ESPAÑOLES VAGOS, ALEMANES TRABAJADORES... ¿SEGURO?

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Nuño Rodrigo

Nunca hay que subestimar la estupidez humana. Pero, por más que nos apliquemos constantemente esta máxima, no dejamos de recibir sorpresas. En su empeño por transmutar la presión de los especuladores en un castigo divino, los partidos de centroderecha de Alemania y Francia parecen dispuestos a romper el euro e inmolarse, probablemente sin saberlo, en este fuego purificador.

Ya hemos escuchado muchas veces, en los últimos meses, las eternas virtudes de la austeridad. Y hemos comprobado, también, cómo los países mediterráneos son el ejemplo de quien prefiere pedir dinero y vivir por encima de sus posibilidades antes que trabajar. Ése, y no otro, es el problema del euro, según el discurso de moda. Pero las crisis financieras no se solucionan con convicciones morales. Y mucho menos cuando éstas son totalmente falsas. Como el tópico del español vago y el alemán trabajador.



En el cuadro adjunto, confeccionado con datos encontrados en el blog Credit Writedowns, aparecen los países con mayor déficit por cuenta corriente (en términos absolutos) desde principios de los 90. Hemos seleccionado España, Alemania, Estados Unidos, Italia y Grecia, y las líneas representan la posición de estos países en el ránking mundial de países con mayor déficit por cuenta corriente. Más arriba significa más déficit, y la escala 10, ocupada durante casi 20 años por EE UU, supone ser el país con el mayor desequilibrio exterior.

Se explica por sí solo. El euro, en la práctica se creó en 1999. Ese año Alemania era el tercer país con más déficit por cuenta corriente del mundo, y lo fue también en 2000. Desde 1991 no había bajado de la quinta plaza. Hasta 1998 ni España ni Italia ni Grecia estaban entre los países con más déficit. Con la introducción del euro Alemania pasó a tener superávit (y encarnar las virtudes del trabajo bien hecho) mientras el arco mediterráneo pasaba a registrar cuantiosos desequilibrios comerciales que deben ser compensados con entradas de capital (para los que no sean economistas, esto no es una teoría, es una identidad matemática, si sale dinero porque se importa más de lo que se exporta, tiene que entrar dinero prestado).

En otras palabras, el desequilibrio Norte-Sur que está ahogando a Europa no parece solo una cuestión de estructura económica, productividad y competitividad (factores en todo caso que no debemos dejar de lado). O una cuestión de vagos contra trabajadores. Salvo que algo, un extraño virus, invirtiese la estructura económica y la disposición al trabajo de toda Europa allá por el año 2000. La otra posibilidad es que un exigente tipo de cambio del euro (muy fuerte contra el dólar) combinado con una política monetaria extremadamente laxa (quién te ha visto, y quién te ve, BCE) motivase los países del Sur de Europa, menos competitivos en sus exportaciones, un cambio de perfil de crecimiento, que pasó a volcarse en el consumo y el crédito. Algo que aprovechó Alemania para disparar sus exportaciones intraeuropeas. Y, como el dinero que entra tiene que salir, fue Alemania quien prestó capital para alimentar la máquina crediticia del Sur de Europa.

Por eso, hablar ahora de cigarras y hormigas no solo es inútil e inmoral (los países no son vagos; lo son las personas). También es mentira. El desequilibrio en la zona euro es consecuencia de cómo se puso en marcha esta zona euro. Ese daño está hecho, hay que intentar recomponer la zona euro. Y hacerlo desde un punto de vista pragmático. Pero, mientras los gobiernos del Norte insisten en su estúpida moralina y el BCE se escuda en sus competencias para no ejercer de prestamista de último recurso (como si pedir por carta a Italia que cambie la constitución estuviese entre las atribuciones de Trichet), Europa de desangra. Pero por culpa de los españoles, italianos, griegos y demás gentes de mal vivir.

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