconversión de los sectores industriales para el bien vivir. Una recesión se lleva por delante empresas y modelos de negocio obsoletos, poniendo de manifiesto las contradicciones de nuestro mal vivir actual. Pero también ponen de manifiesto la fortaleza de las empresas de economía social con mayor índice de supervivencia que el resto de las empresas del mismo sector dentro de este mismo mercado capitalista competitivo, marcando la línea del futuro modelo de empresa para superar de forma duradera la actual crisis. Esta crisis obliga a sectores y empresas a reestructurarse haciendo desaparecer actividades que no deben continuar en una economía del bien vivir. El sector de la agricultura, ganadería, construcción, automóvil, energía, turístico, etc han de transformarse desde modelos de negocios enfocados a unos mercados internacionales especulativos y generadores de plusvalía ajenas a las necesidades sociales del entorno hacia modelos de actividad generadores de empleo que satisfagan las necesidades sociales reales de sus poblaciones respetando sus valores, tradiciones y empresas artesanales. Se trata de cambiar el modelo productivo, no de reformarlo, porque ya no es posible seguir igual. Eso exige una profunda reforma empresarial, en la que los verdaderos protagonistas sean los/as trabajadores, los/as autónomos y las pequeñas y medianas empresas. Pero el sector público ha de ayudar mediante planes que marquen con nitidez los objetivos a conseguir, fomenten la reconversión y las reformas necesarias. Planes que con un sistema financiero público innovador como antes describimos no tienen por qué generar ningún déficit público.

La cuarta clave es el cambio de valores y la democratización de las instituciones y reglas que rigen la actividad económica. Cambiar el enfoque competitivo por planteamientos cooperativos y solidarios, en la línea del desarrollo de la economía con igualdad de género; cambiar el enfoque a corto plazo por el enfoque a medio y largo plazo; re-localizar la actividad pública; revalorizar el papel de lo público y del Estado como garante, regulador y proveedor de bienes públicos esenciales; e imponer un sistema financiero internacional público que impida la especulación y la opacidad y atesoramiento de la riqueza en los paraísos fiscales
. Estos nuevos valores deben ser acordes con una democratización y recuperación del control político de las instituciones financieras empezando por los Bancos Centrales.

La última clave es la recuperación de la equidad y progresividad de las cuentas públicas. Es de sentido común que pague más quién más tiene. No se puede seguir justificando la creciente desigualdad y polarización social con la demagogia neoliberal de potenciar el ahorro en manos de pocas manos para favorecer la inversión productiva que creará, en un futuro cada vez más lejano y difuso, empleo para todos. Nunca ha sido así y nunca lo será. La clave está en que el reequilibrio afecte tanto a los ingresos como a los gastos. Un Presupuesto es progresista o no tanto por los ingresos como por los gastos. No puede serlo en uno y no serlo en el otro. Decir que es progresista en los gastos y no en los ingresos es querer ocultar que se está haciendo recaer exclusivamente entre las clases populares la financiación de las políticas públicas de gasto social, pero también las de apoyo y recuperación de un sistema privado de banca y empresas que tan sólo buscan su propio lucro. Justificar que hay margen para hacer de los gastos un instrumento socialmente más equitativo y eficiente sin tocar los ingresos desde una perspectiva de recuperación de la progresividad impositiva no es sino justificar ideológicamente la “socialización de las perdidas privadas” que es hoy la necesidad urgente e imperiosa de un sistema capitalista agonizante.

¿Cómo podemos establecer estas cinco claves para una economía del bien vivir? La respuesta no puede ser otra que con voluntad política y decisión firme. Confianza plena en la fuerza que da las bases sociales siempre que se sea coherente con la defensa de sus intereses, las clases populares que tienen mucho que ganar y nada que perder y que son más del 99% de la sociedad. Con una información clara sobre quién se beneficia y quién se perjudica desde una perspectiva de clase social. Y con un equipo económico que participe de esta perspectiva de clase y de sus intereses.

El poder lo da el saber qué, para qué y para quienes queremos hacer las cosas junto a la decisión y voluntad firme de hacerlo.

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