Juan F. Carrasco
En las últimas horas portavoces del Instituto Robert Koch (RKI) y del Instituto Federal de Evaluación de Riesgos (BFR) han anunciado que la hipótesis más probable sobre el origen de la epidemia producida por una cepa patógena de Escherichia coli entero-hemorrágica finalmente son brotes germinados de una explotación de Baja Sajonia. Lo cierto es que son ya muchos días de acusaciones, hipótesis, alarmas y pistas falsas.
Curiosamente, estos portavoces afirman a renglón seguido que “todos los análisis realizados en esa empresa tras convertirse en sospechosa dieron resultados negativos, pero las autoridades no descartan que el foco infeccioso desapareciera tras su brote inicial sin dejar rastro”. Lo de siempre, más dudas que certezas. Y eso que se han puesto a ello el Gobierno de Alemania, los de varios Landers, la propia Comisión Europea...
La triste realidad es que el Síndrome Hemolítico Urémico hasta la fecha ha acabado oficialmente con la vida de 27 personas e infectado a 2.897, según el Centro Europeo de Control de Enfermedades (30 fallecimientos según otras fuentes del Gobierno Alemán). Sea cual sea el origen real del problema, los institutos en cuestión y las autoridades afirman que oficialmente se conoce la cepa causante y al parecer ha sido secuenciada.
Lo que es una certeza absoluta es la "guerra" política y comercial intra y extracomunitaria que se ha desatado; el último eslabón, Rusia, que ha entrado en la "batalla" cortando las importaciones de hortalizas desde la UE hasta que no se identifique el origen del problema.Delgada línea la que separa la excusa de la realidad.
Desde el respeto por las víctimas y por los damnificados productores de frutas y hortalizas de España y de la UE, en realidad todo ello es la evidenciación de un modelo agroalimentario y de comercio internacional en constante guerra larvada, un modelo basado en la "competencia" que lleva al enfrentamiento y desafío constante ... y este tipo de situaciones no hacen más que abrir las múltiples cajas de pandora de un sistema agroalimentario en constante crisis. Prueba de ello son las innumerables controversias y paneles de la Organización Mundial del Comercio.
Sobre las posibles bacterias transgénicas, Greenpeace no puede pronunciarse acerca de una hipótesis sobre la cual no tenemos más datos que los que nos llegan por correo, sin suficientes argumentaciones científicas. Estamos intentando recoger más datos, y si se confirmara o se supiera más, Greenpeace se posicionaría claramente y actuaría. Esto también confirmaría lo que llevamos años afirmando, a saber los riesgos de todos tipo de OMG, sean uni o pluricelulares, cuando éstos son liberados o "escapan" al medio ambiente.
Aunque Greenpeace no se opone al empleo confinado de microorganismos transgénicos con finalidades médicas (por ejemplo bacterias para producción de insulina), siempre hemosalertado sobre la posibilidad de que estas instalaciones pudieran no ser herméticas y de posibles pérdidas de material o de microorganismos, aunque solamente fuera a la hora de dehacerse de los residuos.
En todo caso, lo que parece claro es que esta "crisis" nos habla la debilidad de un sistema alimentario que prioriza el comercio internacional sobre la soberanía alimentaria (de los países y de sus pueblos). Es evidente que es una señal más para que nuestra sociedad cambie de modelo ... que los “líderes políticos” pueden escuchar o no. Pero otra certeza absoluta es que el actual modelo agroalimentario global produce injusticia, muerte, devastación de ecosistemas, enfermedad y cambio climático.
Esta “crisis” nos habla también de la debilidad de las agencias que supuestamente deben controlar la seguridad alimentaria y sanitaria, incluso en los lugares supuestamente más tecnológicos y ricos del mundo. Nos parece curioso, por ejemplo, que Alemania haya invocado el principio de precaución a la hora de lanzar alarmas e informaciones, frenando el consumo de determinadas hortalizas, por lo que pudiera ocurrir, mientras ecologistas, agricultores y sociedad civil llevamos años exigiendo que este principio se aplique, por ejemplo, a la producción y consumo de transgénicos... como si las grandes corporaciones del sistema agroalimentario se hubieran puesto de acuerdo con las instancias políticas.
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