EN ESTADO DE 'SHOCK'

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Dicen que hay que tomarse las crisis como una oportunidad: que salgan y lo expliquen

Ramón Aymerich, en 'La Vanguardia'

Jean Michel Six, el economista jefe de Standard & Poor's, la agencia de calificación más implacable a la hora de poner nota a estados y bancos europeos, ha dicho esta semana que Europa necesita otro shock para espabilar. Parece un comportamiento psicópata. Para hacer un equivalente, sería cómo si usted llegara un día a casa y les deseara a sus hijos una neumonía, a ver si así aprenden y se abrigan bien cuando van a colegio. Pero la economía es así. En línea con los que la calificaron de dismal science (ciencia lúgubre), una parte importante de la academia piensa que no hay nada como una buena torta para que las cosas entren. La versión más literal de esta visión es la de la página en blanco, la de los ingeniería social que imagina una sociedad virgen de ideas y valores que hay que llenar. Es la teoría que explota la escritora Naomi Klein: no hay nada mejor que una sociedad traumatitzada (frecuentemente una guerra) para cambiar de valores o hacer todo tipo de experimentos.

Hay una versión más suave, más benigna y últimamente muy presente en los libros de management: es aquella que dice que uno "se tiene que tomar las crisis como una oportunidad". La frase vale tanto para las experiencias personales como para los países o las organizaciones. Finlandia, por ejemplo, se reinventó (otro término de moda en estos tiempos tristes) tras el derrumbe de su principal cliente, Rusia. Lo hacen también las empresas: a veces no hay nada mejor que estar a punto de echar el cierre para que la organización se ponga las pilas. Lo explica bien Xavier Costa, de Lekue, que ha pasado de ser una empresa de tupperwares baratos a fabricar productos de cocina chic que dejan mucho más margen. "Que como lo hemos hecho? Primero, porque no quedaba otro remedio... ¿Y después? Después, corazón y estómago".

La diferencia entre una y otra vía es que en la segunda, las cosas, al menos en teoría, deberían acabar bien. Y en algunos casos, como los que se acaban de explicar, acaban bien. Para eso están las oportunidades. Pero en la teoría del shock nadie sabe como acaban las cosas. Y no está escrito que acaben bien. Un individuo en estado de necesidad puede acabar logrando sus objetivos. Un individuo en estado de shock no está claro qué puede acabar haciendo.

Jean Michel Six, el hombre de S&P afirma que a Europa y a sus dirigentes los falta otro shock para espabilar. Quizás sí. Pero si ustedes preguntan a su alrededor, verán que el nuestro ha sido un shock a càmara lenta. Quien más quien menos ya está asustado. Quien más quien menos sabe que su futuro inmediato será menos luminoso que el vivido en los últimos años. Y lo que es peor, quien más quien menos sabe que esto no ha acabado. Emilio Botín, presidente del Santander, dijo ayer que lo que está por llegar "será muy duro". No sé ustedes. Pero cuando un hombre rico y poderoso como el señor Botín, que está por encima de según qué cosas, dice esto, a mí me entra miedo. Y quizás ya sería hora de empezar a explicar que tanto miedo y tanto susto servirán para algo. Una sociedad atemorizada puede ser una sociedad lúcida. Pero una sociedad sin horizonte no es buena para nada.

Ya empieza a ser hora que hablamos del día siguiente.

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