Como si de una metáfora se tratase, ayer el sol implosionaba y la acampada de Sol decidía levantarse para dar el Gran Salto hacia Abajo. ¡Los astros nos acompañan! Y en la NASA gritan: “¡Jiuston, tenemos un problema!”
Nosotros escribimos este texto, de ProPolis a seis manos y tres teclados:
Desaparecer de Sol para pedir la luna
Gracias por haber dado el salto, decidiendo ayer que nos vamos de Sol.
No pudimos estar y nos ha llegado la noticia.
Nos atrevemos a señalar cinco razones, para afianzar el enorme paso que habéis dado y convertirlo en el Gran Salto hacia Abajo. Nuestros familiares exprogres podrán contarnos lo que era el Gran Salto Delante de Mao… y los libros de Historia, el despeñadero al que condujo. Aquí “los chinos” extraparlamentarios se confundían con los cristianos de base. Nuestro brinco está mucho mejor planteado y llegará más lejos. Nos llevará más alto, sin separar los pies de la tierra ni hundirnos en el fango. Tras tomar Sol, vamos a pedir la luna.
1) La propia lógica del 15-M (horizontal, dinámica y sin líderes ni liderazgos) así como las amenazas (físicas, políticas y mediáticas) habían sumido al movimiento en Madrid en una estrategia continuista. No sabíamos cómo salir de Sol. Tras las cargas de Barcelona y las críticas cada vez más feroces a las acampadas, nos encastillamos. Nosotros que, precisamente, nos llamamos plebe y que presumíamos de nuestro poder para hacernos presentes dónde y cuándo queramos. Pareciese que nos sentíamos obligados a continuar con las acampadas para probarles que no pueden con nosotros. Como si un desalojo violento fuese a provocar una insurgencia planetaria. O, ya sin soñar ni presumir de ser vanguardia global, temiésemos desaparecer al quitar las tiendas.
2) La inercia ha retardado la reflexión de los objetivos y de la propia organización del movimiento. Detenerse y levantar las acampadas no implica reconocer la desobediencia como innecesaria, ni mucho menos claudicar. Al contrario, exige un ejercicio, o al menos la voluntad, de revisar las fuerzas (entre grupos heterogéneos que participan) y los mecanismos de participación (excesiva especialización por asambleas, burocracias cuasi-institucionales, toma de consensos excesivamente unánimes…). Requiere también, antes de nada, reconocer que estábamos perdiendo aquello que nos dio fuerza ante el poder y apoyo ciudadano. Hasta las cargas de BCN el plan de trasladarnos a las asambleas barriales parecía asumido. Marcábamos el ritmo. Exhibíamos capacidad para irrumpir e interrumpir con nuestra mera presencia sus puestas en escena. Era nuestra mejor baza estratégica. Por ponerlo con nombres propios. ¿Qué harán ahora Aguirre y Rubalcaba? Antes se limitaban a denunciar el creciente proceso de degradación de Sol, para una pedir mano dura y el otro, hacerse el magnánimo. Ahora no saben cuántos, por dónde, ni con qué, les vamos a salir cuando ella “tome posesión” y él venga a hacer el paripé de una primarias como único candidato.
3) La descentralización del movimiento colisionaba con la permanencia de un centro físico que se había convertido en un corsé para diseñar nuevas tácticas. Era además un pozo sin fondo de energías que amenazaba con impedir que pudiesen fructificar en otras partes. Más importante aún, si cabe, es reconocer que conllevaba prácticas y proyectos excesivamente centralistas. Que la acampada de Sol se hubiese convertido en un referente en el que mirarse el resto de acampadas del estado (y fuera de él), no implicaba que tuviese que ser ejemplo ni pauta. De hecho, las demás acampadas, ejerciendo su autonomía, habían decidido levantar sus tiendas e ideas antes que Sol. Los símbolos existen para reinterpretarlos. Renovar significados es la única forma de escapar al estancamiento y la trivialización. El centro carece de función en las redes no centralizadas de contrapoder que nos parieron y que ahora propugnamos aplicar al ámbito político y social.
4) Es tiempo de levantar Sol, no sólo como centro de reflexión, sino también como estrategia. Pese a los riesgos de desmovilización que puedan surgir de una excesiva atomización del movimiento, levantar el núcleo y sus acciones más o menos rutinarias, da paso a lo impredecible. Aquellos que nos vigilan deberán tejer otras redes de control (más amplias y complejas) y no subirse sólo a lo ocurre diariamente en las plazas, sino a lo que pueda venir desde cualquier frente. El camino de vuelta está aprendido y se puede retomar en cualquier momento. Lo saben y lo sabemos. Es hora de seguir abriendo caminos aún no trillados.
5) Levantar las acampadas supone apostar por y centrar esfuerzos en el Gran Salto hacia Abajo. Resulta más difícil, es un reto mayor que continuar en Sol. Extender la convocatoria a los barrios, desaparecer para reaparecer en cualquier espacio o institución fortalece la idea de que el 15-M no sólo fue una protesta episódica en periodo electoral o una acampada enquistada, sino un movimiento que cuestiona las bases del sistema. Es el tiempo de las micro-acciones; de parar desahucios y redadas racistas; de ocupar y boicotear sedes bancarias; de concentrarnos en los ayuntamientos cuando “tomen posesión” (menuda expresión, será literal) los cargos municipales del día 11, de manifestarnos el 19 de junio, de…
En suma:
Apartemos la mirada de Sol, para evitar el deslumbramiento. Recojamos calor y energía, al tiempo que las tiendas. Que el domingo, cuando nos vayamos, brille como nunca.
Y preparémonos para tomar la luna. Ahí podemos llegar sin quemar(nos), nosotros ni nuestras naves.
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